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Poemas Grito de Mujer 2012 Puerto Rico

II Festival Grito de Mujer San Juan Puerto Rico

Lugar:  Universidad Sagrado Corazón San Juan
Fecha: 3 de marzo 2012
Coordinadoras:
Embajadora Mujeres Poetas Internacional  : Zulma Quiñones Senati
y la escritora María Zamparelli
Jurado compuesto por :
Dra. Virginia Dessus
Profesora Nidnal Ramírez
Poeta Miguel Ayala


© Gabriela Valentín Rivera

Flores orgánicas en casa  

Claro está, caen las flores
pétalos arden bajo luz
más blanca

fría, inédita
la página de Word;
acalorada la silla

por tus rodillas difamadas
escapan las flores rojas
de hojas blancas, duras.

El vaso roto
sugiere
sonrisa de calabaza:
se desecha con/sin recuerdos.

El estómago burbujea,
quema materia sin blanco ni escape.

Las casas de cemento no son
cajas de entierro,
hundidas en tierra empujan afuera
en multiplicidad.

Órganos inundados:
solo perfectos si escondidos bien.
(No siempre.)

Pie infectado, hincha.
Rompe tacones,
verde como venas no rotas.


Sellan las venas con piel.
Sigue sin/con vestido de
Rojo-marrón.



©Marta L. Emanuelli Muñiz

Nota final para una sinfonía fantástica

Noche de ensueño de nubes y lunas y estrellas
y miles de millones de cometas tiernos
que aletean en el mar que es un cielo
a donde vuela todo su presente y su futuro.
Senderos de luces que estremecen su alma
al trazar dibujos de flores en su cuerpo
con pinceles de varoniles trazos,
le roban todas las nociones de su ontología.
Y se las deja robar; porque se entrega entera,
cabal, generosa, latiente, múltiple como alas de mariposa.

Ante el rayo de nube oscura una lágrima de sangre
interrumpe la etérea danza de alas de cometas tiernos
y destroza el silencio el negro velo
como una pedrada que interrumpe el tiempo…que se reanuda.
Música de aleteos de golondrinas
que regresan mustias y rotas le roza el alma
ahora en do menor, en leve crescendo,
hasta el suave nocturno, o la sinfonía fantástica
que la envuelve y la convence con
la canción, cuento de siempre empezar:

Empezar de nuevo,
olvida el odio mordiente sobre tu carne.
No, no vuelve a pasar.
Empezar de nuevo,
te amo, solo respiro si mis ojos te ven,
lava mi culpa con tu amor y naceré de nuevo.
Volver a empezar…fueron palabras impensadas,
fue la tormenta, fue la hoz de la luna nueva,
los picos de las estrellas, el candente cometa,
los pinceles rotos, las golondrinas muertas.
Volver a empezar, olvidar,
Volver a empezar, olvidar…

No.
No volver a empezar.
Eso no volverá a empezar, jamás.
Aquí, su nota final.
Silencio incorruptible.
¡Basta ya!





©María M. Medina Ugaz

Pétalo errante

Brota del tibio y cotidiano
[Látigo de la palabra]
un gemido silente [vestido de Quijote]
entre la piel endurecida de labios púrpura
que aprisiona el aliento
en un [cáliz de arena]
para andar descalza
sobre desterradas nubes color brea
húmedas por la inercia
de [lenguas vivas] en procesión.



© Isabel Caballer

Plegaria de un hombre

Yo también tengo el cuerpo hecho de sal y agua.
Déjenme ser hombre y llorar.
Y reír.
Y cantar.
Y sufrir.
Y temblar.
Y ser débil.
Estoy lleno de música y de aliento de los cerros.
¡No quiero ser hierro!
En mí vive a veces la tempestad,
pero también el canto alegre de un jilguero.
¡Déjenme ser hombre!
No un muñeco.
Permitan que los jardines que nacieron con mi cuerpo
florezcan y entreguen frutos, no estiércol.

