Poemas Grito de Mujer 2013 Miami
Algunos poemas leídos en Grito de Mujer 2013, Universidad de Miami
coordinador por Pilar Vélez, embajadora MPI, Directora AIPEH Miami y Merry Larrinua, embajadora MPI y directora de Encuentros Literarios Luz del Corazón.
Pilar Vélez
A veces siento
A veces siento que tengo que rescatarte,
hombre en el que habito.
Sacarte de la cueva,
romperte la cripta a puño limpio,
remover la historia que te oculta el rostro
y apuñalear sin piedad
al Goliat maldito de tu ego.
Demasiados años te encorvaron la espalda.
Tienes una sed que te castiga.
Te arrodilla ante tu sombra.
¿A dónde crees que vas con tanta prisa?
Te cuelgan las páginas como a un libro antiguo
y tu corazón apenas si galopa.
Vas de prisa… y te empujan.
¿Será la caligrafía de leyes mortecinas,
las cárceles metálicas y pedregosas
con sus pecados de plástico,
las ciudades que anestesian
o la basura suspendida en la isla flotante?
A veces quisiera olvidarme de este cuerpo,
de estas manos.
Abandonarte a tu suerte.
Para que nada te sea ajeno.
Ni el campo rasgado
de trigo hambriento,
ni las municiones de tu boca,
conciencia sin conciencia de tus actos.
Con su cruz y la bandera que te arropa.
Otro harapo.
Quisiera sacudirte tan fuerte
que se te caigan las letras y el péndulo.
Liberarte de la zozobra del mañana.
Sus tentáculos ponzoñosos
engarzan a los días como insectos…
Hombre: hombre de mí mismo.
Deja que el viento sople su aliento de recuerdos.
Que el espíritu se goce de tu cuerpo.
¡Suelta el cántaro!
Para que se riegue en tus pies el futuro.
Yenilen Mola
Cuerpo pretérito de escarcha y filo
Una fiera se esconde en el instinto de un hombre,
convive con sus odios y termina amordazándose.
La fiera vive dentro de sí misma,
hace malabares con su ego,
y se disfraza de inocencia cuando se mira en los ojos
de otra fiera.
A veces está hambrienta,
su cuerpo pretérito se adorna con escarcha y filo.
Es el padre, o la figura de un padre, o la fiera
que aún no duerme para siempre…
¡Qué alguien le muestre un crucifijo!-
…Y una niña, una hija, o la figura de un ángel
se dispone a abrir las piernas,
mientras echa a volar la inocencia
en los decibeles de sus gritos.
Mecker G. Möller
El monólogo de Hawa
Hoy seré un comienzo.
Desde mis hombros entumecidos,
nacerán alas
alzando suspiros clementes,
acariciarando mis huesos oxidados,
cobijados en harapos.
Entre mis pestañas
las arenas de soledad aún se estancan,
erigiendo murallas,
cegándome la esperanza,
hundiéndola entre dunas asfixiantes,
dejando seca y rota mi garganta
Retorciéndose en el aire
suben los gemidos
de estos rostros emaciados
desahuciados de recuerdos.
En el cartón de mis brazos se escriben
las horas angustiosas en este refugio,
Vamos con el pecho abierto,
vacío de sonrisas.
El hambre del alma
pesa más que el de la carne.
Se cuenta la vida en noches...
En su silencio,
alguna respuesta se esconde.
Y escucho...
Que le duele la luna a la noche,
y llora conmigo
en este desierto....
...donde yacen los hijos muertos,
y se borra la última huella
de los pies descalzos
de mi hermano incinerado.
Y donde el aire caliente disipa
la silueta frágil de mi hermana
ultrajada por los Janjaweed.
La sangre de su rostro
seca y oscura quedó en mi reboso,
único vestigio ahora de su existencia.
¿Cuándo oirá el mundo
estos dos millones y medio de gritos desesperados?
Envueltos en este polvo amarillento y lejano,
donde se nos va la vida en vientos.
