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Poemas Grito de Mujer 2015 Madrid España

Poemas Grito de Mujer 2015 Madrid España, coordinado por Asunción Caballero (Mascab)









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Eco inexistente

Alicia Orea Giner


Aprendí del silencio extraño
De la cercanía de la muerte,
De la vida inexistente,
Del desconsuelo olvidado,
Viviendo entre la maleza,
Siempre inevitablemente tocando
El último acorde de mi vida,
Siendo según el momento:
Palabras,
Lágrimas,
Viento
Y soledad.

Viví y seguí mintiendo,
Mientras las oscuras alas
De aquel triste desencanto
Atrapaban su dulce cuerpo,
Su cálida piel ahora fría
Sus recuerdos presentes
Día tras día,
y quise convertirme
Quizá en alegría,
Amor,
Paz,
Y esperanza.
Reconocí que no podía,
Mientras interpretaba mis pasos,
Entonces se agotaron
Todos los versos que en vano
Cual despilfarro de tinta
Aparecieron en sus manos
Y las mías temblando recordaban
Que no quedaban tópicos que rehacer,
ni sueños,
ni horas,
ni sombras
ni miradas.





Cuánto Amor


Antonio Capilla Loma


Cuando la desazón que me atormenta
Ardiente víbora se ensaña en ti
La dulce réplica de tus pupilas
Es para mí.

Cuánto amor en tus ojos y en tu pena,
Cuánto amor en tus ojos me contempla...

Cuando la cólera que muerde mi alma
Saeta pérfida se clava en ti
La triste súplica de tu mirada
Es para mí.

Cuánto amor inundándome en tus lágrimas,
Cuánto amor en tus ojos se derrama.






He visto en ti la llaga


Antonio Capilla Loma

He visto en ti la llaga
Sangrante del dolor, tus pies clavados
Por los yerros del odio,
Tu espalda lacerada de cansancio,
La herida de tus manos,
Tu alma escarnecida.
También te he visto luego
En el amor de aquellos
Que por amor se entregan
Y te aman más que a nadie. Mujer,
Aquí me tienes ya
Como eco que no es nada sin tu voz.
Yo no comprendo el yerro
De aquel que se hace menos
Creyendo así ser más.
¿Es hombre el que socava
El don de la alegría
En la mujer amante a quien no ama?
¿Es hombre el que desprecia
La cuna que lo mece y le da la vida?
¿Creéis acaso hombre
Al que maltrata a la mujer que niega
En la mujer que ama?
Yo os digo que no es hombre.
Y no consiento el yerro
De aquel que se hace menos
Creyendo así ser más. Que el hombre es sólo
Si a ti, mujer, te afirma;
Si a ti, mujer, te ama;
Sin a ti, mujer, te mira como a igual.




Y tu llaga es mi llaga


Antonio Capilla Loma


Los golpes que recibes, oh mujer,
son embates contra la humana esencia;
no tolero en el mundo la vileza
del macho que por bárbaro es tan cruel.

Por tu ardor eres luz en el camino,
de mis versos ardientes eres chispa;
pues amor no es amor si no hay justicia
en mi canto soy adarga y soy contigo.

Y tu llaga es mi daga. Y es mi verso
proclamar que tu afán lo hacemos nuestro
hombres justos que en ti vemos el sol.

Ser, pues, tibio en la lucha es cobardía
que tu casa es la rosa de la vida
y las rosas se agostan sin amor.





Mujeres Sobre El Barro


Asunción Caballero


Ayer, fui todas las mujeres rebeldes
que no se achantan con dogmas de sumisión
que saben usar altos tacones
y trepar con ellos fachadas de altos muros.

Fui todas las mujeres que se comieron el dolor
antes de rendirse a su azote
que encontraron la fórmula que deshace
los nudos que se ajustan a sus gargantas.

También fui, todas las mujeres que son capaces
de volar debajo de las olas,
y las que esconden su furia
sobre una nube blanca.

Hoy, soy las mujeres:
que lloran cuando observan una muralla
y piensan que no podrán treparla,
que suplican que las amen
y solo encuentran el hielo en la noche.

Soy la mujer:
que araña los cristales
porque la angustia se le clava en desgarros,
que creció sin padres
y cuida sola de sus hijos,
que necesita de drogas
para detener el tren de sus tormentos.




Silla de espaldas


Marta Aoiz


Hoy, soy la mujer:
Lesbiana, que es perseguida
por hombres de mentes pequeñas
y braguetas empujadas,
o quella otra que se suicida
huyendo de la oscuridad.

Soy la mujer que trabaja fuera de casa
y regresa cada noche
para ser engullida por un desierto
de arremolina cenizas de papel.

Hoy, soy la mujer:
que viste sedas enrejadas
y llena los días de silenciosos gritos
sin saber cómo liberar a sus hijas
-de los mil metros cuadrados de oro para jaulas-.

