Poemas Grito de Mujer 2018-Logroño
MADRE
……..
Nació un
11 de enero. Fecha de nieve y frío. Fecha, en aquellos años, de cepas
crepitando en la cocina y carbón vegetal (cisco en mi pueblo) que daba un tinte
rojo, e importante tal vez, al humilde brasero.
Nada
recuerdo de ella – se nos marchó muy pronto – pero a través de aquello que yo
misma he forjado y de algunas anécdotas que me fueron contadas, he compuesto su imagen esencial (la real la
aportan las fotografías) y hasta le he dado voz para, en momentos de íntima
reflexión, sentir que está muy cerca.
Su rasgo
principal, aquellos que le conocieron lo sostuvieron siempre, fue la bondad
intrínseca que, a través de sus actos, fluía al exterior. Ese, junto al amor
intenso (también me lo han contado) que sintió mientras pudo por mi hermano y
por mí, fue el boceto empleado para, a través de él, crearle identidad y
transcribir su emblema.
En las
manos le he puesto los nidos de caricias que se llevó escondidas. Las que soñó
aportarnos y no pudo ofrecernos. Y en sus ojos, tan jóvenes y tristes, el mirar
dulce y tierno con que las madres miran.
Se fue
cuando su vida en plenitud, y sus pequeños hijos, le exigían quedarse. Se fue
con las entrañas desgarradas. Con el dolor prendido. Con un ¿por qué? constante
sostenido en los labios.
¡ Qué
pena no tendría! ¡ Qué pesar no heriría
su atribulada frente! ¡Qué horribles
tempestades no hurgarían su vientre sabiendo que partía hacia lo eterno dejando
sin cobijo y sin amparo a sus pequeños hijos. A sus grandes tesoros. (¿acaso
puede haber algo peor para una criatura que el crecer sin los mimos y cuidados
de quien le dio la vida)?
Siendo
madre como yo lo soy, nada cuesta imaginar lo que sufrió la mía sabiendo que la
vida se le iba sin remedio y que sus hijos, niños, quedaban sin su ángel protector,
sin su preciada guía, sin la cálida mano que aliviara sus fríos, sin los brazos
amantes que acogieran los miedos. Sin besos. Sin caricias.
El que
los ingresos hospitalarios mantuvieran a mi madre durante largo tiempo alejada
de casa, consigue que, las imágenes
reales que en situación propicia hubiera conseguido mantener, se pierdan en las
sombras del olvido. Las que conservo intactas –lo presiento- parten únicamente
de mi imaginación y fueron construidas tras lo mucho escuchado de aquella mujer
buena, trabajadora y ejemplar que fue mi
madre.
Conservo
una tarjeta caligrafiada escrita por mi padre en nombre de mi hermano y mío
(en aquella fecha contaba yo tres años y
mi hermano poco más de uno) que dice lo siguiente: En el día de tu santo/ cae
nieve muchos años/ pero el corazón de tus hijos/ arde como en el verano/ por
felicitar a su madre/ el día de su cumpleaños/.Firmado, Esthercita y Paquito.
(Transcripción exacta
Hoy soy
yo – convencida y adulta – quien le expresa cariños. Quien le envía recuerdos.
No pude conscientemente conocerle. Pero alguno de sus besos habrá quedado en
mí. Tal vez su gran ternura permanezca en mi cuerpo. Y hasta ¿quién sabe? acaso
un genio alado, generoso y gentil (¿para qué están los sueños?) me haya traído
a veces, revestidas de abrazos, sus
maternales y amorosas brisas.
Esther Novalgos Laso- 11 de enero de 2010
Posdata –
(Dirigida a ella) Algo de ti, quiero creer en ello, pervive en mí. Tal vez, de
tu entidad, parten mis versos.
En fecha
hoy especial, en la que honramos la figura de las madres, me voy a permitir una
licencia hermosa que la vida me impidió expresar.
Hoy me
dirijo a ti con la palabra inmensa que no pude decirte. Hoy, con el corazón
desgarrado y el alma a flor de piel, necesito gritar, gritar, gritar, más bien,
GRITARTE:
Madre.
Madre. Mamá. Te quiero, MADRE.
15 de
marzo de 2018
Esther
Novalgos Laso
El ECO
DE TUS PALABRAS
Para ti madre
Abrazarse
al génesis de la emoción.
