Poemas Grito de Mujer 2015 Madrid España
Poemas Grito de Mujer 2015 Madrid España, coordinado por Asunción Caballero (Mascab)
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Eco inexistente
Alicia Orea Giner
Aprendí del silencio
extraño
De la cercanía de la
muerte,
De la vida inexistente,
Del desconsuelo olvidado,
Viviendo entre la maleza,
Siempre inevitablemente
tocando
El último acorde de mi
vida,
Siendo según el momento:
Palabras,
Lágrimas,
Viento
Y soledad.
Viví y seguí mintiendo,
Mientras las oscuras alas
De aquel triste desencanto
Atrapaban su dulce cuerpo,
Su cálida piel ahora fría
Sus recuerdos presentes
Día tras día,
y quise convertirme
Quizá en alegría,
Amor,
Paz,
Y esperanza.
Reconocí que no podía,
Mientras interpretaba mis
pasos,
Entonces se agotaron
Todos los versos que en vano
Cual despilfarro de tinta
Aparecieron en sus manos
Y las mías temblando
recordaban
Que no quedaban tópicos que
rehacer,
ni sueños,
ni horas,
ni sombras
ni miradas.
Cuánto Amor
Antonio Capilla Loma
Cuando la desazón que me
atormenta
Ardiente víbora se ensaña
en ti
La dulce réplica de tus
pupilas
Es para mí.
Cuánto amor en tus ojos y
en tu pena,
Cuánto amor en tus ojos me
contempla...
Cuando la cólera que muerde
mi alma
Saeta pérfida se clava en
ti
La triste súplica de tu
mirada
Es para mí.
Cuánto amor inundándome en
tus lágrimas,
Cuánto amor en tus ojos se
derrama.
He visto en ti la llaga
Antonio Capilla Loma
He visto en ti la llaga
Sangrante del dolor, tus
pies clavados
Por los yerros del odio,
Tu espalda lacerada de
cansancio,
La herida de tus manos,
Tu alma escarnecida.
También te he visto luego
En el amor de aquellos
Que por amor se entregan
Y te aman más que a nadie.
Mujer,
Aquí me tienes ya
Como eco que no es nada sin
tu voz.
Yo no comprendo el yerro
De aquel que se hace menos
Creyendo así ser más.
¿Es hombre el que socava
El don de la alegría
En la mujer amante a quien
no ama?
¿Es hombre el que desprecia
La cuna que lo mece y le da
la vida?
¿Creéis acaso hombre
Al que maltrata a la mujer
que niega
En la mujer que ama?
Yo os digo que no es hombre.
Y no consiento el yerro
De aquel que se hace menos
Creyendo así ser más. Que
el hombre es sólo
Si a ti, mujer, te afirma;
Si a ti, mujer, te ama;
Sin a ti, mujer, te mira
como a igual.
Y tu llaga es mi llaga
Antonio Capilla Loma
Los golpes que recibes, oh
mujer,
son embates contra la humana
esencia;
no tolero en el mundo la
vileza
del macho que por bárbaro
es tan cruel.
Por tu ardor eres luz en el
camino,
de mis versos ardientes eres
chispa;
pues amor no es amor si no
hay justicia
en mi canto soy adarga y soy
contigo.
Y tu llaga es mi daga. Y es
mi verso
proclamar que tu afán lo
hacemos nuestro
hombres justos que en ti
vemos el sol.
Ser, pues, tibio en la lucha
es cobardía
que tu casa es la rosa de la
vida
y las rosas se agostan sin
amor.
Mujeres Sobre El Barro
Asunción Caballero
Ayer, fui todas las mujeres
rebeldes
que no se achantan con
dogmas de sumisión
que saben usar altos tacones
y trepar con ellos fachadas
de altos muros.
Fui todas las mujeres que se
comieron el dolor
antes de rendirse a su azote
que encontraron la fórmula
que deshace
los nudos que se ajustan a
sus gargantas.
También fui, todas las
mujeres que son capaces
de volar debajo de las olas,
y las que esconden su furia
sobre una nube blanca.
Hoy, soy las mujeres:
que lloran cuando observan
una muralla
y piensan que no podrán
treparla,
que suplican que las amen
y solo encuentran el hielo
en la noche.
Soy la mujer:
que araña los cristales
porque la angustia se le
clava en desgarros,
que creció sin padres
y cuida sola de sus hijos,
que necesita de drogas
para detener el tren de sus
tormentos.
Silla de espaldas
Marta Aoiz
Hoy, soy la mujer:
Lesbiana, que es perseguida
por hombres de mentes
pequeñas
y braguetas empujadas,
o quella otra que se suicida
huyendo de la oscuridad.
Soy la mujer que trabaja
fuera de casa
y regresa cada noche
para ser engullida por un
desierto
de arremolina cenizas de
papel.
Hoy, soy la mujer:
que viste sedas enrejadas
y llena los días de
silenciosos gritos
sin saber cómo liberar a
sus hijas
-de los mil metros cuadrados
de oro para jaulas-.
Soy la mujer que sufre
porque no alcanza el sueño
de ser madre,
también la que llora porque
lo ha sido
y la vida se lo quitó
demasiado pronto.
