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Poemas Grito de Mujer 2019-Pamplona-España



Arantxa Mendizabal


VIAJE AL VACÍO


Una nube roza las olas
y mil gotas de agua
cargadas de rizos
se deslizan por un mar azul.
Suenan lejos los tambores.

Mil gotas de agua
navegan llenas de vacíos   
hacia otro horizonte,
otros vientos,
otra luz.

En medio de la nada,
las pateras danzan el último baile.
Mil voces sin voz.
Mil gargantas secas.

Una nube roza mis ojos,
mil gotas de agua congelan mi piel.
Quiero gritar
y tampoco tengo aire.

                                    





Cristina Liso


SILENCIO ETERNO



Hoy crecerán los trigos,
el sol brillará sobre el mar,
la ropa se colgará en los tendales.
El  humo de las chimeneas dibujará el cielo,
concederán  el mismo aroma las rosas
y los sauces se mirarán en el mismo río.


A la sombra de cualquier sol
hoy  también se desgarrará
con una herida infinita la vida,
un grito rojo sobre el viento,
un silencio eterno de mujer.


  





María Cano García



Para todas las mujeres que se han hecho dueñas, con valentía, de su propia vida.
A mi madre, siempre, mi alma bruja
espanta pesadillas y compañera.




Yo fui pequeña         entre tus brazos estrechos
con tu voz única, en tu mirada corta y seca.
Yo fui apenas        entre tus muchos menos
y mis mejores, siempre imposibles.
Yo fui siendo        cada vez más trapo
muñeca de trapo danzando al son de su titiritero
Yo no            un tú a medias
entre tus expectativas    y mis sueños perdidos
un continuo no siendo continuamente
mitad penumbra, mitad ausencia.
Tu amor feroz
atando implacable las alas que no me dejas
Volví de donde muchas no vuelven
la voz de mi alma bruja me trajo de vuelta
de ese no lugar que deshabitaba entumecida
mi alma bruja deshaciendo todos los nudos, los cerrojos y las cuerdas
ahora, libre, dibujo sueños y ando descalza
con mi voz en mis ojos, camino tranquila, soñando despierta.










Mercedes Viñuela
 



SU VOZ QUEBRADA


 A mi madre


Ya no era claro el timbre de su voz,
Su pobre voz tan doliente y quebrada,
Que parecía dormir tras de los labios
En la cárcel de su boca cerrada.

Los ojos de mi madre ¡tan dulcísimos!
Como el jugo que destila la caña…
Mirándome con tanto amor callado,
Recuperaron el don de la palabra.

Dos espejos reflejando la tristeza
Que guardaba al fondo de su alma,
Por marchar, dejándose a los hijos
Del mundo en su dura encrucijada.

¡Malditas sean las guerras fraticidas!
Y las ideas con las que se fraguan…
Cuando muere el amor sólo nos queda
Decir que se luchó por nuestra patria.

Mi madre se marchó tan mansamente
Como el sol al ocaso en una playa,
Su sangre entre los labios fue dejando
Una flor revestida de escarlata.








ELÉN KALINTCHENKO


 

MUJER



Mucho antes de florecer tus encantos,
una niña fuiste: bella flor encerrada
en la cápsula del inmaduro capullo
(del que no sabías
que aún volvería a chafar tu futuro).

Por entonces, mientras jugabas
con los rayos de sol infantiles,
enseguida brotaron inocentemente
tus pletóricos pétalos de mujercita,
que trajeron la plaga de insectos hambrientos,
atraídos por tu sensual aroma.

Pero tú elegiste entre ellos a uno,
lo nombraste tu amor verdadero,
el que te arrancó las raíces nativas
por llevarte a su guarida.

Con derechos legítimos de esposo
él extrajo todo tu mágico néctar.
Y ahora, ese capullo (del que te liberaste antaño)
descaradamente intenta con su puño tirano
exprimir la última gota
de tu ultrajado perfume.

