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Trabajos Grito de Mujer 2017 Chiapas México

Poemas y textos leídos en Grito de Mujer 2017 Chiapas, México



(Tuxla Gtz)



Elda pérez Guzman



Elda Pèrez Guzmán, (Tuxtla Gutiérrez, Chiapas).Profesora Normalista (ICACH), Licenciada en Pedagogía (ENSCH), Licenciada en Letras latinoamericanas (UNACH) y posgrado en Maestría en Educación Superior (IPECH-S.E.). Experiencia docente en Educación Especial y UPN- unidad 071, donde es asesora académica, coordinadora de Difusión y Extensión y responsable de publicaciones. Poeta, narradora, ensayista, investigadora de Literatura infantil.



En el ocaso de la muerte



Declina el sol

en el ocaso sanguinario de la muerte

y la montaña mira detrás de la frontera

nubarrones de humo y de silencio

mientras crece la Hidra y su veneno.

A donde vaya Sara o Elena

la Hidra puede arrancar

su candorosa risa y convertirse

en doloroso sueño.

En tiempos sombríos

los dioses duermen

mientras el malhechor

se pone la capucha y afila su cuchillo

¿Qué cuerpo en plena primavera

dejará de ser lirio o azucena?

¿Bajo qué lápida quedará

sepultada su fragancia?

En vano crecen hierbas bondadosas

pero ninguna hierba

puede curar tantas heridas,

vivimos en el dolor del medio día

apaciguando el tiempo en las rodillas

esperando que vuelva María,Sara, Elena… ;

esperando que decline el día

vuelva su risa

su caminar tranquilo

pero los días pasan

y llega el terror con los rumores.



La tortura empieza haciendo espasmos en el alma

entre rasgaduras de vestidos

y la señal de que era ella

por las zapatillas rojas

y el mechón rubio de pelo.






Ataviada




No me arranques las alas

rompe las ataduras de mis brazos,

desamarra ya

cada uno de mis dedos,

que termine el conjuro

y la maldición de los Adanes.

Te devuelvo los huesos de tu costado.

Nací árbol fértil

para parir Evas y Adanes.

Soy raíz y sombra

En mi ombligo

tú ahora estás atado,

prendido de mi vientre,

eclipsado en mis pechos

que alumbran tu camino.


Ya no seré más tu paraíso

tu Eva esclavizada.

Soy la mujer que ofrece lunas.

Las manzanas quedaron en tu huerto

en la tentación de la carne y el deseo


Eros está muriendo

porque el placer ahora sólo eso

instinto y sexo.






Que no termine la esperanza


A Nadia Vera



Que no terminen de florecer las margaritas

en el asfalto y la montaña,

que sus raíces se extiendan

que no se convierta en polvo y olvido.


Que dancen las palabras sobre el llanto

en el umbral del grito rebelde y doloroso.

La tierra es un puño de polvo

sobre la madre patria;

ya no hay regazo, ni cobijo.


Desde hace tiempo

la orfandad se metió a mi casa

arrancó de mis manos el pedazo de sol

que alumbraba esperanzas.


La casa es triste y fría,

ya no ríen las niñas

ni bailan los muchachos,

nació el desamparo y el silencio

mientras crece la desconfianza,

la indolencia que corrompe todo sueño

donde habita el olvido.








Yolanda Molina Quiñones




Yolanda Molina Quiñones.- Poeta y pintora oriunda de Tuxtla Gutiérrez, Chiapas. Obtuvo el primer lugar con la obra pictórica “paisaje de Tuxtla”, en la Feria Internacional de Tapachula Chiapas 1965. Su obra poética ha sido publicada en 13 antologías, SECH, Congreso del Estado, CONECULTA, UVG. Revista “canto sin Fronteras” del 1 al 4 CONECULTA Chiapas. Poemarios individuales: “desde entonces soy otra” UNICAH 2009, “ A qué seguir buscando paraísos” CONECULTA Chiapas 2015 y “La palabra incendiada” Ayuntamiento de Tuxtla Gutiérrez, Chiapas 2015. El canta autor Gustavo Manuel Clemente Tovilla le musicalizó el Poema “vengo de algún lugar” del libro “desde entonces soy otra”. Recibe la presea en poesía Armando Duvalier 2016, otorgada por la AEPECH. Pertenece al Seminario de cultura Mexicana, AEPECH, Poetas del mundo, AMA internacional y Grupo literario Décima Musa.