Hoy soy la mujer:
que dice que esta vida es
una mierda
y se come las uñas de sus
temblorosas manos
sintiéndose vieja sin
haberse visto reflejada
en el espejo de su juventud.
También soy aquella a quien
todos buscan por su cuerpo
y viaja con su vida en una
pesada maleta
donde sólo guarda desdichas
y sinsabores.
Soy la mujer fracasada:
que abraza la derrota
que se rinde sin lucha
que vive en desamparo
ciega de esperanza.
Soy la niña maltratada a la
que violan
y cuelgan de una rama
mientras ojos obscenos
-que no merecen ver-
observan su último aliento.
Soy todas las mujeres que
necesitan luz
sin darse cuenta que ellas
son el sol
las estrellas
la luna
y el Universo.
Hoy,
quiero gritar por todas
ellas
tumbándome a su lado
sobre el barro
de la tierra.
Con Pasos Inseguros
Asunción Caballero
Comienzas a caminar
despacio,
aún temes el color de tu miedo.
Sientes la cadena deteniéndote los pies,
llevas una bolsa en tu espalda
donde escondes el corazón,
mientras tus ojos se escapan de ti.
Tienes miedo.
Tus dedos se enlazan para ajustar los nudos
que escondes bajo los párpados.
Sabes que solo tú, llevas la llave de los cerrojos
que apresan a la mujer que abandonaste en la ladera.
Hoy supiste anudar el miedo a la garganta,
le ataste corto con lazos de marino
y dejaste que le nacieran alas a tus lágrimas.
aún temes el color de tu miedo.
Sientes la cadena deteniéndote los pies,
llevas una bolsa en tu espalda
donde escondes el corazón,
mientras tus ojos se escapan de ti.
Tienes miedo.
Tus dedos se enlazan para ajustar los nudos
que escondes bajo los párpados.
Sabes que solo tú, llevas la llave de los cerrojos
que apresan a la mujer que abandonaste en la ladera.
Hoy supiste anudar el miedo a la garganta,
le ataste corto con lazos de marino
y dejaste que le nacieran alas a tus lágrimas.
Acróstico: GRITO DE
MUJER
Asunción Caballero
G abán de fuego, te
cubre
R asgada quedó la orilla del día.
I ndigna, es la pendiente que niega el descenso
T ormentoso de esos ojos perdidos, tras unos párpados
O bstructores como persianas, que no dejan ver.
R asgada quedó la orilla del día.
I ndigna, es la pendiente que niega el descenso
T ormentoso de esos ojos perdidos, tras unos párpados
O bstructores como persianas, que no dejan ver.
¡D etén ese daño
de pesado
E scollo y achica tu
maleta de lastres!,
M ece el brote tierno de una nueva mujer y pon en tu bolso:
U ñas de loba, para las noches sin estima,
J ardín donde florecer en el amor propio
M ece el brote tierno de una nueva mujer y pon en tu bolso:
U ñas de loba, para las noches sin estima,
J ardín donde florecer en el amor propio
E legancia para
detener las palabras de insulto
R esolución para
comenzar una y otra vez.
Lágrimas robadas
Isabel de la Cruz
Para ellas y para ellos, por
ellas y por ellos
Beatriz Fernández Caballero
Para las que aguantaron un
puñetazo mientras conducían, para los que acarician su mano sobre
el cambio de marchas.
Por las que soportan los
tirones de pelo arrastradas por el suelo, por aquellos que la
empotran contra la pared agarrando fuerte sus muñecas.
Para las que cubrieron su
cuerpo para no dar explicaciones, para los que las desnudan haciendo
de su cuerpo algo perfecto y adorable.
Por aquellas que ven su
mundo desaparecer a cambio de bofetones, por aquellos que las
encierran a su vera en una jaula de cristal.
Para las que soportaron
miradas de la gente impasible pasando por su lado, por aquellos que
las miran como su mayor tesoro.
Por aquellas que oyen
insultos y reciben desprecios a diario haciéndose pequeñas por
creerlo, por los que atacan sus sueños y deseos para hacerse
superiores.
Para las que escucharon el
grito desde su interior que no dio tiempo a salir, por los que
siempre las amarán.
Por las que su grito calla
al sentir su olor, por los que piensan que será así por siempre.
Para las que su grito hizo
temblar a la misma montaña, para los que la abrazaron y aceptaron su
pasado.
Por las inocentes que
desconocen, por los cazadores que las buscan.
Para ellas y para ellos, por
ellas y por ellos.
Simplemente ¡GRITA!
Tu propia voz te salvará la
vida o quizá salve la de aquella que vive encogida, llena de
cicatrices, visibles o no, en una sala pequeña y fría
Me Bajo De Tu Coche
Begoña Moreno-Luque
El sol que me antecede
devuelve mi mirada hacia la
tarde.
Es cálida, uniforme,
marchita tu discurso
y pisa con mis botas sus
raíces.
Lo siento pero no o no lo
siento
y este agua me la bebo, no
me sobra,
ahí quedan sin saliva tus
palabras.
Qué verde está la hierba.