Cuando sea niño pequeño,
celebren las mariposas que acaricien mis cabellos,
y dejen que me perfume con el olor de los huertos.
Pongan un roble a mi alcance para que suba a las ramas,
pero también las estrellas para admirar sus destellos.

Yo también tengo el alma hecha de sueños y anhelos.
Déjenme ser hombre y amar.
Y acariciar.
Y besar.
Y sentir.
Y bailar.
Y ser tierno.

Estoy repleto de luna y de gotas del mismo cielo.
¡No quiero ser hielo!
De mí nace a veces un huracán,
pero también nacen soles de amaneceres nuevos.
¡Déjenme ser hombre!
No un muerto.
Permitan que los matices delicados de mi cuerpo
reluzcan y se muestren con orgullo, no con miedo.
Cuando sea niño pequeño,
celebren los movimientos que muestre frente a mi espejo,
y dejen que baile mi cuerpo al son del ritmo que siento.
Pongan piedras en mis manos para lanzarlas al río,
pero también margaritas para que aspire su aliento.

Solo déjenme ser hombre,
¡no de hielo ni de hierro!


© Julia Laborde Delgado

Ángela

Yo, Ángela,
que arrastro mis cachivaches
con una cadena larga,
larga, larga,
que se hace corta
con los años y pesa
y pasa
palabra
con palabra,
mezcla
mezclo
la resaca,
la casa,
la barca de la lírica que se marcha
¿para dónde?
que se pierde en la nada.
Se derrite en la lágrima más pobre
para girar en colores
morados del dolor,
asfixiados con el calor del día.
Y yo era mía, mía, mía
y me perdí
en ti.
Y salgo de la nada para
perderme en ella.
Se me escapa la melaza entre las manos
apuñalada por tus grises y pesadas
palabras.
Regreso a casa
sin nada, cansada de mí,
cansada de mi yo,
cansada de la Ángela
maltratada.
Yo solo quería ser Ángela.
Ángela yo,
no tu Ángela.



© Teresa López

El lecho:

Es nave donde el SER cierra sus ojos e irrumpe en la escena, como si fuese una viajero arrancado de los púrpuras de una vetusta caverna o como si fuese una figura que emerge de las profundidades de un mar de agitadas sombras.

(Caleidoscopio donde el SER repasa las visiones multicolores que dibujan sus horas).

Es allí donde el SER cierra sus ojos y se pone más oscuro que las venus emergiendo de las aguas turbulentas del Caribe, porque es allí donde secreta la melaza más oscura del amor, donde ensaya repetidamente la fiera dócil que es, la ablución de su cuerpo, su entrega a los brazos de esos ángeles breves que le devoran como si fuese la hostia, como si la noche de papel fuese eterna.

Espejo donde el SER pinta manchas rorschach sobre los rostros seductores de esos amantes fugaces con la hemorragia de su lipstick.

Es cuna donde el SER cierra sus ojos y mama la ambrosia de esos emisarios feroces que acarician su gloria, sus gargantas operáticas arrullándole bajo la mirada pirotécnica del cielo: ...a la nananita, que se acueste desnudo, a la nananita, que tendido en la cama inhale y exhale profundo, a la nananita que espere mientras concluye el mantra de la carne, mientras su vientre comienza a hincharse y descalzo le ofrenda a la luz la sonrisa más coagulada del dios, a la nananita.

A la nananita que secrete lunas, minotauros, escarchas, espadas e hilos en la boca de aquel recién parido que bebe su Isla, la miel de su corazón cada vez más fiera derramándose....

(Como si la nananita hubiese sido una sinfonía inscrita en las paredes más recónditas del SER y este hubiese tenido que huir de sí mismo para evitar escuchar el canto divino de aquellas criaturas hermosas). 