Soy la mujer que sufre
porque no alcanza el sueño de ser madre,
también la que llora porque lo ha sido
y la vida se lo quitó demasiado pronto.

Hoy soy la mujer:
que dice que esta vida es una mierda
y se come las uñas de sus temblorosas manos
sintiéndose vieja sin haberse visto reflejada
en el espejo de su juventud.

También soy aquella a quien todos buscan por su cuerpo
y viaja con su vida en una pesada maleta
donde sólo guarda desdichas y sinsabores.

Soy la mujer fracasada:
que abraza la derrota
que se rinde sin lucha
que vive en desamparo
ciega de esperanza.

Soy la niña maltratada a la que violan
y cuelgan de una rama

mientras ojos obscenos
-que no merecen ver-
observan su último aliento.

Soy todas las mujeres que necesitan luz
sin darse cuenta que ellas son el sol
las estrellas
la luna
y el Universo.

Hoy,
quiero gritar por todas ellas
tumbándome a su lado
sobre el barro
de la tierra.





Con Pasos Inseguros

Asunción Caballero


Comienzas a caminar despacio,
aún temes el color de tu miedo.
Sientes la cadena deteniéndote los pies,
llevas una bolsa en tu espalda
donde escondes el corazón,
mientras tus ojos se escapan de ti.
Tienes miedo.
Tus dedos se enlazan para ajustar los nudos
que escondes bajo los párpados.
Sabes que solo tú, llevas la llave de los cerrojos
que apresan a la mujer que abandonaste en la ladera.
Hoy supiste anudar el miedo a la garganta,
le ataste corto con lazos de marino
y dejaste que le nacieran alas a tus lágrimas.



Acróstico: GRITO DE MUJER
Asunción Caballero


G abán de fuego, te cubre
R asgada quedó la orilla del día.
I ndigna, es la pendiente que niega el descenso
T ormentoso de esos ojos perdidos, tras unos párpados
O bstructores como persianas, que no dejan ver.

¡D etén ese daño de pesado
E scollo y achica tu maleta de lastres!,

M ece el brote tierno de una nueva mujer y pon en tu bolso:
U ñas de loba, para las noches sin estima,
J ardín donde florecer en el amor propio
E legancia para detener las palabras de insulto
R esolución para comenzar una y otra vez.




Lágrimas robadas


Isabel de la Cruz


Para ellas y para ellos, por ellas y por ellos
Beatriz Fernández Caballero

Para las que aguantaron un puñetazo mientras conducían, para los que acarician su mano sobre el cambio de marchas.

Por las que soportan los tirones de pelo arrastradas por el suelo, por  aquellos que la empotran contra la pared agarrando fuerte sus muñecas.

Para las que cubrieron su cuerpo para no dar explicaciones, para los que las desnudan haciendo de su cuerpo algo perfecto y adorable.

Por aquellas que ven su mundo desaparecer a cambio de bofetones, por aquellos que las encierran a su vera en una jaula de cristal.

Para las que soportaron miradas de la gente impasible pasando por su lado, por aquellos que las miran como su mayor tesoro.

Por aquellas que oyen insultos y reciben desprecios a diario haciéndose pequeñas por creerlo, por los que atacan sus sueños y deseos para hacerse superiores.

Para las que escucharon el grito desde su interior que no dio tiempo a salir, por los que siempre las amarán.

Por las que su grito calla al sentir su olor, por los que piensan que será así por siempre.

Para las que su grito hizo temblar a la misma montaña, para los que la abrazaron y aceptaron su pasado.

Por las inocentes que desconocen, por los cazadores que las buscan.

Para ellas y para ellos, por ellas y por ellos.

Simplemente ¡GRITA!

Tu propia voz te salvará la vida o quizá salve la de aquella que vive encogida, llena de cicatrices, visibles o no, en una sala pequeña y fría





Me Bajo De Tu Coche


Begoña Moreno-Luque


El sol que me antecede
devuelve mi mirada hacia la tarde.
Es cálida, uniforme, marchita tu discurso
y pisa con mis botas sus raíces.
Lo siento pero no o no lo siento
y este agua me la bebo, no me sobra,
ahí quedan sin saliva tus palabras.
Qué verde está la hierba.






El grito de norma


Caridad Jiménez Parralejo


Tus lujos y arrogancias estériles,
otorgados por otros
que daban carrete a tu cuerpo y a tu vida,
te subían en zapatos de tacón
y rasgaban tus ojos con lápiz azul.

Mujer perfecta, en justa desigual,
llevabas el ritmo guardado en tu bolso
junto a una pitillera con mechero a juego,
pico de oro, sonrisa fácil
¿Por qué has metido tu corazón en el bolso?