Pesar de una noche de Julio




En el cielo de la tierra amada

no surcan victoriosas las palomas.

Desde la casa generosa de tus guías

conoces el lenguaje de las aves,

el ciclo de la siembra, de la lluvia,

cada piedra labrada

por tus antepasados

Brotaste del campo

La noche de amarga iniciación,

a ti, conocedora,

te vedaron el huerto.

Que pena, Señora, ver nuestra casa

presa de los bárbaros.





Encierro y Soledades
A Juana Inés





Sobre esta tierra oscura

Esplende tu palabra.

¿A dónde va la mirada de tristeza

de tu hermoso rostro?

¿El nudo del corazón que ata tu vida al claustro,

el frío que me hiere de tus pies descalzos

que la celda amordaza?

¿Por qué el desprendimiento?

para enterrar tus sueños en los muros

y ahogar voces los árboles del patio?

Soledad respiran las paredes,

soledad el agua de la noria,

soledad espeja tu mirada

y grito mi impotencia por tu encierro.






La muerte del ángel





Amarás a tu prójimo

como a tí mismo




Niña,

cómo pudieron darte dolor

y borrar tu sonrisa?

Qué sienten esas mente criminales

aplaudidas por otras, proclamando inocencia?

Madre del pueblo,

el dolor de María,

lo estás viviendo.

Incapaces, corruptos, los juzgadores

recibieron las 30 monedas

y rieron cómplices.

Ten fé señora,

la ley divina nada oculto permite.

Ten fé

madre del pueblo, amiga,

Hoy lagrimas derramas, impotente.

Los culpables mañana tendrán su merecido.








Margarita Aguilar




Margarita Aguilar Ruiz. Desde los años universitarios ha colaborado en grupos médicos y sociales para la respuesta al VIH/SIDA, como lo fue el programa UNIVER SIDA de su Facultad de Medicina en Chiapas. La tesis de grado fue una investigación sobre la percepción del riesgo de infectar al VIH en adolescentes rurales y urbanos. Ha colaborado en diversos cargos en la gerencia de organismos de apoyo y mitigacion del daño para personas viviendo con VIH/SIDA, como “Casa abierta para la lucha con el SIDA, a.c.” y “Abracemos a Tonala a.c. Ha trabajado por doce años como líder de programas estatales dirigidos a grupos vulnerables de Chiapas (Promoción de la salud, Unidad de Género y salud, Programa Estatal de Prevención y Control del VIH/SIDA y otras ITS, Programa de Prevención y Control de Tuberculosis y Lepra, entre otros). Ha escrito novelas sociales sobre el tema de los grupos vulnerables y el impacto de condiciones como el VIH/SIDA, la violencia de genero, la trata de personas, la inequidad social y la militarización entre otras; la mayoría se encuentran en la web: Con la fe erosionada, Rosas sin cáliz, Rosario… el rostro femenino del SIDA, La casa de los Cipreses… una mirada al mundo gay”, La Matriarca, etc. En este trayecto de vida ligado a la salud pública y a las emociones y sentimientos ha venido construyendo una propuesta dirigida para la prevención y la atención de los niños viviendo con VIH/SIDA, su propia maternidad y el reencuentro que esta etapa le ha permitido con su ser mujer y la niñez hacen que este proyecto sea un anhelo existencial por el cual trabajar y confortar los deseos de justicia social. Ella es la líder de la Fundación Nuestro Hogar en Chiapas, quien en su seno alberga personas de gran corazón y calidad moral y ética. Amigos personales de la Dra. Aguilar con quienes esta armando este rompecabezas de amor para dar mas amor a través de un servicio sin límites. Libros Publicados: Con La Fe Erosionada, Desarraigada, La Casa De Los Cipreses.