Es templo donde el SER se arrodilla bajo las llamas encarnadas de las rosas que se venden en cada esquina porque es allí donde se va quemando la furia encaracolada del desamor, donde la soledad es un cirio que ilumina ese paraíso en el carajo que queda al doblar la sabana del fin del mundo y los recuerdos son espinas que van lacerando su frente cada vez más pálida.

Océano donde el SER va flotando lentamente a la deriva hacia esa otra región poblada de salvajes que van marcando su cuerpo con sus punzones de estrías, fisuras y cicatrices, y que le devastan como si fuesen las olas del tiempo, como si fuesen criaturas que le acechan en los espejos para cubrirle el rostro con la máscara de la mortalidad, remadores que han de transportarle hacia otra isla remota donde será sacrificado en el altar de la divinidad más blanca de esos caníbales.


© Marioantonio Rosa

Flores azules para que no vuelva a llover

Hoy pondré estas flores para ella,
las pondré bajo el altar de un trueno
bajo el anillo de tórtolas al aire
y cantaré su naufragio rojo
frente la fiera de todas las noches.
Hoy hablaré como ella a sus hijas,
susurrándole una lágrima cortada,
imitaré la mueca de su pureza
cada vez que el golpe llegaba
y dejaba surcos de una sombra sumisa,
que no deseaba un encuentro.

Esta tarde, cuando el sol es un puerto claro
y no hace otra cosa que abrazarse entre horizontes
diré por ella las últimas palabras de la lluvia,
con estas flores azules haré una casa de cuerpos infinitos,
para que ella, más allá de su sangre se recuerde,
victoriosa sobre jirones cobardes,
o mejor aún, como el reposo de lo iluminado
llenando los rostros de los sueños,

dejo estas flores en el retablo de su nombre,
para que no vuelva a llover,

cuando ella despierte.



© Ada Rubín

Homenaje a las mujeres abusadas,
violadas y asesinadas.



¿Género…? MUJER.

¿Quién es el verdugo esta vez?
Mujer, hija del arrullo…
Mártir de la ilusión…
Cáliz del sacrificio.
¿Quién es el verdugo esta vez?
¿Cuántos miles de años con el aullido del dolor
fracturando tu silencio…?
¿Estrangulando tus lágrimas?
Violada en lo más hondo de tu espíritu.
Humillada en tu misma razón de ser.
Sangrando en el látigo del desamparo,
cargas la cruz sobre tus hombros…
El insulto… la bala que se incrusta en el pecho,
la violencia, el engaño, la traición.
El abuso sin expiación… ¿Y el miedo?
Toda tu piel goteando de miedo,
con el temblor en cada fibra de tu cuerpo…
Y no es la pobreza… No es el hambre.
Es algo mucho más sutil
que muere para siempre en ti.
¿Y entonces, cómo volver a ser?
¿Cómo cerrar las heridas?
¿Cómo trascender el miedo? Perdonar… ¿cómo?
Crecer hacia adentro, molécula a molécula.
Lograr lo indestructible dentro y fuera de ti.
Preservar tu sangre.
Salvar tu GÉNERO enajenado.
Respira hondo, mujer… ¿dónde estás?
Enciende una lámpara… abre los ojos…
Recoge tus pedazos desgarrados,
cada uno está lleno de energía.
Ponle fin a tu duelo. Tú eres luz de vida.
Eres la supervivencia del ser.
¿Quién es el verdugo esta vez?
Ahógalo con tus lágrimas.
Levántate… es un pacto con tu sangre.
Responde a su llamado. Son las voces
de miles y miles de mujeres abusadas.
Dame tu abrazo… toma mis versos.
Eres ofrenda de amor y redención. Eres MUJER.