No es un anuncio, no vendo nada
y tú, buscas lo que nadie vende,
mientras la música lleva un conocido compás,
pasando tu tiempo como una american express por taquilla
que termina ajada en el fondo del bolso, sin saldo.

¿Qué más llevas ahí? ¡Déjame mirar!
Cacheo tu alma de mujer que grita desesperada,
déjame tu bolso, no te lo lleves de ancla
que las llaves, no deben estar en el fondo del mar,
ni la sal de tus lágrimas, ni tu carta de despedida.





Acróstico: GRITO DE MUJER


Caridad Jiménez


G anar la partida al mundo
R enegociando el contrato
I mpuesto por la parte
T oda poderosa del varón
O mnipotente.

¡D ad un grito fuerte
E n el día de hoy!

M ujer capaz de engañar al sufrimiento
U na y mil veces como madre.
J uzgadas y condenadas siempre
E s necesario elevar nuestra voz
¡R ayemos el cielo gritando!





La puerta

Chelo de la Torre


"A la memoria de Esperanza
que fue mujer maltratada"


Una puerta cerró la vida a tu vientre.
Recuerdo tu cara hinchada,
y tus ojos enmarcados en dolor
- me golpeé con la puerta - decías.

El primer golpe llegó la noche de bodas,
y ya no hubo forma de huir.
Tu casa era una puerta giratoria
entre la culpa y el silencio.

Silencio
en la familia, en la calle,
en los ojos de las persianas,
en el agua del grifo, en los pañuelos
hasta en la escoba que barría las lágrimas.

Y encerrada en un círculo de un único eje,
sin denuncias, sin vida
te cosías las cicatrices.





Lamento

Suena el timbre y voy.
Es un largo pasillo.
Las risas se oyen desde el patio,
se acabó el recreo.
Abro la puerta,
pongo la sonrisa,
miro y entro.
Hay un niño rubio
en un rincón del aula.
Está solo,
llora,
quiere
ocultar la tristeza
porque oyó a su padre pegar a su madre.
¡El día es un teatro
iluminado para la comedia!
Le aparto el pelo de los ojos,
le limpio las lágrimas
y lo miro.



Acróstico: GRITO DE MUJER

G rita el rincón, se esconde,
R uge el polvo
I ndefenso.
T ú lo limpias
O cultas tu miedo y remiendas tus heridas.

D eambulas
E ntre silencios.

M anos ajenas tejieron tu mapa
U n mapa arrugado, rojo
J ugadas mortales te han puesto en cada camino
¡E scapa! , mujer
R einvéntate, vuela.





Encarcelada


Clemencia Corbalán


He estado muchos años
con las alas dobladas.
No he podido volar.

He estado muchos años
con la boca acallada.
No me atrevía a hablar.

He estado muchos años
con las manos atadas.
No he podido actuar.

He estado muchos años
con la mente nublada
incapaz de pensar.

He estado muchos años
con el alma despoblada.
No podía llorar.

Era una muñeca sin voz y sin palabra,
una feliz autómata
discapacitada en decisión y pensamiento;
abandonada a la dependencia
del resto;
descargando la responsabilidad
de mi existencia y mis actuaciones
en los demás;
dejándome arrastrar hacia una nada
que yo,
a pesar de todo,
hice brillar.

He acumulado en mi cuerpo la tensión
de no poder vivir en el presente,
de caminar por la senda de la evasión
sin saber hacer frente
a mi soledad,
a mi corazón,
a mi mente.
De no poder siquiera
sentirme sola,
de ni siquiera ver
la realidad.
Y creo que, a pesar de todo,
he sido inteligente.





En Duda


Clemencia Corbalán


No entiendo apenas nada.
De todos los papeles
por mí representados
en esta triste vida,
no sé cuál juego ahora:

Si la niña preñada
de sueños y esperanzas
alegre y con confianza;

La esposa enajenada,
veleta vadeada por el viento;

La madre dolorida,
frustrada e incompleta
y voluntariamente ciega.

O sólo el ser humano
que contiene en el alma y en la vida
a la madre, a la mujer y a la niña.

Sola,
Pero libre.

Triste,
Pero dueña.

Dueña de mi soledad
Y de mi tristeza.

Sola y triste,
Pero dueña
Y libre.





TE QUIERO



Elena Romero Cuevas (Jelen)


Cariño, te quiero, sí te quiero.

Me encanta gritarte desde el salón cuando estoy viendo el
fútbol, y llamarte puta, zorra, guarra…

Me gusta tirarte del pelo y ver cómo una pelusilla negra se queda entre mis manos.

Me vuelve loco escupirte y darte patadas.

Me encanta, sí me encanta.

Cada día, de camino a casa, imagino los puñetazos que te voy a
dar en la tripa y la polla se me pone dura.

Amor, no entiendo por qué te pego, pero no puedo dejar de
hacerlo.