Por los olivos


(Dedicada a Chary Gumeta)





Ventisca de olivos

Entre arena inclemente,

rostros sedientos

acompasados de luna.

Así tenues y vivas

La llama de infantas

Susurrando justicia

Entre rezo y mezquitas.

Unamos las almas

La tinta cual arma

E incendiemos conciencias

Por esas tan niñas

Tan ellas

Tan nuestras.

Ventiscas de olivos

Entre arena inclemente.







Poesía del espacio interior




Inmensidad devorando misterios

Convocando mi rebelde humildad

Soy la nada entre el confín de tus olas celestes

Tú me enseñas a morirme de mí.

Cuando enfermo de arrebato y extraños suspiros

Cuando clamo “ por ques” y me busco sin mí

Acudo a ti, insaciable universo y comprendo la nada en mí.

Mensaje divino eterno

Que sacias la tortura del alma

El ocaso eterno en tu entraña, de estrellas, constelaciones y caminos

Me cimbra e inspira

Entiendo la minúscula vida y me rindo en la paz del estar

Inmensidad devorándolo todo

Las ansias, las culpas, los miedos

Llévate pronto los ruidos urbanos, desamores y búsquedas vanas

Soy la nada entre el confín de tus olas celestes

Tú me enseñas a morirme de mí.







Maria Guadalupe  Zepeda Chanona



María Guadalupe Zepeda Chanona, nació un 20 de septiembre de 1955 en la ciudad de Ocozocoautla de Espinosa, Chiapas, México, y actualmente radica en Tuxtla Gutièrrez, Chiapas, es autora de los libros “Reflexiones” y “Para ti”, publicados en los años 2007 y 2010, respectivamente.Es miembro activo de la Asociación Cultural “Dr. Rodulfo Figueroa y de la Asociación Civil Movimiento Ciudadano por la Cultura en la ocupa el cargo de Secretaria y ha participado en “Grito de Mujer” representado por la Poeta Chary Gumeta, así como en diferentes foros culturales.





Soy Mujer



Soy mujer de nacimiento soy la luz de mis anhelos, para escoger el camino a donde habré de llegar.

Mi cuerpo me pertenece, mi vida es tan sólo mía nadie tiene mi permiso para poderla cambiar.

Mi belleza es mi tesoro es la fuerza que me guía a lograr con mis esfuerzos, éxito y prosperidad.

Nadie que se diga humano tiene el derecho en su mano de llevarme a su arrabal para hacerme zozobrar.

Lo amonesto y lo sostengo, porque sé quién soy, también de dónde vengo, e inclusive, a dónde voy.







Arrebatas



Arrebatas mis sueños, el deseo infinito de ser libre, me despojas de mi voz y me transformas.

Soliviantas mi derecho, mis pasos ya no son míos y cual títere movido por las cuerdas, me manejas.

Me atas a tus bajos instintos, me sometes cual ave de feria,

tus pasiones me encadenan y cual jaguar me doblegas.

Me quitas de las manos mi albedrío a disfrutar, a ser yo misma, y por la acera, ¡libre caminar!






Mujer De Silencio




Soy mujer del silencio, lágrima suspendida esperando su tiempo. Nieve antes de invierno.

Soy caricia reprimida, flor que no abre enseguida, campana sin doblar y sonido que se pierde.

Soy esperanza atrapada en jaula con barrotes sutiles,

soy nube que no encuentra jardín para dejar su líquido.

Tormenta que amenaza trocada en lluvia fresca y vendaval que no arriba por falta de fuerza.