© Celia Altschuler
Dedicado a la poeta Julia de Burgos

Has vuelto Julia

Has vuelto a dibujar
sonrisas en el riachuelo,
a escribir poesía sobre los chinos
en las dulces corrientes,
a esconder tus amores en platanales
prohibidos.
Has vuelto con alas,
libre en vuelo,
posando tu esencia
en el perfume de cítricos y cafetales,
jugando con las pomarrosas
en las riberas del río.
Has vuelto robando de la
miel su néctar,
desnudando tu alma
entre mogotes erguidos.
Ya no eres crisálida
vestida de roles sociales.
Tienes alas para volar,
libertad para sentir,
versos para escribir,
tu río para amar


© Magaly Quiñones

Hombres en pequeño

Algunos,
no solo brillan, sino que comienza a existir
cuando adquieren un título
de embajador, ministro, regidor o simplemente dueño.
Trepan giro por giro hasta alcanzar la pompa,
tragan hasta las heces, se avienen a lisonjas
y abordan toda suerte de fantasmas.
Y hay algunos que, ebrios, hambrientos de codicia,
se refugian en máscaras, la mentira los guarda,
y, atentos solo al peso de su tedio, dejan pasar la risa
y la alegría, miran al sol sin entender el fuego.

Son los machos del siglo, son hombres en pequeño,
mirando siempre afuera, nunca adentro.
Escribo todo esto con la melancolía
de una mujer dolida y condolida,
salvajemente rota y agredida
por la furia de un ¨hombre¨ de mi tiempo.


© Ana Leyda Fuentes

Hymenoptera formicidae- relato de mujer violada

Era un sendero de hormigas
que me rascaba la piel;
la carne luciendo mil muecas al aire
desvestidas las orejas
hundido el mentón

escuchaba el sonido de los pasos
dando tumbos sobre mi cuerpo
mientras se alimentaban muy despacio
ras-ras-ras
merrascaban la piel

el tiempo largo ante mis ojos abochornados,
dolorosos de coraje, moribundos

el asco que se desprendía
de mis entrañas
al ras-ras de mi piel

Mis partes, trataba de mantenerlas unidas
¡pero había una selva de patas sobre mi cabeza,
animalditos sobre mi espalda!

ras-ras-ras
se escuchan las pisadas
una dos tres        ras ras  ras

Se alejan
se desvanecen...

siento mis ojos echados en una pupila sin color
mi cuerpo desnudo
busca un rincón donde acomodarse...

...así desnuda me encontraron
llevaba veinticuatro horas en el suelo
en mi cuerpo todavía el cuadro de pisadas
una a una las escuchaba alborotarme el ano

¡ma  ri  co  nas!
la pa  la  bra  se quedó sin fuerza

manos extrañas exploran mi ojos
y descubren un color que no se explican

¿En cuántas almas habitará esta misma condena?


© Antonio Santiago Merlo

“Maldeadán”

Basta ya de adanes repetidos,
ni culpas cascadas y escupidas,
asqueados como pomas rumiantes
en sierpes sucesoras, cainitas,
para que alumbres teas con dolor.

Basta ya que empujen eclosiones
al sino inmolado del Taigeto,
o al proyectil digital de uranio,
de psique lavada a quema ropa
y con-ciencia para detonar.

Basta ya de pueblos seminales,
ni leyes gametos sin olivos,
ni ciudades sin tu volición
ovariana de estirpe uterina,
de vuelo metralla sin palomas.

Basta ya de testar corolarios
que te desposen virgen sin mancha
para quebrarte los pies descalza
a fuerza de nanas de sillón,
presa de imperios testiculares.

Basta ya de carimbos en tu alma
que las lonjas de especulación
te fichan con el hierro candente
cuando eres hormona permutada
en el cadalso de los caudales.

Basta ya de que seas sólo sexo
lapidado, en esta hora de pan
dividido que te reconozco,
en que bebo tu sangre cautiva
con furia de llanto umbilical.

Basta ya de los silencios roncos
que gimen los lentos caracoles.
Basta ya de mitos de costillas,
de fe que anhela mirar costados
y ver amazonas derrotadas.

Basta ya de la mudez inédita
que Narciso burló de tu rostro.
No más ecos de vidrio sin verbo,
ni logos ajenos de otros faunos
en tus labios que yacen bajo el río.