Mi vida, lo siento pero ayer se me fue la mano y sin querer te até de pies y manos y acabé con tu vida, pero te quiero cariño, sí, te quiero…

Te quiero con toda mi radial.






Farmacia de guardia


Elena Romero Cuevas (Jelen)


Amaneció, nos fuimos.

Dejamos atrás tu ira,
un matrimonio frustrado,
y muchos golpes.
Era el mes de noviembre,
el mes de las brujas.
Todo acababa para ti.
Todo empezaba para nosotras.
Te quedaste con el gato.
nosotras con el odio.
Ya no habría más navidades
Ni más farmacia de guardia.
El vacío llenó nuestras vidas.
Ya han pasado nueve años,
nada ha cambiado ;
tú todavía tienes el gato
nosotras el odio.

Portazos
Se acabo volar en la infancia






Geografía vulnerada


Emma Fondevila


El cuerpo de la mujer cantado por poetas
acariciado por amantes reverentes
lira o laúd para amorosos lances
se ha convertido en pergamino árido de piel envejecida
en tablilla de signos cuneiformes y bordes carcomidos
en papiro ennegrecido por el afán del fuego
en un incunable del horror

Lo más terrible de la historia del hombre
lo más inhumano de la humana historia
está escrito sobre un cuerpo de mujer
compendio de geografía atormentada.

De las fuentes transparentes de los ojos brotan líquidos renglones
donde se acomodan elocuentes las palabras
donde comienza la entrecortada narración de una contienda interminable
-entre batalla y batalla apenas una coma,
punto y coma entre una guerra y la siguiente-

La boca que era fábrica de besos y de nanas,
entona un AY permanente y obstinado
enmarcado por signos de exclamación atronadores

Por la tersura de sus valles y por sus arenosos promontorios
corre un torrente de sangre inagotable
sólo interrumpido en cortas treguas acotadas por puntos suspensivos
para reanudar su empeño de amputar sonrisas y esperanzas

En su ansia desmedida de poder,
el hombre ha hecho un arma del estupro
y ha profanado las oquedades más sagradas
el templo donde se rinde culto al origen sagrado de la vida

Cómo acabará esta historia no se sabe
terminará acaso cuando no quede nadie ya para contarla
tal vez con un signo de interrogación enorme
cuando el odio instaure su reinado
sobre un yermo desolado, inabarcable

Tras la destrucción del cuerpo de mujer
-incunable, papiro, tablilla, pergamino-
no habrá soporte ya donde escribirla
Solo la nada y un lapidario final
único punto de la historia
sin tan siquiera ese resquicio esperanzado aunque inestable
de unos piadosos puntos suspensivos.






Esther Peñas


Señora de los tarados,
Rosa inmaculada de los infértiles,
Templo de los desarrapados
(de cuantos ignora el comercio),
Abogada de perdularios,
Copa de los corazones que laten a destiempo,
Manglar de lo oscuro,
Trono de impedidos,
Víspera de tormento,
Causa de esta heroína con aditivo amable,
Vaso de vino rudo que acompaña el paso
y que se vierte
en gargajo de sangre,
Emperatriz de lo agreste,
de lo indómito,
Princesa de las putas,
Maestra ecuestre de tullidos,
de amputados, de mutilados en sonrisa y espíritu,
Refugio de ciegos de la suerte
y lisiados de un alma muda en grito de sollozo,
acércate por entre los vencejos,
con fervor te comulgamos.





La mujer esdrújula


A mademoiselle Bernal


Sea usted una mujer esdrújula
que exceda en el paso
y escandalice el latido.
Sin error posible,
no una duda que hiere,
sino un deseo que se consuma.

Desnúdese de lo sufrido

(frío ya no queda)

Záfese de cuanto fuera necesario,
incúmplase, incluso, si procede,
resolviéndose en mujer mayúscula
de trazo contundente, firme.

Fírmese en lo blanco del inicio,
y que el primer paso
en este margen de tiempo último
sea sólo suyo.
Hay labios que la esperan
y besos apresados
en líneas de tinta.

Usted escoge.

Bocas que la nombren,
manos que la esculpan.

Despierte el ánimo,
despierte en el ánimo
y rebose ganas
(tiene tantas, tiene tanto...)

Disfrute del descanso de la tregua:
no se exija ni reproche ni se exclame;
conjure su esencia
y humildemente hágase caso.

Sea una mujer imperante,
pluscuamperfectamente decisiva,
sin llanto
ni marca de rastro de rostro reticente.

Escoja.
Es éste el momento
en el que el peso se encoge
y la soga que impide no aprieta tanto.

¿Acaso no merece el gozo?
Goce.

Qué hermosa está así,
esdrújulamente hecha tan de usted.

Sea, acaso ya es,
esa mujer de altura
que –asombrada, rebosante-
se deja vencer, convencer.