No lo temas, Mujer, ni arrastres el carro
del hogar que mató tus mejores sueños,
donde se te reclama a gritos y palos
una mesa puesta con placenteros manjares
y los pantalones planchados si fueran nuevos.
Y donde los hijos, en vez de mimarte
(malcriados por aquel que se cree tu amo),
se suben al carro exigiéndote paga.

No te rindas, demuestra que existen milagros
y un tallo reseco, adherido a la tierra fértil,
es capaz de echar la raíz aún más fuerte,
reviviendo esa bella flor perfumada
que fuiste y serás para siempre.







 

Sagrario Lecumberri Seviné
 



Amanece un grito de mujer



     Todavía hay alguien
     que duerme en las afueras.

                          Amanecemos en un mundo
                          de tantas cosas deliciosas:

                          tu casa repleta de lirios,
                          tus camisas, tus gestos,
                          todos los instantes, todos los aconteceres.
                         
                          Me abrazo a mí misma
                          y te abrazo a ti.

                          Sí, eres espacio libre entre la maleza
                          no nacida  para la tundra yerma,
     aunque hayas cedido tu nombre
     aunque tus labios respiren hiel.

     Grita escribe,
     que la rabia no se enrede en tu pluma.
     Que broten las voces largo tiempo mudas,
     las voces  de generaciones interminables.

     Nunca ha habido más esplendor singular que ahora. 

     Traspasa el aliento de quienes,
      - ni sé siquiera sus nombres -
     tejieron su centro con hilos luminosos
     y acogieron la caricia en la aridez,     
     junto a su niña silenciosa.
 
     Un grito de mujer se filtra en las afueras
     que  lo mismo que tú
     no se cansa de amanecer.

   

                     





TOMÁS CASADO

 


NACIENDO AL DÍA



Dónde quedó reflejada la infancia
entregada al cuidado de tus hermanos
      desvalidos
mujer, que naciste al alba

dónde la adolescencia
uncida al yugo del matrimonio
      en detrimento
de la incorporeidad de tus sueños

No hubo proceso en la espera
de los hijos al regazo
      o anclados sobre tu espalda
en los quehaceres del lavadero

mujer, que naciste al alba

siempre arrodillada sobre las piedras
del presente y el pasado
      y con el agua fría del destino
macerando tus entrañas

Mujer trabajadora dentro y fuera de la casa
       mujer peldaño para que otros suban
       mujer escoba para que otros barran
mujer camilla, mujer almohada

mujer, que naciste al alba para labrar el día
      tómate un descanso, respira hondo
y grita con todas tus fuerzas
      sin nosotras, no hay mañana










TASÚS BURGUETE

 


UNIVERSO


Una mujer me lleva en su vientre,
nazco niña y mi alma jamás tendrá sexo.
Os aviso que no podré con todo,
que tendré derecho a equivocarme mil veces cien,
que mis zapatos se atarán con dudas y valentías,
con aciertos y errores

Quemad a los pies de esa cuna que me espera
todos los cuentos antiguos,
ningún príncipe rescatará a mi reino
por un beso estúpido;
sería un insulto a mi inteligencia.

Lloraré cuando abra los ojos, como todos,
a la misma hora que se cargan los fusiles;
nunca sabré disparar.
Latiré junto a la verdad que hormiguea las tripas,
juro que mi voz apretará la garganta
de quien rompa el grito en el cuerpo de otra mujer.
Haced florecer las aceras
que no estallen mis arterias por el miedo
cuando sola en la noche la abrace.










Isabel Blanco Ollero



LAS DESCENDIENTES DEL TIEMPO





Somos las descendientes del tiempo
y junto a nosotras escalan
los minutos de los cuerpos
con la divina luz de las evocaciones,
con nuestras pieles aposentadas
en heridas que nunca finalizan.

Y aunque intentan desposeernos del azar o del destino,
nos desangramos en la revelación de nuestras decisiones,
y crecemos en algo parecido a ser y arder
en las aguas inconfundibles de las buenas horas

o a no ser y no arder
en los calendarios dolientes de algunos hombres.