©  Josefa M. Pabón Rodríguez

Mujer tierra

en tus ojos el mar no me asusta.
de oreja a oreja la resaca del mar en chispas saladas y amarillas.
de humo verde tu nariz de hombre pez.
en tus labios abiertos descansa la luna creciente.
cada línea en tu piel, cada arruga, una viajera desnuda.
¡ah! y tus codos, tus venas, tus puños cerrados,
tus manos abiertas, tu dedo índice mutilado
pulsan la vida por los caminos.
por tu pecho resbalan el agua, la saliva, los sudores,
tus líquidos y los míos,
las olas todas.
por tu cuello, por tu espina, hasta tus nalgas camina una mujer hechizada.
entre tus muslos hay un túnel claro.
entre tus piernas se enreda el pelo de una mujer tierra.



© Eugene

Súplica

Griterío gris, de voces dísonas,
surge endeble del frío silencio,
en tumbas rosas, muertas de desprecio,
por bestias bicéfalas asesinas…

Testas de hombres, cabezas lívidas.
Labia de seda, vesánico juicio.
Terratenientes del fin y principio…
De madres, amigas, hijas, vecinas.

¡Pobres engendros de la decadencia!
Comen odio. Crecen férreos egos.
Espíritus, críos de la violencia.

― ¡Mujer! ¡Diosa de todos los destinos!
Quita, te ruego, de mí este karma.
Crece en mi luz un jardín de niños.



©Yolanda Arroyo Pizarro

Dónde están las almohadas

«alea iacta est»
Qué necesitas para ser feliz, preguntas ilusionada
contesto: una amante que me regale almohadas
una almohada suave y firme con memoria de látex
o foam para recordar lo estrictamente necesario y
olvidar que no tengo anillo una almohada de plumas
antialergénica y sin asma para dormir de lado volar boca
arriba cruzar mi piel con otra piel en la certeza que alguien
me entienda carente de psicoanálisis una almohada que no
lleve al límite ni me diagnostique que entienda
la ecuación de Einstein la radiación de Hawkings las
once dimensiones una casa construida en Kepler
el vicio del teclado una almohada para que mi cuello
quede hermosamente horizontal alineado
con el resto de la desconfiada columna postura vertebral
herida por las promesas a medias o el dolor abierto
tan espantosamente abierto sin esperanza de redención
Quienes duermen de lado suelen requerir sueños y besos
de boca franca silbido de lengua sexy lágrimas y mocos
que no ahoguen al convocarlos; se sugiere almohadas
más gruesas con una disculpa a tiempo que no te saque
en cara errores pasados ni el día en que fuiste víctima y
no victimario Una almohada blanda y fina que te haga
dormir boca abajo puede evitar lo que dicta la terapia fría
aquellas que hospitalizan el agravio en contra de los
apapuchos las consecuencias de una postura inadecuada
traerá falta de descanso y olvido rigidez de cuello
contracturas en la mañana o hasta finales azarosos;
si te mueves mucho y cambias de postura una
almohada de firmeza media será desagradecida no
valorará tus esfuerzos te hará llorar durante los
tapones mientras te cepillas los dientes frente al espejo
y en el baño de damas de la oficina así irás perdiendo
la cabeza y roncarás grandilocuentemente loca.



© María de los Ángeles Camacho

Juego sucio

Ese tono a mora en tu párpado
ese asiduo oasis en la mirada
el huerto de dedos en tu faz
el baile flamenco sobre el costado;
has ganado.
¡A látigos!
porque tu femenino armamento
te insinúa
porque riegan sospechas tus pupilas
al horizonte
porque de seguro-tu madre no es quien llama;
has ganado.
¡A Saliva!
Por tus insulsas recetas
por el capricho de cerrar las piernas
por esa fase lunar que se te antoja;
has ganado .
Esta voz -y la de similar pensar-:
¡A Repudio! han ganado.

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