El grito de norma
Caridad Jiménez
Parralejo
Tus lujos y arrogancias
estériles,
otorgados por otros
que daban carrete a tu
cuerpo y a tu vida,
te subían en zapatos de
tacón
y rasgaban tus ojos con
lápiz azul.
Mujer perfecta, en justa
desigual,
llevabas el ritmo guardado
en tu bolso
junto a una pitillera con
mechero a juego,
pico de oro, sonrisa fácil
¿Por qué has metido tu
corazón en el bolso?
No es un anuncio, no vendo
nada
y tú, buscas lo que nadie
vende,
mientras la música lleva un
conocido compás,
pasando tu tiempo como una
american express por taquilla
que termina ajada en el
fondo del bolso, sin saldo.
¿Qué más llevas ahí?
¡Déjame mirar!
Cacheo tu alma de mujer que
grita desesperada,
déjame tu bolso, no te lo
lleves de ancla
que las llaves, no deben
estar en el fondo del mar,
ni la sal de tus lágrimas,
ni tu carta de despedida.
Acróstico: GRITO DE
MUJER
Caridad Jiménez
G anar la partida al
mundo
R enegociando el
contrato
I mpuesto por la
parte
T oda poderosa del
varón
O mnipotente.
¡D ad un grito
fuerte
E n el día de hoy!
M ujer capaz de
engañar al sufrimiento
U na y mil veces como
madre.
J uzgadas y
condenadas siempre
E s necesario elevar
nuestra voz
¡R ayemos el cielo
gritando!
La puerta
Chelo de la Torre
"A la memoria de
Esperanza
que fue mujer maltratada"
Una puerta cerró la vida a tu vientre.
Recuerdo tu cara hinchada,
y tus ojos enmarcados en dolor
- me golpeé con la puerta - decías.
El primer golpe llegó la noche de bodas,
y ya no hubo forma de huir.
Tu casa era una puerta giratoria
entre la culpa y el silencio.
Silencio
en la familia, en la calle,
en los ojos de las persianas,
en el agua del grifo, en los pañuelos
hasta en la escoba que barría las lágrimas.
Y encerrada en un círculo de un único eje,
sin denuncias, sin vida
te cosías las cicatrices.
en la familia, en la calle,
en los ojos de las persianas,
en el agua del grifo, en los pañuelos
hasta en la escoba que barría las lágrimas.
Y encerrada en un círculo de un único eje,
sin denuncias, sin vida
te cosías las cicatrices.
Lamento
Suena el timbre y voy.
Es un largo pasillo.
Las risas se oyen desde el
patio,
se acabó el recreo.
Abro la puerta,
pongo la sonrisa,
miro y entro.
Hay un niño rubio
en un rincón del aula.
Está solo,
llora,
quiere
ocultar la tristeza
porque oyó a su padre pegar
a su madre.
¡El día es un teatro
iluminado para la comedia!
Le aparto el pelo de los
ojos,
le limpio las lágrimas
y lo miro.
Acróstico: GRITO DE MUJER
G rita el rincón, se esconde,
R uge el polvo
I ndefenso.
T ú lo limpias
O cultas tu miedo y remiendas tus heridas.
D eambulas
E ntre silencios.
M anos ajenas tejieron tu mapa
U n mapa arrugado, rojo
J ugadas mortales te han puesto en cada camino
¡E scapa! , mujer
R einvéntate, vuela.
Encarcelada
Clemencia Corbalán
He estado muchos años
con las alas dobladas.
No he podido volar.
He estado muchos años
con la boca acallada.
No me atrevía a hablar.
He estado muchos años
con las manos atadas.
No he podido actuar.
He estado muchos años
con la mente nublada
incapaz de pensar.
He estado muchos años
con el alma despoblada.
No podía llorar.
Era una muñeca sin voz y
sin palabra,
una feliz autómata
discapacitada en decisión y
pensamiento;
abandonada a la dependencia
del resto;
descargando la
responsabilidad
de mi existencia y mis
actuaciones
en los demás;
dejándome arrastrar hacia
una nada
que yo,
a pesar de todo,
hice brillar.
He acumulado en mi cuerpo la
tensión
de no poder vivir en el
presente,
de caminar por la senda de
la evasión
sin saber hacer frente
a mi soledad,
a mi corazón,
a mi mente.
De no poder siquiera
sentirme sola,
de ni siquiera ver
la realidad.
Y creo que, a pesar de todo,
he sido inteligente.
En Duda
Clemencia Corbalán
No entiendo apenas nada.
De todos los papeles
por mí representados
en esta triste vida,
no sé cuál juego ahora:
Si la niña preñada
de sueños y esperanzas
alegre y con confianza;
La esposa enajenada,
veleta vadeada por el
viento;
La madre dolorida,
frustrada e incompleta
y voluntariamente ciega.
O sólo el ser humano
que contiene en el alma y en
la vida
a la madre, a la mujer y a
la niña.
Sola,
Pero libre.
Triste,
Pero dueña.
Dueña de mi soledad
Y de mi tristeza.
Sola y triste,
Pero dueña
Y libre.
TE QUIERO
Elena Romero Cuevas
(Jelen)
Cariño, te quiero, sí te
quiero.