Y así hemos nacido a días azules
a pesar de la niebla del mundo,
a pesar de la música inaccesible de las estrellas
que muere en los silencios de una luz ignorada.

Quizás seamos un lenguaje mudo
que posee entrega y refugio en certidumbre oculta,
mas también existimos como canto. Y como palabra que grita.

Somos las descendientes del tiempo.










IÑAKI ARBILLA


Perséfone




Me llamo Perséfone. Recojo flores en un prado.
Atraída por un narciso tremendamente hermoso
me acerco a cortarlo: el suelo se abre ante mis piernas.

De las profundidades de la tierra emerge el temible Hades
y en su carro de oro tirado por negros caballos de ojos enrojecidos
me arrebata. En el abismo me sumerge con absoluta rapidez.

Mi madre me busca durante nueve días y nueve noches
por toda la tierra y todos los mares, llorosa, inconsolable.
La tierra se torna árida, improductiva, yerma, baldía.

Cuando nos encontramos, Deméter devuelve la fertilidad al mundo.
Celebramos con frutos y danzas la alegría del hallazgo.
 A morir sin temor a la muerte, aprendemos juntas.

A atragantarnos con unos granos de granada, y a escupirlos.
Si regreso de nuevo a las entrañas de la tierra
me torno más sabia. ¡Grito! Grito por mí y por ella.

Grito por mí, por ella y por todas las mujeres
sometidas al inframundo de la vida anestesiada.
Me llamo Perséfone. Recojo flores en un prado.
Marina Aoiz Monreal, enero de 2019
Para este poema
pensé en detallar
los nombres
de todas las mujeres asesinadas
durante el año pasado,
pero en veinte versos
debía concentrar a más de dos por línea,
como un montón de letras sin alma,
como si ya no estuvieran suficientemente muertas.
La verdad es que no sé qué hacer
con tanta sangre,
con tanto odio,
dónde verterlos para obtener algo
que no sea este estupor ya cotidiano,
esta impotencia ante no poder impedir
que se apilen más nombres,
mañana,
ahora,
y que sean tan solo sus asesinos
quienes los escriban.













Teresa Ramos   



OLVIDO ANIMAL




Me llamas ninfa y olvidas de mí
lo animal. Luna de sangre mes a mes,
soy hembra, me llamo mujer.

Plena mi imperfección, en la huella
de un recuerdo cósmico, amplio soñar.

Lo que encuentras en ti apenas es mío.
Lo que te llega de mí es sólo el vergel
que derramo sobre tu pecho.

En la raíz, las abuelas esperan por nosotras,
ninguna criatura cae en el olvido.

Me llamas poetisa y camino con la lira rota
por un fauno. Los hexámetros son arpegios
de un tiempo pretérito.

Arañan tus temores mis uñas de luz,
limpio la sangre de las muertas en tus manos,
me renuevo en el rojo de la entraña. Rompo
muros con mi grito y respiro la belleza.                                                                      
                       





Itziar Ancín


Mapas






La infancia es un cuchillo clavado en la garganta.
Wajdi Moawad, Incendios
Los mapas del barrio de la infancia
están escritos de recuerdos:
el callejón por el que 30 años después
es tan difícil pasar
la acera que pisaste una madrugada con 15 y ya nunca quisiste ponerte minifalda.
Así, estas calles de tu infancia
sangran hoy todavía en un lugar invisible.
Historias que no se pueden lavar
como manchas en la ropa.
Heridas que no se curan tan pronto como los golpes.
En los mapas de otras chicas de tu barrio sangran aún
garajes, ascensores o salones de sus propias casas.
Líneas que no se borran.
Aquellas manchas calaron todos tus huesos
condicionaron y aún marcan tus pasos
y el ritmo en que tu corazón bombea la sangre cada noche de vuelta a casa.
Pero has pintado muchos más caminos
en las calles de países que aquellos cobardes  nunca habrán pisado.
Y con la rabia y el dolor has pintado poemas, has gritado muy alto
y has prestado tu voz a las que nunca regresaron.