Construir
una pirámide en las sombras
alzando el
arrullo del corazón
hasta la
bóveda estelar,
ser del
fuego
y del
viento
ser
espora que juega al deseo vital.
Siempre
presente en la espiral
en el
torbellino del recuerdo,
progenitora
del teatro de los sueños
Pilar que
sustenta la quietud de la noche
donde
perderse en la fragancia delirante
de
poderosa libertad.
Recomponer
los vestigios de una sonrisa
caminando
entre valles de neuronas inconexas,
levantarse
en la derrota
elevar el
espíritu borroso
de esta
perpetua lluvia,
levantarse
en los filos extenuantes de la mañana
para
acallar los gemidos de dolor
y trazar
un presente de lucha.
Camuflada
en el brillo de mi muñeca
sencilla
armonía
sencillo
verso
como el
del brillo de tu mirada
custodiando
los designios del embrión del amor.
Abrazarse
a la vida….
Gonzalo
San Idelfonso Rioja.
POEMA
A LA MEMORIA DE MI MADRE
Hoy me
faltan, mamá, palabras que decirte.
Tu hijo,
el poeta, está, como tú, ausente.
Hoy no sé
yo a qué mesa sentarme
ni si
estará en sazón el alimento.
Tan poco
a poco te fuiste, mamá,
que se te
esperaba allá en el horizonte
con un
breve lamento,
con calma
astral,
con
delicado gesto.
Habías
elegido, mamá, tu propia estrella
para
vivir tranquila tras la muerte.
La
observo y me digo por qué no,
allá estás
tú, mamá, ya sin fatigas.
Que el
bien que hiciste te sea remunerado
a
espaldas de las miradas de los hombres.
Pues eras
tú, y eran tus cuidados,
tus
gestos, tus acciones,
el
tesoro.
Era el
cuento contado por la noche,
el embozo
correcto,
el beso
fugitivo,
la
reprensión amable,
el
quedarse dormido:
el
tesoro.
Y también
tu caja de costura,
tu libro
de recetas de cocina,
tu cantar
en el patio,
tu
compañía alegre para todos:
el
tesoro.
¡Son
tantas las cosas que se han ido contigo!
Mas también
permaneces en tu estrella, ya dije,
por qué
no, pródiga en luz,
señal en
mar y en tierra
a
perpetuidad, a diario.
Allá
estarás, más allá del olvido,
bien a
resguardo de la acción del hombre,
en tus
manos las cosas que perdimos,
en tu
mirada protección y hondura.
En esa
estrella, mamá, sé venturosa,
entrégate
al descanso, sigue nuestras andanzas,
ríete del
desvarío humano, no te agotes,
haz todo
lo bueno que no pudiste hacer aquí,
y nunca
tengas miedo, mamá, nunca tengas miedo,
vuelve a ser
niña ociosa
sin más
preocupación que lucir
y
contemplar en su majestad
la terca
vastedad de cielo
donde
también aquellos que dejaste atrás
tienen su
sitio.
Txisco
Mandóman
“Cuando no sabía
aún que yo vivía en unas
manos
ellas pasaban sobre mi
rostro y mi corazón”
Caigo sobre unas manos,
Antonio Gamoneda
LA
MERIENDA
A mi
madre
Las manos de mi madre caían al entrar
la tarde sobre una máquina de coser que funcionaba a golpe de pedal. Mi
merienda era un empeño por imaginar el futuro, un constante querer crecer hacia
el siglo para el que se vaticinaba una tecnología de naves espaciales. Al salir
de la escuela, tras las conversaciones de mocitas en las que se narraban las
historias de amor y las de piel de las películas prohibidas, su máquina de
coser era capaz de confeccionar el vestido del consuelo para el desamor que
humedecía los dos rombos del cine. Ahora, en los días tristes en los que me
escondo, como todo el mundo, detrás de la cortina de la vida alegre, me voy a
aquella realidad de latidos de pedal y de ilusión de bocadillo, de vino con
azúcar en el pan que se besaba, de labios sanadores que sabían a fresas. Crecí,
y recién estrenada de madre (como suele decirse) acurruqué el final del verano
y mi cabeza en sus rodillas, en sus rodillas de costurera que podían zurcir una
y otra vez las grietas de la vida y hacer consuelo para la cruel tecnología que
se presenta de golpe, para la muerte y sus dos rombos, para el lado oscuro de
las ilusiones.