Natalia Pimentel



Estudiante de Lengua y literatura hispanoamericanas, 25 años de edad, Coiteca. Ha publicado en periódicos locales, y participado en diversos eventos organizados por la UNACH, así como en diversas plataformas culturales independientes. Amante de las letras y el azul.






Diosa




Mujer mística, fuerte y absoluta,

madre de la tierra y madre nuestra,

elixir sagrado de redención,

guerrera inmortal.

Tú la del canto infinito

que ha arrullado desde el principio,

la cuna de la humanidad.

Falsa Eva, poderosa chamana,

ser basto que reina la naturaleza y la posee,

hermosa bruja de sangre y vida.

Libérate del oscurantismo

y del padre y del hijo y del espíritu que te encadena,

tu eres el fin y el principio.

En ti creo.

Mujer de marcha valiente, que hizo un hogar del mundo,

que digna cuidó de sus crías eternas

y sabia resguarda los más profundos secretos del universo,

madre creadora del amor y la consciencia.

Creadora del fuego y la luz, sensual y sapiente.

Fértil soberana de todo.

Vengo aquí y te ruego madre, te ruego hija, de rodillas,

date cuenta, de tu sufrimiento y libérate,

y únete y rebélate,

porque somos tuyas todas

y todas somos nuestras.








Dolor nuestro




Amo a las mujeres desde su piel que es la mía.

A la que se rebela y forcejea con la pluma y la voz desenvainadas,

… A todas las amo y me felicito por ser de su especie.

-Gioconda Belli





Adolece la tierra los pasos de niña que no alcanzaste a dar,

y trepida y se estremece, por las inocentes sonrisas que de ti le faltan.

Los ojos ajenos, estos ojos,

lloran tus lágrimas y la indiferencia de tus costumbres.

Se indigna el corazón

que te sintió llorar en la distancia, y aquí tan cerca,

Cómo romper el muro arcaico que te cubre

y que ciega a tu familia y que embrutece al mejor postor,

que te rompe y te desgarra sin inmutarse,

forjado de violentas tradiciones,

y de esa inhumana cultura que justifica con sus hábitos la crueldad,

donde la indiferencia es la moneda por la que te cambian,

donde no se conoce la compasión y se olvida la inocencia.

Me lamento, nos lamentamos todas,

por ser parte tuya y parte nuestra,

te lanzo mi grito y te protesto aquí,

a ver si me oyes,

a ver si alcanzo a tocar un pétalo de tu flor que se marchita,

a ver si alcanzo a rozar la piedad de tus victimarios

disfrazados de “hombre de costumbres”.

Y me lamento, y te canto y te lloro,

pero como te devuelvo mujer, la niña que ya no te queda?

Que sirva este dolor, para que lo hagamos nuestro

y a quien escuche, dejarle en la mente la indignación

y esta protesta.




IIII

Las marcas de tus hombros desnudos




El tránsito de la vida cruel.

Se te nota el peso de los años responsando en la mirada,

y el dolor mismo camina sobre esos tus pasos

que no pudieron salir de las banquetas por la noche.

Las rojas luces sobre tu cabello, el rímel derramado por tus pómulos,

las mejillas pálidas y empolvadas,

los extravagantes tacones que se te encarnaron en los pies

después de tantas calles,

el vestido cada vez más corto

conforme avanza tu edad,

cada vez más carne que mostrar

para venderla a los lobos que aúllan

al pasar por tu esquina, tu esquina que antes fue un cuarto,

con olor a cárcel, a sexo y a whiskey barato.

Una esquina que te aprisiona, que te arrebató de tus padres,

que secuestró y para siempre tus sueños,

que te calló las ansias y que te perforó el espíritu.

Caminas con el alma a rastras

y se te fractura una de por sí mal lograda sonrisa,

cuentas tu historia por un cigarrillo, que sostienes temblorosamente,

no te ofrecí cariño, pero te lo doy sin que lo sepas.