Me encanta gritarte desde el
salón cuando estoy viendo el
fútbol, y llamarte puta,
zorra, guarra…
Me gusta tirarte del pelo y
ver cómo una pelusilla negra se queda entre mis manos.
Me vuelve loco escupirte y
darte patadas.
Me encanta, sí me encanta.
Cada día, de camino a casa,
imagino los puñetazos que te voy a
dar en la tripa y la polla
se me pone dura.
Amor, no entiendo por qué
te pego, pero no puedo dejar de
hacerlo.
Mi vida, lo siento pero ayer
se me fue la mano y sin querer te até de pies y manos y acabé con
tu vida, pero te quiero cariño, sí, te quiero…
Te quiero con toda mi
radial.
Farmacia de guardia
Elena Romero Cuevas
(Jelen)
Amaneció, nos fuimos.
Dejamos atrás tu ira,
un matrimonio frustrado,
y muchos golpes.
Era el mes de noviembre,
el mes de las brujas.
Todo acababa para ti.
Todo empezaba para nosotras.
Te quedaste con el gato.
nosotras con el odio.
Ya no habría más navidades
Ni más farmacia de guardia.
El vacío llenó nuestras
vidas.
Ya han pasado nueve años,
nada ha cambiado ;
tú todavía tienes el gato
nosotras el odio.
Portazos
Se acabo volar en la
infancia
Geografía vulnerada
Emma Fondevila
El cuerpo de la mujer
cantado por poetas
acariciado por amantes
reverentes
lira o laúd para amorosos
lances
se ha convertido en
pergamino árido de piel envejecida
en tablilla de signos
cuneiformes y bordes carcomidos
en papiro ennegrecido por el
afán del fuego
en un incunable del horror
Lo más terrible de la
historia del hombre
lo más inhumano de la
humana historia
está escrito sobre un
cuerpo de mujer
compendio de geografía
atormentada.
De las fuentes transparentes
de los ojos brotan líquidos renglones
donde se acomodan elocuentes
las palabras
donde comienza la
entrecortada narración de una contienda interminable
-entre batalla y batalla
apenas una coma,
punto y coma entre una
guerra y la siguiente-
La boca que era fábrica de
besos y de nanas,
entona un AY permanente y
obstinado
enmarcado por signos de
exclamación atronadores
Por la tersura de sus valles
y por sus arenosos promontorios
corre un torrente de sangre
inagotable
sólo interrumpido en cortas
treguas acotadas por puntos suspensivos
para reanudar su empeño de
amputar sonrisas y esperanzas
En su ansia desmedida de
poder,
el hombre ha hecho un arma
del estupro
y ha profanado las oquedades
más sagradas
el templo donde se rinde
culto al origen sagrado de la vida
Cómo acabará esta historia
no se sabe
terminará acaso cuando no
quede nadie ya para contarla
tal vez con un signo de
interrogación enorme
cuando el odio instaure su
reinado
sobre un yermo desolado,
inabarcable
Tras la destrucción del
cuerpo de mujer
-incunable, papiro,
tablilla, pergamino-
no habrá soporte ya donde
escribirla
Solo la nada y un lapidario
final
único punto de la historia
sin tan siquiera ese
resquicio esperanzado aunque inestable
de unos piadosos puntos
suspensivos.
Esther Peñas
Señora de los tarados,
Rosa inmaculada de los
infértiles,
Templo de los desarrapados
(de cuantos ignora el
comercio),
Abogada de perdularios,
Copa de los corazones que
laten a destiempo,
Manglar de lo oscuro,
Trono de impedidos,
Víspera de tormento,
Causa de esta heroína con
aditivo amable,
Vaso de vino rudo que
acompaña el paso
y que se vierte
en gargajo de sangre,
Emperatriz de lo agreste,
de lo indómito,
Princesa de las putas,
Maestra ecuestre de
tullidos,
de amputados, de mutilados
en sonrisa y espíritu,
Refugio de ciegos de la
suerte
y lisiados de un alma muda
en grito de sollozo,
acércate por entre los
vencejos,
con fervor te comulgamos.
La mujer esdrújula
A mademoiselle Bernal
Sea usted una mujer
esdrújula
que exceda en el paso
y escandalice el latido.
Sin error posible,
no una duda que hiere,
sino un deseo que se
consuma.
Desnúdese de lo sufrido
(frío ya no queda)
Záfese de cuanto fuera
necesario,
incúmplase, incluso, si
procede,
resolviéndose en mujer
mayúscula
de trazo contundente, firme.
Fírmese en lo blanco del
inicio,
y que el primer paso
en este margen de tiempo
último
sea sólo suyo.
Hay labios que la esperan
y besos apresados
en líneas de tinta.
Usted escoge.
Bocas que la nombren,
manos que la esculpan.
Despierte el ánimo,
despierte en el ánimo
y rebose ganas
(tiene tantas, tiene
tanto...)
Disfrute del descanso de la
tregua:
no se exija ni reproche ni
se exclame;
conjure su esencia
y humildemente hágase
caso.
Sea una mujer imperante,
pluscuamperfectamente
decisiva,
sin llanto
ni marca de rastro de rostro
reticente.