Las manos
de mi madre caían al entrar la tarde sobre una máquina de coser que funcionaba
a golpe de pedal, como la vida y sus quehaceres, los quehaceres de unas
mejillas que se besan como al pan, que nunca se abandonan.
Lourdes
Cacho Escudero
Mi
madre
Mi madre
es pequeña y suave.
Suave
cuando camina nerviosa,
como un
pájaro en movimiento,
con sus
pies que apenas rozan el suelo
acudiendo
presurosa
a darnos
ayuda o consuelo.
Mi madre
es suave cuando habla
y nos
cuenta aventuras
de su
niñez y de la nuestra
y nos
relata los mismos cuentos
que
cuando de pequeños
nos
encandilaba con sus historias.
Mi madre
es suave cuando toca
y nos
acaricia incansablemente
y en
silencio y nosotros dormitamos
abandonados
al placer de sus dedos.
Mi madre
es suave cuando mira
y sus
ojos verdes se llenan
de
chispitas de oro
y en el
pozo de sus pupilas adivinamos
penas y
alegrías y lejanos recuerdos
depositados
allí, como tesoros.
Mi madre
es suave,
mi madre
es como de seda.
Julia
Baigorri Jalón
De esta
raíz caliente vengo yo.
TODO
vengo
de estas
calles que imagino
bajo el
labio hirviente del verano:
territorio
de niños y terrazas
He estado
aquí, sí, en medio
de esta
epifanía de libélulas que es la noche
en estas
calles.
Rutas
antiguas que son mi madre chica
y su
valle pleno de lunas minerales,
madre
cuyo tacto es un viento de caléndulas
hacia el
ajedrez violento de los días,
ánforas
que me contienen.
He vivido
aquí algún tiempo, como viví
en tus
brazos mi cuna y luego nada.
Ay, niña
mecida de piedra y polvo y canto, niña
en cierto
modo despojada madre
Como
callaste tu nostalgia
en tu
destino de norte y aguacero,
como
entonces tú callabas,
callo
ahora pero digo:
que jamás
pude marcharme, que no he podido
del todo
deshollar el adoquín de mi paso leve
por tu
noche, o no transitar de tanto en tanto
calle
real, pozo viejo, plaza de la iglesia,
todas tus
manos sobre mi cuerpo breve:
así te
echo de menos.
No
pudiste, tú tampoco, marchar sin nada.
Llevaste
un hogar antiguo de cielo abierto
en tus
manos, un concierto de copla y abanicos
desordenando
el aire y mis cabellos.
(Ven,
respira sobre mis párpados
abiertos,
ama, ven y respira.)
Yo
también estuve aquí, y nací también,
y
transité el interior azul
de tus
alas, -oh despliegue de péndulos
en la
madrugada de los adolescentes-.
Son mis
lóbulos un repertorio de sepulturas y cunetas,
de nanas
y fermentos en los arrecifes verdes del agua,
hay un
cántico de algas en este mapa de corales
que es mi
boca, mi boca torpe, que apenas habla.
(Pero
tu voz la
canícula suave de septiembre
la
metamorfosis del carbón, su catarsis.
Cóncavo
como un útero de luz y vegetales
tu
vientre, ama, se parece tanto a esta ciudad
que aún
te contiene, tanto a todas sus estaciones…)
En cierto
modo permanezco a la puerta
de tu
casa, jugando en la Ribera
hace
sesenta años o precipicios,
porque yo
ya estaba aquí,
contigo,
niña,
madre,
como
ahora estoy en la pálida carne
de tu
infancia y su temblor
de
levadura y brasa.
JULEN
GOSSIP
LUCHADORAS
DE SEDA
Tienes
que verlas, ausentes de voces,
rostro
abajo y huérfanas de luz.
Tienes
que verlas, apesadumbradas, temerosas, ciegas.
Como
animales amputados, trabajan el juramento de madre.
Heridas
de muerte, arañan las noches. Todas ellas sienten las uñas
de su
llanto híspido. Tienes que verlas.
Con la
atadura de un nuevo amanecer, se acarician el vientre abierto,
no
encuentran nada, nada… como si la hija nunca hubiese existido.