Convencida, pues,

escójase.

(De Penumbra)







La ventana

Estrella Cuadrado Morgado



Una ventana tallada en sombras.
En ella cada noche hace su nido el silencio.

Una ventana
por donde una mujer se asoma y sueña.

Una mujer coronada de musgo.
Una mujer hecha de inviernos.

Tras la ventana la mujer espera.
Árboles y pájaros le crecen en el pelo.

La mujer sonríe pero está triste.
La mujer tiene alas pero no vuela.

La mujer sigue esperando
asomada a la ventana.

La mujer sigue soñando...
Por ella y por todas, la mujer espera.






Hoy me siento mujer


Francisco Espada Villarrubia



A mi amiga Asunción Caballero,
que hace bandera de sus tacones.

Sin serlo,
hoy me subo a los tacones
para sentirme mujer,
para mirar desde la negra
atalaya de la mancillación,
para sentir en la médula
de mis recónditos adentros
cómo es la humillación
de ser violentada en lo sagrado
de mi persona, única e irrepetible.
No tengo marcas. Un sumando
más de degradación hacia los limos
de la amarga desventura.
Nadie escucha los desgarros
de sometimiento de mi alma marchitada.
¿Cómo probar que esta acémila
que me monta a capricho
me va sajando mi espíritu cada día?
¿Cómo se prueba el menosprecio,
las vejaciones, los oprobios?
Sí; yo sí soy. Soy mujer. Soy persona.
Soy madre ─mi único tesoro─.
Todos me ofrecen consuelo
en pañuelos de papel,
pero nadie me aporta soluciones.
No quiero gemir. Quiero gritar.
Quiero aullar al mundo
esta vecindad a la muerte
en la que vivo apagándome
Y lucho. Lucho cada día con furia,
para que el rostro de mis hijos
se nutra de mis fingimientos
y no de la crucifixión en la que muero.





La violenta normalidad



Francisco Espada Villarrubia


“Sólo me pega cuando bebe,
pero sobrio es muy cariñoso conmigo,
y también con los niños,
hasta me llama mi reina.”

¡Tira la corona, reina apócrifa,
maldice el día en que le conociste
y hazte republicana, vete a vivir
al rincón humilde de la solidaridad,
al rescoldo amoroso de unas manos
extrañas que te comprendan y consuelen,
pero deja a esa mala bestia
y olvida su nombre para siempre!

Él no es tu padre y tampoco su heredero,
ya tuviste bastante
con una infancia a palos que conformaron
tu anómala normalidad;
no vayas de unas manos violentas a otras
y rompe esa cadena que te esclaviza
y no te deja ser tú. Tú, me oyes, sí tú,
la protagonista de tus días
haciendo tu santa voluntad.

El amor es paciente, pero no soporta
que le estampen en la cara bofetadas de odio;
el amor es amable, pero no sólo satisfaciendo
apetencias fogosas;
el amor todo lo excusa, todo lo cree, todo lo espera...
pero ¿qué vas a seguir esperando
de quien ha teñido tu rostro de violáceo
a base de golpes? ¿Qué puedes creer
después de tantos arrepentimientos incumplidos,
cansada de esperar un cambio que no llega?

¡Veté, mujer, construye de los despojos
los días que te regala la vida,
esos que tienes por delante
para hacer de ti una nueva criatura!
Quizás tengas que soportar
el frío de la precariedad,
el cobijo social donde poner tu nido
y explicar a tus hijos que todo fue una pesadilla,
pero hazte persona, recobra tu dignidad de mujer,
tu dignidad de madre,
y déjale en la gruta y aislamiento
donde deben vivir las fieras confinadas para siempre.




ACRÓSTICO: GRITO DE MUJER

Francisco Espada Villarrubia


G rito; parado a contemplar tu estado:
R encilla y esclavitud te han traído
I gnominiosa afrenta te ha llegado,
T odo por ser mujer de un malparido
O caso de un amor muy maltratado.

D e babosos agravios te cubría
E n lo opaco de tu cuerpo medroso

M ientras el miedo sin parar crecía
U rgido de silencio temeroso;
J uez de ti misma, turbado, vidrioso,
E nquistada y silente desventura:
R oto el corazón sin viable sutura.






Uno no elige lo que nace


Isabel de la Cruz Abalo


Uno no elige lo que nace
pero sí se pregunta por qué nací esto
o lo otro
Por qué nací en Etiopía
O en Afganistán
O en Costa de Marfil y no en Australia
Por qué no nací en la China de no más niñas
O en un barrio pacífico de la Costa Oeste y no en Aluche
O en el parque del Retiro
Uno sí se pregunta por qué todo es
tan difícil para unos y tan arriesgado para otros
Uno sí se pregunta y si yo hubiera sido otro
Hubiera nacido otro
Y otro mi padre y otra mi madre
Y hubieran sido otros los espejos…
Uno
cuando nace
no sabe
No sabe por qué es mejor ser hijo o hija
Ni por qué es distinto el color de todos sus trajes
No sabe ni entiende por qué tanta locura durante tantos siglos
para inventarse abismos entre uno y otra
como si nada hubiéramos aprendido
del verdadero enigma de la vida.