Escoja.
Es éste el momento
en el que el peso se encoge
y la soga que impide no
aprieta tanto.
¿Acaso no merece el gozo?
Goce.
Qué hermosa está así,
esdrújulamente hecha tan de
usted.
Sea, acaso ya es,
esa mujer de altura
que –asombrada, rebosante-
se deja vencer, convencer.
Convencida, pues,
escójase.
(De Penumbra)
La ventana
Estrella Cuadrado Morgado
Una ventana tallada en sombras.
En ella cada noche hace su nido el silencio.
Una ventana
por donde una mujer se asoma y sueña.
Una mujer coronada de musgo.
Una mujer hecha de inviernos.
Tras la ventana la mujer espera.
Árboles y pájaros le crecen en el pelo.
La mujer sonríe pero está triste.
La mujer tiene alas pero no vuela.
La mujer sigue esperando
asomada a la ventana.
La mujer sigue soñando...
Por ella y por todas, la mujer espera.
Hoy me siento mujer
Francisco Espada
Villarrubia
A mi amiga Asunción
Caballero,
que hace bandera de sus
tacones.
Sin serlo,
hoy me subo a los tacones
para sentirme mujer,
para mirar desde la negra
atalaya de la mancillación,
para sentir en la médula
de mis recónditos adentros
cómo es la humillación
de ser violentada en lo
sagrado
de mi persona, única e
irrepetible.
No tengo marcas. Un sumando
más de degradación hacia
los limos
de la amarga desventura.
Nadie escucha los desgarros
de sometimiento de mi alma
marchitada.
¿Cómo probar que esta
acémila
que me monta a capricho
me va sajando mi espíritu
cada día?
¿Cómo se prueba el
menosprecio,
las vejaciones, los
oprobios?
Sí; yo sí soy. Soy mujer.
Soy persona.
Soy madre ─mi único
tesoro─.
Todos me ofrecen consuelo
en pañuelos de papel,
pero nadie me aporta
soluciones.
No quiero gemir. Quiero
gritar.
Quiero aullar al mundo
esta vecindad a la muerte
en la que vivo apagándome
Y lucho. Lucho cada día con
furia,
para que el rostro de mis
hijos
se nutra de mis fingimientos
y no de la crucifixión en
la que muero.
La
violenta normalidad
Francisco
Espada Villarrubia
“Sólo me pega cuando
bebe,
pero sobrio es muy cariñoso
conmigo,
y también con los niños,
hasta me llama mi reina.”
¡Tira la corona, reina
apócrifa,
maldice el día en que le
conociste
y hazte republicana, vete a
vivir
al rincón humilde de la
solidaridad,
al rescoldo amoroso de unas
manos
extrañas que te comprendan
y consuelen,
pero deja a esa mala bestia
y olvida su nombre para
siempre!
Él no es tu padre y tampoco
su heredero,
ya tuviste bastante
con una infancia a palos que
conformaron
tu anómala normalidad;
no vayas de unas manos
violentas a otras
y rompe esa cadena que te
esclaviza
y no te deja ser tú. Tú,
me oyes, sí tú,
la protagonista de tus días
haciendo tu santa voluntad.
El amor es paciente, pero no
soporta
que le estampen en la cara
bofetadas de odio;
el amor es amable, pero no
sólo satisfaciendo
apetencias fogosas;
el amor todo lo excusa, todo
lo cree, todo lo espera...
pero ¿qué vas a seguir
esperando
de quien ha teñido tu
rostro de violáceo
a base de golpes? ¿Qué
puedes creer
después de tantos
arrepentimientos incumplidos,
cansada de esperar un cambio
que no llega?
¡Veté, mujer, construye de
los despojos
los días que te regala la
vida,
esos que tienes por delante
para hacer de ti una nueva
criatura!
Quizás tengas que soportar
el frío de la precariedad,
el cobijo social donde poner
tu nido
y explicar a tus hijos que
todo fue una pesadilla,
pero hazte persona, recobra
tu dignidad de mujer,
tu dignidad de madre,
y déjale en la gruta y
aislamiento
donde deben vivir las fieras
confinadas para siempre.
ACRÓSTICO: GRITO DE
MUJER
Francisco Espada
Villarrubia
G rito; parado a
contemplar tu estado:
R encilla y
esclavitud te han traído
I gnominiosa afrenta
te ha llegado,
T odo por ser mujer
de un malparido
O caso de un amor muy
maltratado.
D e babosos agravios
te cubría
E n lo opaco de tu
cuerpo medroso
M ientras el miedo
sin parar crecía
U rgido de silencio
temeroso;
J uez de ti misma,
turbado, vidrioso,
E nquistada y silente
desventura:
R oto el corazón sin
viable sutura.