Se
levantan como aguas desnudas y se visten de piedra.
Tienes
que verlas, ni un mísero soplo materno
en la
boca consumada y en el dolor de madera y labios.
Y maldito
bailarín de lengua oscura, en su negra danza
rasgó la
suave carne. La hija muerta y ellas vivas.
En
continentes de silencio se acarician el vientre abierto,
no
encuentran nada, nada…como si la hija nunca hubiese existido.
Pero sí
en su abrazo roto, hondo destello
de
certidumbre y locura. Luchadoras de seda.
Como
animales amputados, trabajan el juramento de madre.
Tienes
que verlas, tienes que verlas.
Son el
dolor del mundo.
ISABEL
BLANCO OLLERO
Desaparecidos.
Me duelen
los vientres paridos
el hueco
ciego,
fértil la
muerte
puede
más,
que los
besos sin respiro,
llorar y
gritar
silencio.
Solo
útero
y
muertos,
los
desaparecidos
¡Que no
queremos compasión!
¡no!
etiqueta
víctima,
ni flor
quiero
ver mis ojos,
abrir mi
boca con su nombre;
hija
me faltas
nos faltas,
en mi
útero de barro.
Descuartizado.
Estas
manos; piedra yerta
los días
ahora son fosas,
los
hombres descuartizados.
Niños;
sangre roja sobre la verde hierba.
Partidos
quebrados.
Ellos
fabrican armas,
nosotras
parimos entraña y dolor.
Ellos
elevan banderas y fronteras,
nosotras
parimos ombligo y dolor.
Ellos
fabrican ruidos y golpes de estado,
nosotras
noches de arroro y cunas y nanas.
Ellos
fabrican ruinas guerras a su antojo,
nosotras
parimos flor.
Amargo.
Cristina
Boyacá.
MADRE
Madre
pura, angelical presencia en mi vida.
madre de
sutiles y delicadas caricias,
madre que
saciaste mi hambre con tu sangre,
con tu
pecho, con tu pureza de carne.
Madre de
oníricos cuentos, de princesas, brujas
y
castillos románticos.
Madre de
mi amor y mi existencia,
madre
siempre presente,
madre de
todos los tiempos
y de hoy,
ojalá también del mañana,
siempre,
madre.
Madre que
me has visto llorar y reír,
madre que
eres tan mía que eres mamá,
madre de
suave pelo entre el cual
mecía mis
pequeñas manos.
En tu
vientre anidé, mamá, y desde entonces
la fuerza
del hogar me atrae
irremediablemente,
hacia ti.
Madre
sacramento de María, cofre mágico
que has
custodiado dos veces
el tesoro
de la vida.
Dios te
bendiga, madre.
Como luna
llena en paisaje romántico
hambre
tengo de ti, madre.
Mamá te
quiero,
soy tu
hijo y necesito alocadamente
de ti,
madre.
Gracias
mamá, por todo.
A mi
madre Angélica.
Santi
Vivanco Sáenz
Fragmento
Mujer y mar.
…
¡Mujer!,
mujer nacida
en el mar
de tu mar.
Se
extienda el mar
desde la
sacristía
de tus
vísceras
y se
anude
en los
extremos
de brazos
y piernas,
así quede
recogido
en torno
a tu figura.
Sea el
sentimiento
y se
tracen las cuatro
direcciones
en derredor
de tu
mente intacta.
La madre
recita
en el
pentagrama
escalas
de notas
musicales
átonas,
declama
la joven
frases de
amor
a mozos
montaraces,
la niña
reclama
la
alondra en su
canto de
voz
vibrante
en el suspiro.
No
deseemos únicamente
la
concupiscencia
de los
cuerpos sin vestidos;
ellas,
las mujeres isiacas,
son la
otra parte, fragante,
del
disparate de la vida
en los
hombres dispersos
que
asolan la virtud
de la
creencia pausada.
Sean el
cobijo para el alma
sus
agrestes espíritus.
Anselmo
Ruíz.
Mi madre
fue esculpida a
base de sarmientos,
y de
claveles rojos,
que
colgaban de los alféizares de mi abuela.
Fue
forjada con esas galletas de coco
tan
racionadas,
que
abrían cada capa
para
alargar la dulzura comedida.
