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Poemas Grito de Mujer 2013 Berazategui Argentina

Poemas Grito de Mujer 2013 Berazategui Buenos Aires Argentina Coordinado por Marga Mangione del Grupo Literario “Almafuerte”















Ernesto Kahan


Amor. El crimen de Eva


"De bienes destituidas, víctimas del pundonor,
censuradas con amor, y sin él desatendidas;[…]"
Margarita de Hickey (Barcelona, 1753-1793)


Voy a ir a la Iglesia y también a la Sinagoga.
Iré a la Mezquita y a un templo Budista
y haré preguntas a Dios y a las paredes silenciosas:

Iré a la ley y a la escuela,
a los fluidos de mi cuerpo, sus hormonas…
A mis pensamientos…
A mis manos que se tocan
en sueños de fuego.
Al erizar de mis pechos y a mis labios
que se enternecen de sexo…

No preguntaré por ti, Adán.
Soy yo la que condenas…
Sólo yo soy el misterio

Hoy es tu día de guerras:
Truenan los cañones,
danzan las trompetas.
Avanzan los carros
por las compuertas
de los acumulados rencores.
Se queman los acuerdos,
las firmas se tiñen de golpes
y ya no se discute en la aldea.

Hoy es tu día Adán, no el de Eva.

Hoy es tu día de juegos
en la Bolsa:
Él de contar monedas
y repartir la congoja.
Hoy es tu día de cazar,
de usar tus balas rojas en orgía.
Hoy Adán, es tu día.

El de lapidar mujeres
que escucharon a otros cantos,
las que siguieron al reino,
las que llamáis infieles…

Soy Eva…
Lisa piel emanada,
preciosa por tus lances.
Tu amor que me transita,
y adhesión que me recorre
Danza en mis hormonas
ansiosas y escondidas.

Soy Eva Afrodita.
Soy la vida…

También mi día que todo lo completa
-El de mi pecado, el crimen de Eva-
Cosas sutiles que debo preguntar a Dios
y a las costumbres, Adán, las que decretas.

con amor y respeto, Eva





María Rosa Rzepka



Sin respuestas

Cerró la puerta sin más,
y la invadió la tristeza.
Otra vez vuelta a empezar,
otro cielo, otras estrellas.
Buscando otro amanecer
en una calle de ojeras.
Sus pasos la llevarán
hasta una cama cualquiera
donde el sexo sin placer
se conjuga con la oferta.
Ya no recuerda el aroma
del pan con manteca fresca.
En una copa pagana
quemó el alcohol su inocencia.
Y  el mundo sigue girando
sin dar ninguna respuesta.



Con el miedo a cuestas

Cuando me siento menos, se hace fuerte.
Cuando me basurea, se agiganta.
Imbécilmente fuerte va su estampa
sembrando el desaliento y la zozobra.
Con toda impunidad, jamás respeta
el tiempo y las razones de los otros.
Mientras se pavonea como un potro
al que  no han amansado todavía.
Pobre infeliz, no sabe que la vida
le puede devolver igual moneda.
Que de bravuconadas, nada queda
al paso caprichoso de los años.
Tras el escudo de la omnipotencia
se ha de esconder un ato de miserias.
El miedo le carcome las arterias,
y  solamente es fuerte su careta.
Me inspira compasión, porque su meta
es sentirse el patrón. El propietario.
Es según mi razón un pobre otario
mostrando sus pobrezas culturales.
Yo, de a pata, pisando los umbrales;
canto la dignidad de mi entereza.







Norberto Calul


Marcas


El hombre, lobo del hombre, en su egoísta universo,
suele arrogarse el derecho de ser el amo y señor
de la vida y de la muerte y, con impactos certeros,
aniquila hasta los sueños, apuntando a la ilusión.

Y si el lobo es un cobarde disfrazado de cordero,
un violento súper macho, creído ser superior,
que haciendo abuso del género, de la mujer se hace dueño,
encontramos un imbécil sin piedad, ni compasión.

Y el silencio es el abismo adonde las lleva el miedo
y su cuerpo es el infierno donde el diablo se cree dios,
dejando huellas de sangre, hematomas y el misterio
de no entender a la fiera que se camufla de amor.

Con la mente confundida, por sus caricias de hielo,
no se atreven, temerosas, a alentar al corazón
a despojarse del sueño, convertido en cruel tormento,
cual pesadilla angustiosa de ir aceptando el dolor.

Y ocultan entre sus ropas, las marcas del atropello,
se maquillan los dolores que deja la sinrazón,
para evitar represalias, se callan los desconsuelos
y hasta protegen al monstruo que carcome su interior.

Que no se vaya otra vida por la desidia del género,
que no se desgracie nadie por el odio a un opresor
que somete, que degrada, que pinta cielos de averno,
que vale solo su fuerza, porque es mierda su interior.

Que no se liberen bestias que no han pagado su precio,
que no haya jueces que entiendan a la ley por su tenor,
sino que prime el espíritu, para que ella tenga efecto,
y que al hablar de justicia, no sea una sensación.