Yo he mirado muchas veces
mis ojos
en un espejo
y he sentido el vértigo de una niña que no entiende
He sentido casi por instinto
miedo de su transparencia femenina
Y he mirado muchas veces después mi vida en un espejo
y he visto cicatrices que dolían como si hubiesen sido también mías
y que de tanto no entenderlas han marcado mi carne de mujer y me han hecho suyas
Han marcado mi alma de mujer niña que no entiende
Han marcado mi alma de mujer amante que no entiende
Han marcado mi alma de mujer madre que no entiende
que no sabe ser otro
que no puede ser otro
que no quiere ser otro
ni aunque por algún milagro de la naturaleza no compartido
me dejaran elegir qué nacer
en otra vida.






El vestido negro


Jone Miren Asteinza


Al llegar a casa del colegio, todo lo que su tía le dijo fue «vete a tu cuarto y ponte el vestido que hay sobre tu cama». Era un vestido negro, abrochado hasta la garganta. Una vez vestida, la tía entró a su cuarto y le cepilló el pelo muy fuerte, casi con rabia. Le hizo dos coletas tan tirantes que le empezaron a palpitar las sienes produciéndole dolor de cabeza. Entonces se lo dijo, «tu madre ha muerto». Sabía que su madre estaba enferma, pero no le habían dicho que moriría. Ya nunca volvería a verla, ni a sentirla, ni a oler su perfume. Ya nunca podría ser la de antes, sin embargo, cuando le pusieron aquel vestido supo exactamente quién era. La pena personificada, el sufrimiento y, desde aquella noche que su padre se acostó junto a ella, el consuelo de papá en todos los aspectos.






Bastet rediviva


Jorge Lázaro


Bastet ve con cansancio en los ojos
cuando mira las heridas de su pasado.
Escucha con rabia a quien dice ser su dios
por ocupar un panteón más antiguo.

Bastet escucha con ligereza felina
las pisadas de los que aplastan sus sueños.
Lloraría si tuviera lágrimas
que pudiera llorar.

Pero Bastet no llora. Alza la cabeza y gruñe.
Está harta de ronronear satisfecha.
Saca las garras. Clama
por ser gata, mujer, o diosa, cuando quiera.

Y los dioses de ese panteón antiguo ven con miedo
cómo su nombre se convierte en desgarro.
Cómo la amabilidad servil se torna en amor propio
y cómo su hogar es ya tan solo ella misma.

Y los dioses del panteón antiguo murmuran a su espalda
y la insultan a la cara.

Pero Bastet no llora más. Sonríe, y ronronea satisfecha.
Y sin prisa camina con orgullo justo hacia su nuevo amanecer.





Estoy cansada


Laura Olalla Olwid


Estoy cansada,
y tú ¿de qué te cansas?
Estoy cansada de mirar sin ojos.
¿Somos esas mujeres
que perseveran en delirios
de amores que degüellan?
Sí. No. Sí. No…,
como pétalos arrancados a una margarita
se nos presenta el miedo.

Estoy cansada del cansancio que
nos secuestra las ganas de vivir.
Estoy cansada de cualquier cansancio
indigno que reporta esclavitud.
Yo sé, Mujer que te haces eco del
cansancio milenario que nos convoca a todas.
Que estás cansada como yo,
de tantas voces que cercenan nuestro
sensible corazón.
Estamos tan cansadas
de que nos persiga el dolor
que hemos de seguir gritando
¡basta ya!, ¡basta
a las falsas palabras que visten de verdad!
Que nadie te merme en valía.
Ni maldad en la carne y el espíritu.
No temas, si el amor al hijo
te perfuma las manos.

Aprende a defenderte confiando en tu ser.
Con la palabra amiga,
la fortaleza crecerá en ti.
Hoy nos tenemos
por el amor grande del Hacedor.





No me llamo Rafael


Lucrecia López Guirao


Por un capricho del destino
nací mujer,
volvieron al altillo los azules,
apareció el desencanto,
en los rostros de la espera.
Nací mujer atada a la vida,
con cuerdas de ilusión,
de cáñamo fortalecido
en años de sal.
Nací mujer enredada en una madeja,
en la que por días pierdo la punta.
Nací mujer con ojos revueltos,
por un mundo que me inquieta y me conmueve
al que trato de mimar,
mientras aprendo a ser poeta.
Nací hija, esposa y madre, aprendiz de días felices
mala hechicera evadiendo complicaciones.
Nací mujer,
no sería otra cosa.