No puedo salvarte, pero te acariciaré gentilmente

y te escribiré este canto

para que no puedan olvidarte. Porque existes,

existes entre muchas calles, de tantas ciudades,

eres real y fuiste niña e inocente,

y soñaste con cantar o con un amor decente.

Te jugó mal la vida, pero te asesinó la indiferencia,

te desgarró la lujuria y te condenó la injusticia.

La avaricia de tus verdugos, la crueldad de todas las manos

que te tocaron voluptuosamente en la oscuridad, te arrebataron la esperanza.

Y las gentes y las mismas luces aún titilando inmutables,

no me entienden, nadie te salva, ni me alcanza este llanto.








Sulma Jiménez




Sulma Jiménez nació en Sinaloa, una pequeña colonia del municipio de Frontera Comalapa, Chiapas, México, en 1988. Estudió la licenciatura en Comunicación. Un día tomo conciencia de su voluntad por la creación literaria. Así llegó a la poesía. "Dedico mi poesía a todas las mujeres del mundo, que emprenden nuevamente el vuelo, con todo y las heridas, a pesar de todo lo vivido."




I



Diviso en la primera esquina un espectacular

resquebrajado que me sirve de refugio.

No sé dejar de escuchar, pienso.

Desaparece el asfalto y se convierte todo

en un cauce sonoro;

percibo el lenguaje de los perros,

y el crujir de las láminas que piso;

cómo retiembla todo bruscamente en mi sien,

el aire trae un postergado y fúnebre silencio.

Levanto el vuelo.



II


No sé cuándo el cristal rompió tu mirada

oscureciendo tus ojos, destruyendo tu casa,

me di cuenta cuando enterraste a tu Dios,

y pusiste en entredicho tu fe y su existencia:

éramos dos niñas llorando al padre.

¡Yo estaba allí! Todo era silencio e incierto.

¿Por qué te quedas callada?, ¿Por qué no dices nada?

Íbamos de cabeza a no sé qué senda 

arrastradas por un camino de hormigas, 

tal vez a un exterminio de flores,

¡vayamos a correr a casa de la abuela!

Nuestros ojos disipaban en ninguna parte,

no sabía si estabas viva o muerta,

me conformaba con ver tu sombra al lado mío,

quizá para no sentirme sola


hasta que aprendimos a cargar con un féretro dentro de uno más grande.




III



Detesto la mirada frustrada,

la opacidad del ojo,

ver porqué se pierde el musgo entre la lluvia

y cómo inicia la guerra en uno mismo.

Pienso en todo eso,

¿De qué forma llegar sin extraviarse,

sin dejar la esencia en el camino,

sin destruir al otro?


Todo da vuelta,

regreso al punto de no tener respuesta

a esta ausencia compartida, visceral,

que nos hace ir en busca de lo desconocido,

siempre yendo a no sé dónde.







PARTICIPACION DE LAS NIÑAS






Elda Amaranta Gomez Perez (11 Años)




Yo soy Eldita tengo 11 años, soy una niña soñadora, curiosa y juguetona.

Suelo asombrarme cuando veo como juguetea el sol y se cuela por mi ventana, entra a mi cuarto y quiero atrapar su sombra que se mueve por toda mi habitación.

Lo mismo pasa con el sonido del viento, busco su voz y se me escapa.

Recuerdo que desde chiquita guardaba todo lo que encontraba en mi camino y siempre andaba cargando mil cosas, como lo que voy a enseñarte de mi mochila.

Mientras yo juego, me estremece el mundo cuando veo en la noticia que otras niñas en países del medio oriente, se están casando, ya tienen esposo, hijos y obligaciones.

¡Yo estoy en contra de los matrimonios infantiles!

Me da coraje y tristeza ver roto los sueños de esas niñas; ¡Que cambio tan brusco y violento!