Uno no elige lo que nace
Isabel de la Cruz Abalo
Uno no elige lo que nace
pero sí se pregunta por qué
nací esto
o lo otro
Por qué nací en Etiopía
O en Afganistán
O en Costa de Marfil y no en
Australia
Por qué no nací en la
China de no más niñas
O en un barrio pacífico de
la Costa Oeste y no en Aluche
O en el parque del Retiro
Uno sí se pregunta por qué
todo es
tan difícil para unos y
tan arriesgado para otros
Uno sí se pregunta y si yo
hubiera sido otro
Hubiera nacido otro
Y otro mi padre y otra mi
madre
Y hubieran sido otros los
espejos…
Uno
cuando nace
no sabe
No sabe por qué es mejor
ser hijo o hija
Ni por qué es distinto el
color de todos sus trajes
No sabe ni entiende por qué
tanta locura durante tantos siglos
para inventarse abismos
entre uno y otra
como si nada hubiéramos
aprendido
del verdadero enigma de la
vida.
Yo he mirado muchas veces
mis ojos
en un espejo
y he sentido el vértigo de
una niña que no entiende
He sentido casi por instinto
miedo de su transparencia
femenina
Y he mirado muchas veces
después mi vida en un espejo
y he visto cicatrices que
dolían como si hubiesen sido también mías
y que de tanto no
entenderlas han marcado mi carne de mujer y me han hecho suyas
Han marcado mi alma de mujer
niña que no entiende
Han marcado mi alma de mujer
amante que no entiende
Han marcado mi alma de mujer
madre que no entiende
que no sabe ser otro
que no puede ser otro
que no quiere ser otro
ni aunque por algún milagro
de la naturaleza no compartido
me dejaran elegir qué nacer
en otra vida.
El vestido negro
Jone Miren Asteinza
Al llegar a casa del
colegio, todo lo que su tía le dijo fue «vete a tu cuarto y ponte
el vestido que hay sobre tu cama». Era un vestido negro, abrochado
hasta la garganta. Una vez vestida, la tía entró a su cuarto y le
cepilló el pelo muy fuerte, casi con rabia. Le hizo dos coletas tan
tirantes que le empezaron a palpitar las sienes produciéndole dolor
de cabeza. Entonces se lo dijo, «tu madre ha muerto». Sabía que su
madre estaba enferma, pero no le habían dicho que moriría. Ya nunca
volvería a verla, ni a sentirla, ni a oler su perfume. Ya nunca
podría ser la de antes, sin embargo, cuando le pusieron aquel
vestido supo exactamente quién era. La pena personificada, el
sufrimiento y, desde aquella noche que su padre se acostó junto a
ella, el consuelo de papá en todos los aspectos.
Bastet rediviva
Jorge Lázaro
Bastet ve con cansancio en
los ojos
cuando mira las heridas de
su pasado.
Escucha con rabia a quien
dice ser su dios
por ocupar un panteón más
antiguo.
Bastet escucha con ligereza
felina
las pisadas de los que
aplastan sus sueños.
Lloraría si tuviera
lágrimas
que pudiera llorar.
Pero Bastet no llora. Alza
la cabeza y gruñe.
Está harta de ronronear
satisfecha.
Saca las garras. Clama
por ser gata, mujer, o
diosa, cuando quiera.
Y los dioses de ese panteón
antiguo ven con miedo
cómo su nombre se convierte
en desgarro.
Cómo la amabilidad servil
se torna en amor propio
y cómo su hogar es ya tan
solo ella misma.
Y los dioses del panteón
antiguo murmuran a su espalda
y la insultan a la cara.
Pero Bastet no llora más.
Sonríe, y ronronea satisfecha.
Y sin prisa camina con
orgullo justo hacia su nuevo amanecer.
Estoy cansada
Laura Olalla Olwid
Estoy cansada,
y tú ¿de qué te cansas?
Estoy cansada de mirar sin
ojos.
¿Somos esas mujeres
que perseveran en delirios
de amores que degüellan?
Sí. No. Sí. No…,
como pétalos arrancados a
una margarita
se nos presenta el miedo.
Estoy cansada del cansancio
que
nos secuestra las ganas de
vivir.
Estoy cansada de cualquier
cansancio
indigno que reporta
esclavitud.
Yo sé, Mujer que te haces
eco del
cansancio milenario que nos
convoca a todas.
Que estás cansada como yo,
de tantas voces que
cercenan nuestro
sensible corazón.
Estamos tan cansadas
de que nos persiga el dolor
que hemos de seguir gritando
¡basta ya!, ¡basta
a las falsas palabras que
visten de verdad!
Que nadie te merme en valía.
Ni maldad en la carne y el
espíritu.
No temas, si el amor al hijo
te perfuma las manos.
Aprende a defenderte
confiando en tu ser.
Con la palabra amiga,
la fortaleza crecerá en ti.
Hoy nos tenemos
por el amor grande del
Hacedor.
No me llamo Rafael
Lucrecia López Guirao
Por un capricho del destino
nací mujer,
volvieron al altillo los
azules,
apareció el desencanto,
en los rostros de la espera.
Nací mujer atada a la vida,
con cuerdas de ilusión,
de cáñamo fortalecido
en años de sal.
Nací mujer enredada en una
madeja,
en la que por días pierdo
la punta.
Nací mujer con ojos
revueltos,
por un mundo que me inquieta
y me conmueve
al que trato de mimar,
mientras aprendo a ser
poeta.
Nací hija, esposa y madre,
aprendiz de días felices
mala hechicera evadiendo
complicaciones.