La abuela
siempre fue dura:
de esos
matriarcados
en los
que no cabe la queja
y todos
se ponen firmes,
yo creo
que con miedo.
Esos
matriarcados crueles
que
clavan espinas
de las
que no salen
en toda
una vida.
Era
inteligente, mucho,
pero las
mujeres no estudiaban,
habían de
ser buenas esposas.
Zurcir y
guardar en cajones lavanda
las
mantelerías bordadas con flores,
con
flores sin nombres científicos,
sino de
andar por casa.
Se hizo
rebelde, por necesidad.
Y, al
salir de casa,
rompió
los moldes.
Pronto
fue madre,
y quiso reponer
los daños
infringidos
en propia piel.
Amó con
ternura,
siempre
gustó de bebés cerca,
propios y
ajenos.
Pronto
nací yo,
y en
breve mi hermana.
Mi madre,
que ya lo
tuvo bastante duro,
no sabía
que con el contrato
venían
cláusulas añadidas
de
sacrificios eternos,
con una
hija enferma.
Con una
herida lacerada,
que nos
hizo ser una familia,
sin
pretenderlo,
de
Titanes.
Noemi
Calvo
PIEL
DE ACERO, ALMA DE MARIPOSA…
¡Cuánto
sabía la pila de piedra
del dolor
de tus manos!,
de
madrugadas lavando ropa,
sin más
techo que las estrellas
y la
lluvia rociando tu espalda…
Dentro,
en la cocina, la chimenea encendida,
para
calentar tus manos amoratadas…
Pero a la
mañana siguiente
nadie
apagaba tu voz cantarina
preparando
el café y el desayuno,
no se
apagaba la sonrisa de tu rostro,
aunque
las lágrimas te estuvieran mordiendo el alma…
Eras la
medicina para la enfermedad de mi padre,
siempre
entera, siempre con el ánimo en el semblante,
aunque tu
fuerza se desmoronara en tus ratos a solas…
Jamás te
vi llorar,
si te
caíste alguna vez, te levantaste antes de tocar el suelo,
las
caídas eran un lujo que no te podías permitir…
Como el
día que vi la luz por primera vez,
casi
pierdes tu vida, por darme la vida a mí,
pero te
agarraste al mundo con esa fuerza
que
siempre te caracterizó…
Pilar de
pilares,
columna
inamovible de fe y esperanza…
Por eso
mamá, tú no eras especial,
eras
grande simplemente,
incluso
pudiste haber sido una gran artista,
tu mágica
voz aún suena en mis oídos,
pero por
suerte, solo fuiste…
¡mi
madre!...
Marí
Luz Arance.
MADRE,
ARMA DE EQUIDAD, CALENDARIO DE BESOS.
Nacer
niña, hacerse mujer, Diosa Naturaleza.
Singular
en el todo, igual, distinta.
Y, sin
embargo convertirla en fruta
prohibida;
mano y mente explotadas;
carne
ultrajada; alma y corazón en olvido.
Reivindico
el derecho de ser niña, mujer
en
plenitud. Amar el derecho al aire,
la
ecuanimidad, al arte, el saber, el sol.
No
renunciar a la música de ser identidad.
Ser
mujer, y si el tiempo llega,
o si se elige, ser la luna de llena de MADRE
Ser
Madre, y entonces, ¡oh, sí, entonces!
quitarse
el pan por dar alimento, si es preciso..
Suturar
una y otra vez las heridas
del
corazón y rodillas de la prole.
Y ser Mujer,
y ser niña.
No ser
sumisa al universo que da la espalda
a la
condición femenina y nos relega, y por ello
¡oh, sí!
saber que somos más trigo que hogaza
Y no tener en cuenta si es niño o niña
esa carne
de la carne propia que educamos,
sino que
serán hombre, y mujer, espejo de igualdad
o nueva
torre de babel en el mañana.
Ser madre
no rendir los propios sueños,
morir de
cuitas, construir nuevos firmamentos.
No
sucumbir al desaliento, no cesar en el empeño.