INMA BIURRUN


TÚ PODRÍAS  HABER SIDO





Isla en medio del océano                                                                                                        
expuesta a los vientos, refugio de náufragos.                                         

Árbol en la tierra árida,                                                    
objeto de deseo de quien busca la sombra.                        

Nube cambiante y pasajera                                   
de incierto rumbo.                                                

Trapecista sin red que exhibe                             
su osadía en un circo.                                          

Reflejo de un ave en el agua                                 
que nómada busca el cálido sur.                                                                    

Vagón de un tren                                        
testigo de una bella historia. 

Campana que convoca, invita                                                    
y espadañea en lo alto.            
                                                                                                                                 
Bambú que ondea al viento                                
y firme se arraiga en la tierra.

PORQUE TÚ ERES:

abrigo seguro, apacible sombra;                        
osada e inquieta, curiosa viajera;                         
protagonista de una bella historia;                     
flexible, y fuerte;                                                
buscadora incesante de un cálido sol.  








 

ISABEL HUALDE


FRAGMENTOS





Vi una mujer cuya voz
se dictaba en el silencio.
Y era nadie.

Tan de miedo
que un temblor la traspasaba
v a c i á n d o l a   de ella
oculta siempre
en la sombra de sus versos.

Vi una mujer de fuego
renacida en las hogueras
tan de luna derramada
en las aguas de todos los océanos

tan de tierra
sin nido de serpientes
o pecado en el paraíso
de ningún dios.

Vi una mujer de fuego
renacida de la hoguera
tan de agua
tan de luna o aire.

Una mujer recompone sus fragmentos
           y   c a m i n a
hacia el precipicio de su grandeza.

                               










María Loyola.



VOZ




!Sal, voz!
Levanta la losa de un grito
y haz
que tiemblen las piedras.

Que las nubes
cubran el rostro
avergonzado de la luna
y llore el sol.

Que llore
y llore
lágrimas compasivas
por aquellas que ya no están
con sus risas y con sus cantos.

!Sal, voz!
Abre la tumba de los corazones.

Que tiemblen las piedras.









Silvia Marambio-Catán


De esferas y otras calamidades





Nací,
mi cuna fue una esfera.
Para crecer protegida, dijeron;
cómoda, afirmaron;
normal, sentenciaron.

Crecí,
más pequeña,
más incómoda,
más rígida.

Prometí ser normal,
no grité ni dije no,
de tan normal nomás.

Construyeron
esferas herméticas,
y las habitamos.

Parecían seguras
hasta que pusieron
candados.

Rodaron  por escaleras,
unas hacia arriba:
potentes, fuertes, dominantes.

Y las otras, rodaron cuesta abajo:
resbalaron, se fragilizaron,
y la brecha creció.

Y ya no fuimos libres
para salir de ellas.
Nos clasificaron.

Unos pensaron:
el mundo es nuestro,
y con él, lo son ellas.      






Juan Andrés Pastor
 


ESTÁS ANTES QUE EL TIEMPO




No estás ni en la mitad de un febrero envuelto en malvasías,
porque no es temporada del mosto de la vida.
No existes únicamente en un domingo de mayo, hecho excepción
y excusa.

Tampoco te contienes en todos los minutos completos del recuerdo,
empañados y ocultos a la miradas altas.
Nunca has estado allí.
No se te va a encontrar en otros campanarios  que no anuncien la vida.

Convocamos el tiempo, vaciamos el caudal de la conciencia,
como si fuera posible dragar lo impredecible.
Vaciamos minutos, cegamos el silencio, cuando tú,
simplemente, los colmaste de esencia.

Cuando llegue el después, el eco de la ausencia,
el cristal de la rabia cortando las gargantas,
solo serán destellos, las cuentas de un rosario,
misterios, letanías, lamento, hipocresía.

La lenta matemática de la lágrima trepando en los naufragios.
¿Para qué detener los relojes tan huecos de misterio?
Siempre supiste llegar antes que el tiempo:
cuando nada hace falta.




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