Acróstico: GRITO DE MUJER


G ané la batalla al silencio
R ugiendo voces calladas,
I nundé de luz cada sombra
T endí en la cuerda mis dudas
O lvidando promesas injustas

D emonios Perdidos en mis cajones
E mprendí mi vuelo

M arcando el ritmo de mis pasos
U nica, inigualable
J inete montado
E n vientos de libertad
R ecuperé la llave de mi alegría.





Sal ahora


Luz Cassino
.

Corre a la puerta sal y toca
todos los timbres de tu calle mientras
arrancas las flores de los tiestos
y pisoteas el jardín de tu vecina
-ésa que no te defiende cuando él te golpea-

grita pellízcate aúlla maldice
comprueba si hay latidos
en esa piel ajada
-comprueba si estás viva-
puedes hacerlo
aún puedes
hazlo
eres más Afrodita que Penélope
eres una y eres todas
inventa un nuevo crucigrama

dentro tuyo anida el antídoto
lo sabes

sal ahora
eres espiga rosa y manantial.





Paisaje de mujer



M. Jesús Muñoz


Tomaré en mis manos
la luz caliente y aguerrida del desierto
y desarmaré la espada,
que corta el aire de tu palabra
y tu aliento.

Tomaré en mis labios
la risa gris y negra de las nubes rojas
y asustaré al espectro,
que inspira fríos presagios
en indefensas bocas.

Tomaré en mi frente
los pétalos que abren rosas
en el balcón del cielo
y daré jaque mate al infierno, que teje
la telaraña del miedo.

Tomaré en mi alma
los pinceles del mar, que aletean
lienzos de gaviotas
y romperé las ideas, que aprisionan
el corazón de las rocas.

Tomaré en mis pies
el temple y el murmullo del viento
y encontraré la muralla,
que duerme y aletarga tu íntimo
y eterno sentimiento.

Tomaré los ríos serenos,
que fluyen en el valle de mi senda
y destruiré los planos,
que con odio levantan tu poder
y tu guerra.

Sera fácil ser...
luz y calor del desierto,
risa y nube,
pétalo y cielo,
río y viento templado,
mar y gaviota en vuelo,
porque soy el paisaje de una mujer,
¡que habita en mis adentros...!





Arremetida


María Victoria Caro Bernal

Con el corazón constreñido relato, tras un entrecortado suspiro.

Avanti.

Desearía darle paz, hacerle sonreír, volver a ver aquellos ojos inundados de gracia.

Fue a la luz de una pequeña llama. Se desata el grito y la carrera. Comienza una lucha sin aviso.

Dedos como garfios en garras enfermas. Desde la navaja del terror al tiro gélido en la espalda.

Y una viuda blanca emprende el vuelo. Azotada y pateada sube el penúltimo peldaño. Aprendió a no mirar atrás y le atrapó la sal.

Jadeante aún, acecha el rey de la selva. Su temblor se transforma en resuelta confianza. Le será fácil cojear y defenderse con mentiras. Ya se imagina nadando de espaldas y en libertad.

Lavadas sus manos de culpa, ve nítida la solución a sus temblores, desde las rendijas de la ventana, que se transmutan en sonidos de sirenas.

Teme al recuerdo, a las preguntas y a su debilidad. No da igual la revuelta que la risa. Ni el desaliento, ni el abrazo pegado al llanto.

No quiere mirar a ningún rostro. Mejor envolverse en un tapiz o no salir de detrás de la puerta.

Es que ella lo corregía tanto. Le hablaba tantas veces con la punta del dedo, que estalló otra vez y preparado descargó.

Ya no lo acompañó la duda por sus convicciones. Nadie sabría que su saludo final fue abalanzarse. Todos creerán que lo hizo otro, uno, alguien.
Ojalá recorra muchos pasillos, duerma en literas de acero y se le pare el tiempo.

Si resbalara en el camino al banquillo, quedaría a la luz, insolado, al aire… y entre rejas.

No digas nunca: ¡Soy capaz de matarte!






Desafío



María Victoria Caro Bernal


Madre combativa, angelical y furiosa.
Capaz de perforar rocas profundas
con la metralla de su creatividad.
No es de esas que no saben amar
y que sólo buscan una felicidad efímera.

La naturaleza escondía a un enemigo desconocido,
cuando entre pinares tropieza, por desgracia, el juego
para dar carnaza a los siniestros
que esperan para tocar lo que no deben.

Su primer contacto con el abuso,
ante la impaciencia por llegar al lugar seguro.
¡Así es la vida!
Cuando huir no era posible
ni había aprendido a saltar hacia el cielo,
ni a volar, ni a pegar siquiera.

Tener que soportar unos dedos sobre el hombro
y el aliento de cristal arañando lo más sensible.
Así fue, así se olvidó.
Sin seguir más instrucciones.
Se aprende olvidando angustias.