Mis llagas aún abiertas
descansan venturosas, agradecidas,
vestigio en mi carne del genocidio.
Y sólo espero ser un comienzo.
Que de esta calamidad de cuerpo
germine la semilla de mi raza,
para oír el canto de la lengua
de los Zaghawa,
de ojos grandes, las piernas largas,
y risa blanca...
sino en mi rostro, quizás un día en el de mi hijos.
Yosie Crespo
Anotación a voluntad propia de una mujer que vivió para contarla.
Hubiese querido dibujar, con un dedo,
la puerta
para salir de ese lugar.
Una mujer se mira al espejo.
Una niña cae al vacío.
¿quién puede impedirla?
Una mujer espera.
No fue culpa del incendio
siento pena de la piedra
que apenas le habla dulcemente.
Una mujer acaricia el musgo de la hora gris.
Entreabiertas sus piernas rechinan en lo oscuro.
la piedra es sólo eso…
y sólo eso ahora es el dolor
y sólo eso será siempre.
Su padre de pie descubre
que tiene apenas siete años
hay gotas de alcohol
que destacan ese rasgo.
El vidrio habla y ya tiene catorce
cuatro más y llega a los veinte.
Otra noche es otra matanza,
papá entra en las montañas.
(No pasa nada, no tengas miedo)
ni voy a tener tiempo
te dice que te ama.
Para los celestes ojos de una niña
fría es la noche
fría es la noche para los hijos del silencio.
Una niña muere
donde la mujer se cansa.
Niña te llevo en mi carne muerta
que no sangra.
La próxima vez que veas la puerta
te ruego, no le abras.
Hay raíces en su cuerpo que son llagas.
Hay un Dios, cerca de la puerta, que no habla.
Ana Cecilia Blum
Hoy les canto a ellas
A ellas, las que empuñan los carteles,
se arrancan el rebozo, atraviesan los contornos,
y profanan los manuales de la ira.
Las que apuntan con el ojo, con la voz, con los dedos,
delatan el cubil de la tortura, se sacuden las migajas,
y atienden su piel y sus instantes.
A ellas, sin trajes de domingo, sin cruces en la frente;
cuando gritan, se encienden y reclaman;
cuando son alboroto de aceras, risotadas.
A ellas, que destierran a la muerte con los dientes;
que viven más allá del cuerpo y de los huesos,
más allá del dolor y las palabras.
A ellas, cuando llevan mariposas en la espalda,
y bailan transparentes en la luna;
cuando encuentran florecillas en la tundra,
y saltan a las llamas de los mares.
Mujeres del frío, del desierto,
de la playa o del pantano;
mujeres de las rosas de los vientos,
exiliadas, nativas, emigrantes.
A ellas, las que gozan el sexo de su sexo,
y en el sexo el mismo sexo,
y en el sexo el otro sexo.
A ellas, sí, a ellas, las irreverentes
intolerables
imposibles
indisolubles
independientes.
A las hondísimas
complicadísimas
extasiadísimas
seductoras
demandantes.
A ellas, sí, a ellas,
las niñas malas
las que ya fueron invitadas al infierno,
las que ya pisaron paraísos en la tierra,
hoy les canto
les canto solo a Ellas...
A Carmen Váscones (Gran poeta ecuatoriana y gran amiga)
Ada Bezos Castilla
Paisajes imaginarios
He imaginado un mundo sin paisajes
devastados por las guerras ya remotas.
Paisajes sin los estragos y sin fosas
sin trincheras de estrías desangrantes.
Aquellos desvestidos del semblante
y drama solemne de los monumentos.
Por las hazañas de tantos héroes muertos
en los triunfos o derrotas en batallas,
truncadas sus vidas, en funestas aras
recuerdos ahora en piedra de sus ecos.
Sin los bosques demoníacos de Cambodia.
Sin Auschwitz o Bergen Belsen en el mapa.