Ser
madre, ser mujer y niña. Ser madre
para que
otro hombre, otra mujer piel de la piel,
mire
frente a frente al sexo femenino, o al masculino,
no tenga
miedo ni vergüenza de ser
a veces
menos alto, en ocasiones más;
mida los
logros, en eficacia y no género;
rinda
pleitesía al amor y como tal enamore, ame,
se deje
amar, comparta codo a codo la aurora,
las
espigas, los derechos, la crianza. El ocaso
cuando
llega eclipsando el alma, y la abundancia.
Ser Madre: cobijo, camino, arma poderosa de
equidad,
herencia
de amor, calendario de besos.
María
José Marrodán.
Madre,
madre
la
palabra madre no alberga dolor
el dolor
es una causa
consecuencia
de una acción
madre,
donde la imagen nace distinta
muere el
símbolo del primigenio origen
arde la
vida, duerme en brazos, un niño desnudo
madre, si decir con los labios una palabra
es
definir la razón de un pensamiento
de un
sentimiento que por si solo, siente y habla
cuál la
palabra diferente a su misma razón
cuál el
milagro de tener en mis labios
la
palabra emoción, el sentido de un latir
de mi
corazón prestado, el fino hilo que une y destruye
en la
mirada, su visión
¡ oh mi
eterna confusión!
madre,
estiro las palabras como hilos descosidos
de un
ojal sin botón, vacíos, pendientes,
sólo
llenos, por un imaginario corazón
la
palabra madre no alberga dolor,
la
palabra madre, no es dolor
madre
vos sois
origen, principio y acuerdo
oración y
canción de mi única condición
vos sois,
madre,
el eterno
sonido de una palabra
que
disuelta en agua grita de vida
el
misterio mismo de mi sola presencia
de esas
manos que abiertas sostienen
con calma
la humanidad, en silencio,
en
silencio, mi voz siente toda la
eternidad
gritar,
gritar bien alto voces y versos
que oigan
las nubes y el cielo
las
lejanas estrellas y los cercanos hombres
ella,
ella es la mujer, la madre,
la virgen
de un dios
que en la
tierra reina de corazón,
de nombre
amor, de gracia,
de
gracia, su infinita compasión
madre,
madre
por ti y
por ellas
madres,
madre
yo hablo
yo grito
yo,
existo…
Luis
Miguel Oraá Álvarez
MÁS
ALLÁ
Más allá
de los recuerdos
de tu
juventud y de mi infancia.
Más allá
de la añoranza
de
cualquier tiempo pasado.
Más allá
de los besos,
los
abrazos, las regañinas
y los juegos.
Más allá
llega mi cariño
cuando
recuerdo aquella mujer
que me
cogía de la mano,
y miraba
sin miedo el horizonte.
Mis trece
fueron tus cuarenta y cinco
y no
siempre entendimos el mismo idioma.
Pero más
allá de las palabras llega mi cariño.
¿Recuerdas
aquellas tardes de buñuelos y chocolate?
Y
aquellas otras de cine y autos de choque.
Nuestra
casa, tus cortinas, mis vestidos.
¿Recuerdas?
¡Qué
sentimiento de nostalgia
al mirar
tus ojos bajo los teñidos cabellos canos!
Ahora yo
te doy la mano, soy yo la que mira el horizonte,
Pero yo
tiemblo, yo si tengo miedo.
Sin
embargo, más allá de los años y del tiempo,
más allá
del recuerdo y del olvido.
Más
allá,
mucho más
allá llega mi cariño.
Arantxa Moreno Fernández
MATER AMABILIS
Mi madre
solía decirme: “Ponte un delantal, que el diablo enreda”. “Lo que puedas hacer
hoy, no lo dejes para mañana”. “Que de viejo no se puede pasar…” Y un diez de
febrero de 2005 el diablo enredó los hilos de su vida y ella cruzó el Ebro
hasta perderse en la orilla infinita del más allá. Entre 1936 y 1939 no la
alcanzaron las bombas en Barcelona porque – según ella – no estaba en la raya.
Pero si la fulminó el rayo inexorable de la muerte puesto que, un día u otro,
la sorprendería en su vertical.
Mi madre
sentía pasión por los animales, en particular por los gatos, los cuales no
faltaron en su domicilio: Pepito, Nicanor (que eran gatas) Sultana, León, Tigre
y otros innominados. Todos ellos cariñosos, expertos cazadores, juguetones y
mediopensionistas. Entre ella y los felinos existía un código semisecreto y un
sólido vínculo. Mi madre representaba para ellos la autoridad indiscutible del
individuo alfa.