Nací mujer,
no sería otra cosa.
Acróstico: GRITO DE
MUJER
G ané la batalla al
silencio
R ugiendo voces
calladas,
I nundé de luz cada
sombra
T endí en la cuerda
mis dudas
O lvidando promesas
injustas
D emonios Perdidos en
mis cajones
E mprendí mi vuelo
M arcando el ritmo de
mis pasos
U nica, inigualable
J inete montado
E n vientos de
libertad
R ecuperé la llave
de mi alegría.
Sal ahora
Luz Cassino
.
Corre a la puerta sal y toca
todos los timbres de tu
calle mientras
arrancas las flores de los
tiestos
y pisoteas el jardín de tu
vecina
-ésa que no te defiende
cuando él te golpea-
grita pellízcate aúlla
maldice
comprueba si hay latidos
en esa piel ajada
-comprueba si estás viva-
puedes hacerlo
aún puedes
hazlo
eres más Afrodita que
Penélope
eres una y eres todas
inventa un nuevo crucigrama
dentro tuyo anida el
antídoto
lo sabes
sal ahora
eres espiga rosa y
manantial.
Paisaje de mujer
M. Jesús Muñoz
Tomaré en mis manos
la luz caliente y aguerrida
del desierto
y desarmaré la espada,
que corta el aire de tu
palabra
y tu aliento.
Tomaré en mis labios
la risa gris y negra de las
nubes rojas
y asustaré al espectro,
que inspira fríos presagios
en indefensas bocas.
Tomaré en mi frente
los pétalos que abren rosas
en el balcón del cielo
y daré jaque mate al
infierno, que teje
la telaraña del miedo.
Tomaré en mi alma
los pinceles del mar, que
aletean
lienzos de gaviotas
y romperé las ideas, que
aprisionan
el corazón de las rocas.
Tomaré en mis pies
el temple y el murmullo del
viento
y encontraré la muralla,
que duerme y aletarga tu
íntimo
y eterno sentimiento.
Tomaré los ríos serenos,
que fluyen en el valle de mi
senda
y destruiré los planos,
que con odio levantan tu
poder
y tu guerra.
Sera fácil ser...
luz y calor del desierto,
risa y nube,
pétalo y cielo,
río y viento templado,
mar y gaviota en vuelo,
porque soy el paisaje de una
mujer,
¡que habita en mis
adentros...!
Arremetida
María Victoria Caro
Bernal
Con el corazón constreñido
relato,
tras un entrecortado suspiro.
Avanti.
Desearía darle paz, hacerle
sonreír,
volver a ver aquellos
ojos inundados de gracia.
Fue a la luz de una pequeña
llama.
Se desata el grito y la
carrera.
Comienza una lucha sin aviso.
Dedos como garfios en garras
enfermas.
Desde la navaja del terror
al tiro gélido en la
espalda.
Y una viuda blanca emprende
el vuelo.
Azotada y pateada sube el penúltimo
peldaño.
Aprendió a no mirar atrás y le atrapó la sal.
Jadeante aún, acecha el rey
de la selva.
Su temblor se transforma en
resuelta confianza.
Le será fácil cojear y defenderse con
mentiras.
Ya se imagina nadando de espaldas y en
libertad.
Lavadas sus manos de culpa,
ve nítida la
solución a sus temblores,
desde las rendijas de la ventana,
que se transmutan en sonidos de sirenas.
Teme al recuerdo, a las
preguntas y a su debilidad.
No da igual la revuelta
que la risa.
Ni el desaliento, ni
el abrazo pegado al llanto.
No quiere mirar a ningún
rostro.
Mejor envolverse en un tapiz
o no salir de detrás de la
puerta.
Es que ella lo corregía
tanto.
Le hablaba tantas veces con
la punta del dedo,
que estalló otra vez y preparado
descargó.
Ya no lo acompañó la duda
por sus convicciones.
Nadie sabría
que su saludo final fue abalanzarse.
Todos creerán que lo
hizo otro, uno, alguien.
Ojalá recorra muchos
pasillos,
duerma en
literas de acero
y se le pare el tiempo.
Si resbalara en el camino al
banquillo,
quedaría a
la luz, insolado, al aire… y entre rejas.
No digas nunca:
¡Soy capaz de matarte!
Desafío
María
Victoria Caro Bernal
Madre
combativa, angelical y furiosa.
Capaz
de perforar rocas profundas
con
la metralla de su creatividad.
No
es de esas que no saben amar
y
que sólo buscan una felicidad efímera.
La
naturaleza escondía a un enemigo desconocido,
cuando
entre pinares tropieza, por desgracia, el juego
para
dar carnaza a los siniestros
que
esperan para tocar lo que no deben.
Su
primer contacto con el abuso,
ante
la impaciencia por llegar al lugar seguro.
¡Así
es la vida!
Cuando
huir no era posible
ni
había aprendido a saltar hacia el cielo,
ni
a volar, ni a pegar siquiera.
Tener
que soportar unos dedos sobre el hombro
y
el aliento de cristal arañando lo más sensible.
Así
fue, así se olvidó.
Sin
seguir más instrucciones.
Se
aprende olvidando angustias.