Sin las fieras guerras del Peloponeso,
sin las de Napoleón, sin Las Cruzadas.
Sin los rastros de una mundial que ofreciera
pauta, a segunda guerra desalmada.
Paisajes sin la destrucción de Roma,
de Alejandría, Jerusalén o un Irak.
Donde dogmas nunca excusen las torturas.
Donde conquista no implique una matanza.
Donde hombres no mueran en agonía
del plomo incrustado y la metralla…
Y sus jóvenes vidas no se aniquilen
en segundos de horror entre las llamas.
Donde madres no entierren a sus hijos
sin que lleguen a cumplir años que faltan…
y los niños no contemplen a sus padres
en ataúdes que bajan de las rampas;
o jóvenes viudas críen a sus infantes
mostrándoles aquella foto ajada….
Yo imagino los paisajes sin terrores
de torres que catapultan las entrañas.
Sin bombardeos, y campos de refugios…
sin el hongo nuclear que lento se alza.
Sin humanidades de Damas en Blanco
que de protesta van en largas caminatas,
ante paredones y encarcelamientos
dedicadas a luchar ante la infamia.
Sin ancianos recogiendo los escombros
de las guerras por soldados que se implantan
en la tierra, como aves de rapiña
reclutando hasta niños en sus arcas.
¡Oh! Yo deliro con un mundo alucinante
sin cráteres, sin legiones, ni alambradas.
Sin pueblos decadentes entre las sombras
por cardúmenes de soldados en armas.
Donde mujeres juremos en un rito,
y elevemos nuestras voces con prestancia
para vivir en un mundo apacible
y velar por futuros de alabanzas…
Al respeto por la vida que se nutre
de nosotras, y por ende es sagrada.
Y estoicamente erguidas pronunciemos:
¡Nuestro derecho a una paz sin barricadas!
Ada Bezos Castilla (English)
Imaginary Landscapes
I have imagined a world without landscapes
devastated by so many remote wars.
Landscapes without the ravages and pits
without trenches and ditches marked in blood.
Naked landscapes without any semblance
and the drama of so many solemn monuments.
By the deeds of so many heroes, fallen
in the victory or defeat of battle,
their lives truncated, by ill-fated efforts
now only an echo in stone their actions.
Without the demonic fields of Cambodia.
Without Auschwits, and Bergen Belsen in the map.
Without the fierce Peloponnesian wars,
without the Napoleonic, without the Crusades.
Without the foot print of one world war that offered
a trail for a second evil war to occur.
Landscapes without the destruction of Rome
of Alexandria, Jerusalem, or an Iraq.
Where dogmas are never an excuse for torture.
Where conquests never a slaughter had to imply.
Where men do not have to die in agony
from the embedded led and shrapnel of the guns…
And their young lives are not annihilated
in seconds of horrors among flames of wrath.
Where mothers do not bury their children
before they can reach their years left to thrive…
And the children do not contemplate their fathers
In caskets that are brought swiftly down the ramps;
or young widows have to raise their infants
with only an old and frayed picture to look at…
I imagine landscapes without the terror
of towers that catapult the entrails of men.
Without bombardments, and refugee camps…
without the nuclear mushroom that is slow to rise.
Without humanities of the Ladies in White
that parade in long walks to protest their plight,
for the executions and cruel imprisonment
infamy they have dedicated to fight.
Without the old folk picking up the remnants
of long wars by soldiers that implant themselves
on the earth, as rapacious birds of pray
even recruiting children for their arcs.
Oh! I envision an illusory world
without craters, without legions, or wired fences.
Without countries in decadence and in shadows
by masses of soldiers kept in fierce armor.
Where us women would pledge in a ritual
and elevate our voices in mighty stride
to be able to live in a gentle world
to strive for futures where praises would last …
For the respect of the life that we have nurtured,
and thus it will always be sacred to us.
And with stoic fervor would rise up and pronounce:
Our right to peace with no barricades in sight!
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