Que la balanza equilibre a cada cual por su peso,
que no se nos juzgue a todos con la fuerza del rencor,
hay quienes no somos parte del castigo, del desprecio
y en la mujer solo vemos el lado humano de Dios.





Marga Mangione


Que no me tapen la cara… 
                                                    

No me dejaba quejarme y se creía muy valiente,
aquel hombre que a mi amor, lo destrozó brutalmente.
¿Cuándo fue que comenzó, el dolor y el desatino?
Ya no puedo recordar el principio de este sino,
ni en qué momento él cambió, por un golpe de la suerte,
¡y todas mis ilusiones fueron camino a la muerte!

Solo sé que aquella mano que antaño me acariciaba;
se levantaba imponente para pegarme en la cara.
Y esa voz que con dulzura, me hablara de amor eterno,
se elevaba para hundirme en el más profundo infierno.
No me dejaba quejarme, pues mi voz le molestaba
y si me atrevía a hacerlo mucho más fuerte golpeaba.

En mis carnes que eran puras, los cardenales reinaban
y en mi cuerpo profanado, heridas se acrecentaban.
No me dejaba quejarme, y siempre me amenazaba:
¡Si hablas con la familia, verás que todo se acaba!
Además… ¿quién va a creer, que yo pueda lastimarte?
¡Si les muestro a cada instante que vivo para adorarte…!

¡Nunca se lo dije a nadie! Preferí quedar callada
y guardar la humillación en mi alma silenciada.
No me dejaba quejarme, y si en las noches lloraba,
en el lecho que fue nido, sólo la espalda me daba.
Mi piel que antes fuera lirio, y con orgullo mostraba,
detrás de mangas y cuellos escondida la llevaba.

Mis ojos perdieron luz, mi boca la carcajada
y el amor dentro del pecho era como una coartada.
¿Por qué no quería hablar? ¡Prefería estar callada,
para que nadie supiera que era mujer maltratada!
En medio de mi dolor, por el miedo dominada,
porque él sabía amenazarme con tan sólo una mirada.

Anoche llegó enojado, no sé por qué circunstancia…
nunca hablaba de sus cosas, siempre guardaba distancia.
Vi su rostro demudado, y desde donde me hallaba,
puse su cena en la mesa mientras por dentro rezaba.
Sus ojos echaban chispas, la paliza se anunciaba;
me tomó de los cabellos mientras su boca insultaba.

Me revolcó por el suelo entre golpes y patadas.
Yo, no atiné a defenderme, pues me sentía aterrada.
¡La impotencia me cegó y ya no pensé más nada!
Mi mano buscó el cuchillo encima de la mesada
y cuando me alzó del piso se lo clavé en las entrañas,
para calmar mi dolor, y terminar con sus mañas.

Después… señor comisario, aunque usted me preguntara,
¡no sé cuánto lo enterré, en su cuerpo y en su cara!
Ahora él descansa en paz, y mi paz está embargada.
¡Con cárcel he de pagar, por mi virtud mancillada!
¡Por el amor que entregué, por mi esperanza abortada,
por el hogar que fundamos y se ha perdido en la nada!

No sé qué dirán mis padres, que ignoraban mi calvario,
pensando en mi matrimonio, como si fuese un santuario.
¡Se morirán de amargura, Al saber la cruel verdad,
y han de llorar por mis hijos que quedan en soledad!
En cuánto a los padres de él, mejor… ¡no les diga nada!
déjelos nomás que crean, que soy una desquiciada.

Para qué hacerles saber  que su hijo me golpeaba,
que me prohibía quejarme, y en vez de amarme, me odiaba…
¡Para qué hacerlos sufrir, total ya no importa nada,
déjelos nomás que piensen que soy una trastornada!
Me odiarán de todas formas, como amaban a su hijo
no creerán en mi palabra, ni aún delante un crucifijo.

Y con respecto a mis hijos que tanto y tanto han sufrido,
se ha de lavar su martirio con el llanto que he vertido.
Nunca más han de mirarme, con los ojitos en llanto
al notar mi sufrimiento o al contemplar mi quebranto,
Yo misma los he llevado, a la casa de mi hermana
ella… sabrá que decirles, cuando pregunten mañana.

Ahora señor comisario, quiero pedirle un favor,
cuando me saquen de aquí, que no oculten mi dolor.
Quiero que en mi rostro vean la ignominia reflejada
y las marcas que quedaron, en mi cara destrozada.
Que sepan que el que lo hizo, fue alguien que amé con locura
y a cambio llenó mi vida de llantos y de amargura.

Que vean en esta mujer, a todas las violentadas,
a las que sufren torturas, a las que fueron quemadas.
A las que a golpes murieron por quienes debían honrarlas,
convertida en asesina del que más debía amarla.
¡De ése que yace en el suelo, porque no dejó que hablara!
Se lo suplico por Dios… ¡Que no me tapen la cara!

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