Pasarán
como diablos malaventurados,
asustadores
de niñas que orbitan en el error.
Habrán
sido educados en establos
o
sin contundentes límites palaciegos.
Se
desmorona un poco la vida,
cuando
se roba o impide la inocencia.
Debería
haber más héroes salvadores
para
que quemaran con sus rayos
a
los delincuentes de todas las culturas
que
enlutaron las sonrisas infantiles.
Encontradlos.
¡Rápido!
Suerte.
Perlas negras
Marta Aoiz Linares
"En el umbral de mis
cinco noches sin luz
sin poder decir a nadie "lo siento".
Con una pena larga que lo inunda todo
y confunde principio y final.
En el umbral de ninguna parte
con una soledad seca y sin ruido
soledad desnuda de esperanza.
Cinco perlas negras de dolor a solas
cinco días y noches sin amor, sin ti, yo sola."
sin poder decir a nadie "lo siento".
Con una pena larga que lo inunda todo
y confunde principio y final.
En el umbral de ninguna parte
con una soledad seca y sin ruido
soledad desnuda de esperanza.
Cinco perlas negras de dolor a solas
cinco días y noches sin amor, sin ti, yo sola."
Palabras como vías
Milagros López
Insomnio tras los párpados
en alba.
Grapas, pinzas en las mareas
que ya calibran lodo en la
simiente.
Las palabras tejen
adoquinado
hacia su cumbre: esa vía
que deshuese la intemperie.
Voces de mujer
Milagros López
1.
Con el más quebradizo de
los rayos haré una trinchera.
Allí plantaré el primero
de los árboles que habitará el bosque;
bosque con el que repoblar
tus cauces yermos, tus anclas inertes,
tus ángeles abatidos.
2.
Atesoro luz.
Me dejo arder en la breve
claridad que me alivia de invierno.
Sobrevivo al helor prendida
de los atardeceres
que me sumergieron en mi mar
diminuto.
Ese sol reubica lágrimas,
despeja canales, siembra caminos.
El eco de mi OUD*
Pilar García Orgaz
Los ocasos dibujaban
palmeras en la arena,
bañando en plata los hilos
de sal.
Las noches sin estrellas
eran frías;
el fuego, un abrigo
trashumante
que cantaba un poema
andalusí;
el mantra del darbouka, mi
latido;
y yo era sol, duna y viento
como el conjuro de El Djem.
Redimo a los que comen del
maná pagado con mi vida:
Comprada por un lujo
mercenario
tragué tantos cristales,
que en mis dedos crecieron
estas gemas,
capaces de escindir el
sacrificio
del asco que convive con el
miedo.
Hasta el aire lamenta llevar
el eco de mi oud
allí dónde mis alas lloran
su ignominia.
*Dedicado a Reem
y a todas las mujeres
del mundo, que han sido vendidas por sus familias, para paliar el
hambre.
Cómo mirarte
Cómo mirar a aquel
que fue tu amado,
amigo, amante, compañero;
si ahora va mirando al
suelo,
de vergüenza o desamor.
Cómo mirar sin mirar
al hombre que fue tu hombre,
mil abrazos en su nombre,
despertando tu candor.
Hoy, deshojada la flor.
Cómo mirar esas manos,
que antes bailaban contigo
todas las danzas de amor;
si se han convertido en
castigo,
sin límite, sin compasión.
Cómo mirar a los hijos
que miran lo que no han
visto,
y si lo han visto, no ven.
No quieren ver lo que han
visto,
desde que les vieron nacer.
Cómo mirar al hermano,
que a ti siempre fue
aspirante,
y ahora que te tiene
delante,
no reconoce a su hermana,
con su sitio en ninguna
parte.
Cómo mirar a un espejo,
desfigurado tu rostro,
atormentado tu cuerpo,
vacía el alma, el corazón
lleno
de odio, angustia,
represión, miedo.
Cómo mirarte a la cara
con la mía destrozada,
derritiéndose mis huesos.
¿Cómo miran los desechos?
¿Cómo mirar al que te
maltrata?
¿Cómo miras a quién te
mata?*
* Dedicado a la primera
mujer muerta por maltrato físico en el año 2005 y a todas las demás
que corrieron su misma suerte.
Primer premio de la III
edición “Premio Primavera de las Artes de Poesía”, otorgado
por la Asociación Internacional Mujeres en las Artes. Madrid, Mayo
de 2005.
Ezgarit
Xabier Susperregi
Que suene
ezgarit,
la voz
que al pueblo
levanta.
Que suene
el grito
que asesinos
y ladrones
espanta.
Grita
saharauia
lo que sale
del alma
grita
en Tinduf
hazlo
en Smara
también
en El Aaiún
y después
en la Hamada.
Que suene
ezgarit
lleno
de alegría,
se escuche
por las noches
se oiga
por el día;
que un grito
comience
cuando otro
termina;
que sea
última
revuelta
que por fin
germina.
Que entre
en huecas
cabezas
y que ya
no salga,
como
tormenta
de arena
que jamás
acaba.
Que suene
ezgarit,
la voz
que al pueblo
levanta.
Que suene
el grito
que asesinos
y ladrones
espanta.
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