Pasarán como diablos malaventurados,
asustadores de niñas que orbitan en el error.
Habrán sido educados en establos
o sin contundentes límites palaciegos.

Se desmorona un poco la vida,
cuando se roba o impide la inocencia.

Debería haber más héroes salvadores
para que quemaran con sus rayos
a los delincuentes de todas las culturas
que enlutaron las sonrisas infantiles.

Encontradlos.

¡Rápido!

Suerte.





Perlas negras


Marta Aoiz Linares


"En el umbral de mis cinco noches sin luz
sin poder decir a nadie "lo siento".

Con una pena larga que lo inunda todo
y confunde principio y final.

En el umbral de ninguna parte
con una soledad seca y sin ruido
soledad desnuda de esperanza.

Cinco perlas negras de dolor a solas
cinco días y noches sin amor, sin ti, yo sola."






Palabras como vías


Milagros López

Insomnio tras los párpados en alba.
Grapas, pinzas en las mareas
que ya calibran lodo en la simiente.
Las palabras tejen adoquinado
hacia su cumbre: esa vía
que deshuese la intemperie.






Voces de mujer


Milagros López


1.

Con el más quebradizo de los rayos haré una trinchera.
Allí plantaré el primero de los árboles que habitará el bosque;
bosque con el que repoblar tus cauces yermos, tus anclas inertes,
tus ángeles abatidos.


2.

Atesoro luz.
Me dejo arder en la breve claridad que me alivia de invierno.
Sobrevivo al helor prendida de los atardeceres
que me sumergieron en mi mar diminuto.
Ese sol reubica lágrimas, despeja canales, siembra caminos.







El eco de mi OUD*


Pilar García Orgaz


Los ocasos dibujaban palmeras en la arena,
bañando en plata los hilos de sal.
Las noches sin estrellas eran frías;
el fuego, un abrigo trashumante
que cantaba un poema andalusí;
el mantra del darbouka, mi latido;
y yo era sol, duna y viento
como el conjuro de El Djem.

Redimo a los que comen del maná pagado con mi vida:
Comprada por un lujo mercenario
tragué tantos cristales,
que en mis dedos crecieron estas gemas,
capaces de escindir el sacrificio
del asco que convive con el miedo.
Hasta el aire lamenta llevar el eco de mi oud
allí dónde mis alas lloran su ignominia.


*Dedicado a Reem
y a todas las mujeres del mundo, que han sido vendidas por sus familias, para paliar el hambre.




Cómo mirarte



Cómo mirar a aquel
que fue tu amado,
amigo, amante, compañero;
si ahora va mirando al suelo,
de vergüenza o desamor.

Cómo mirar sin mirar
al hombre que fue tu hombre,
mil abrazos en su nombre,
despertando tu candor.
Hoy, deshojada la flor.

Cómo mirar esas manos,
que antes bailaban contigo
todas las danzas de amor;
si se han convertido en castigo,
sin límite, sin compasión.

Cómo mirar a los hijos
que miran lo que no han visto,
y si lo han visto, no ven.
No quieren ver lo que han visto,
desde que les vieron nacer.

Cómo mirar al hermano,
que a ti siempre fue aspirante,
y ahora que te tiene delante,
no reconoce a su hermana,
con su sitio en ninguna parte.

Cómo mirar a un espejo,
desfigurado tu rostro,
atormentado tu cuerpo,
vacía el alma, el corazón lleno
de odio, angustia, represión, miedo.

Cómo mirarte a la cara
con la mía destrozada,
derritiéndose mis huesos.

¿Cómo miran los desechos?
¿Cómo mirar al que te maltrata?
¿Cómo miras a quién te mata?*

* Dedicado a la primera mujer muerta por maltrato físico en el año 2005 y a todas las demás que corrieron su misma suerte.
Primer premio de la III edición “Premio Primavera de las Artes de Poesía”, otorgado por la Asociación Internacional Mujeres en las Artes. Madrid, Mayo de 2005.







Ezgarit


Xabier Susperregi


Que suene
ezgarit,
la voz
que al pueblo
levanta.
Que suene
el grito
que asesinos
y ladrones
espanta.

Grita
saharauia
lo que sale
del alma
grita
en Tinduf
hazlo
en Smara
también
en El Aaiún
y después
en la Hamada.

Que suene
ezgarit
lleno
de alegría,
se escuche
por las noches
se oiga
por el día;
que un grito
comience
cuando otro
termina;
que sea
última
revuelta
que por fin
germina.

Que entre
en huecas
cabezas
y que ya
no salga,
como
tormenta
de arena
que jamás
acaba.

Que suene
ezgarit,
la voz
que al pueblo
levanta.
Que suene
el grito
que asesinos
y ladrones
espanta.

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