Aunque no
deseo centrarme solamente en la figura de mi madre, sino en el rol insustituible
que la progenitora representa en la familia, máxime en décadas pasadas. Ya que
– por fortuna – el padre actual ha asumido funciones otrora reservadas
exclusivamente a la mujer. Miguel Mihura escribió en una de sus obras:”
…Hombres sin madre”. Y citando a HenriK Ibsen: “…He de cuidarme de mí mismo. Ya
no tengo madre que lo haga por mí”.
Cuando en
la travesía de la vida el temporal arrecia corremos a refugiarnos en el puerto
salvador. En unas aguas sin escollos, seguras y prometedoras que nos conducen a
casa. Esto es, a la vera de nuestra madre, siempre con la puerta y los brazos
abiertos, aunque regresemos abatidos y derrotados. Si se nos quebraron las
alas, en ese vuelo imposible ella nos acoge como a crías dependientes.
En una
regresión quizá de décadas en las que el transcurso del tiempo no existe, tan
sólo el vínculo indestructible y definitivo.
Ella ni juzga ni condena. Sólo la mueve el amor incondicional y un afán
de protección infinita que no se extingue con la edad adulta de sus hijos. He
conocido a madres heroínas, hacedoras de milagros. Luchando en un medio injusto
y hostil a fin de criar a su prole,
renunciando a todo para sí mismas. Infatigables, como bestias de carga
estimuladas por los trallazos de la
necesidad.
Cuando un
día aciago ellas emprenden un viaje sin maleta y sin retorno, el sol se eclipsa
y la luna se refugia entre las nubes enlutadas. Un repentino vacío nos engulle
como un agujero negro. Nos sentimos desaxados, sin norte, huérfanos del cariño
materno que acarició tantas etapas de nuestra vida. Más ellas permanecen
rutilantes como estrella polar en el firmamento desmesurado de nuestros
recuerdos.
Rosa Laso
Se
llamaba Pilar.
Mi madre se llamaba Pilar,
como esos muros que apuntalan
lo alegre y desmedido de pertenecer,
y toda la geografía del llanto
podía ser derramada
en la semilla de sus senos.
Mi madre era de Madrid
y le gustaba que se supiese.
También le gustaban
los
mantones de Manila,
los toros, el cocido y de cuando en cuando
en ella se adivinaba el rictus
de quien va muriendo de nostalgia
Se llamaba Pilar, era de Madrid
tenia un lunar en la mejilla
y vino a nacer cuando las hojas
caen sangrantes
en todas las lunas de octubre.
Mi madre construyó un
jardín de guisos, de zapatillas
calientes
y de las plazas de abastos hizo
un
remedio contra el quebranto.
Y en sus manos... en sus manos,
siempre visible un almacén repleto
de sueños.
Contaba que en una ocasión
casi la traga el mar en una playa
y cuando lo contaba el salitre se adivinaba
en sus ojos
y reía, y reía recordando como el mar
había sido solo de ella por unas horas
y hasta él se doblegó ante la grandeza de
su vientre.
Mi
madre era muy guapa, como
su madre, como su hermana,
como todas las mujeres que en ella
habitaban
la morena semblanza de quien besa de
verdad.
Mamá; soy tu hija,
y desde que en noviembre
emprendiste un viaje muy largo a un país
donde el equipaje es un sol de la infancia
y se vuela en lo
celeste de lo indoloro.
Mamá, desde que bailas,
desde
que recorres nuestras camas
con la cegadora luz del que alejado
del hueso goza del descanso,
desde ese día te echamos de menos,
y nada es lo mismo, pero
todo sea porque el baile, si mamá
todo sea porque de la boca misma de todo lo
alado
naces cada noche, en esa estrella
que me guiña el ojo, desde tu ventana.
Mi madre se llamaba Pilar, era de Madrid
y tenia un lunar en la mejilla.
Y no
ha muerto, solo
está
bailando con su mantón de Manila
un chotis
en el cielo,
mientras
Sara la peina.
María
del Pilar Gorricho del Castillo.
Comentarios
Publicar un comentario
Muchas gracias por tus palabras. No olvides visitar nuestras otras paginas y correr la voz sobre nuestra labor.