¡Ay Larisa! Tú mi muñeca preferida la que abrazo muy fuerte cuando duermo, no podría cambiarte para cuidar un verdadero bebé.

¡Yo soy Eldita, y exijo se respeten los derechos de las niñas!, debemos ser felices, tener una familia que nos cuide y proteja, sin riesgos y adversidades.

Tenem os derecho de ir a la escuela, tener una educación digna y tomar nuestras propias decisiones en el tiempo correcto.

Vamos a romper con esta costumbre adjudicada a la cultura que trae tristeza en mi corazón de niña.






LEDA SOFIA GOMEZ PEREZ (11 AÑOS)


Y venía cayendo, cayendo,cayendo…
¿No tendría fondo aquel
Pozo?
Lewis Carol



Aventurarse al pozo de la imaginación, en el apasionante mundo del asombro y el juego, corresponde al maravilloso país de los niños.

Imaginar, pensar, soñar, correr, hablar, decidir…; forma parte de la naturaleza de ser niños y la libertad de comunicarnos.

Anteriormente la infancia era considerada como un estorbo en el siglo XV, los niños y las niñas eran abandonados a su suerte o cuidados por nodrizas sin los lazos afectivos de sus padres.

En el siglo XVI éramos considerados pequeños adultos y obligados a servir y trabajar arduamente, sin derecho de asistir a la escuela.

Es en el siglo XVIII que a través del pensador Juan Jacobo Rosseau con el lema: El niño nace bueno es la sociedad quien lo corrompe. “Postulaba que la educación debe entender al niño, satisfacer sus necesidades y mejorar sus intereses naturales”.

Recomendaba que hasta los 12 años debíamos jugar con libertad. Por supuesto que a muchos no les agradó y causo polémica.

Fue hasta el siglo XX que entre corrientes filosóficas, psicológicas y pedagógicas; se determina que el juego es una necesidad en la vida de los niños y en 1959 se declarara “Los Derechos del niño, considerándolos como un ser social con derechos y deberes y que la

sociedad y el Estado deben brindarnos protección, educación, salud y bienestar integral.

¿Me pregunto, qué pasó con estos derechos del niño?

Cuando las niñas están siendo violentadas en el ejercicio forzado del matrimonio infantil en más de 50 países alrededor del mundo como: África, La India, Siria, Pakistán, Libia…

¿Porqué robarles sus sueños y juegos a temprana edad?

No sólo maltratan su cuerpo frágil, también su alma de niña.

Me entristece que en mi país de México y en mi estado de Chiapas también abusen de las niñas y sus padres las vendan, que las pongan a trabajar duro, que las exploten y les enseñen a servirle a los hombres de la casa.

Exijo por la igualdad de derechos entre hombres y mujeres.

Qué los niños y las niñas del mundo jueguen, jueguen sin detenerse,

que nuestra risa sea el sonido interminable de la alegría.

Por la paz y el bienestar de los niños y niñas.










Yolanda Del Carmen Velasco Aguilar (12 Años)





Yo soy Malala




A mi padre siempre le decían que me cambiaran el nombre de Malala

Significa triste pero para él tenía otro significado valentía. A mí nunca me

Quitaran el derecho de estudiar estudiare en la casa, en la escuela u otro

Lugar no me quitaran el derecho de estudiar. Está escrito en el sagrado

Corán que la verdad debe proclamarse y la falsedad debe morir, mi papa

No me presiono me dejo hacer lo que yo quería. Sabía cuál era el riesgo de

Estar enfrente a una cámara, nunca imaginamos que se atreverían a

cambiarme permanentemente pero lo hicieron que lastima porque sigo

siendo Malala.

Yo considero que vivimos en una “sociedad patriarcal” en la que los

padres consideran a sus hijas de una forma reproductiva y doméstica en

ves de formarlas intelectual y profesionalmente. Además pocas niñas llegan

a completar sus estudios de secundaria el problema es que es injusto

todos lo ven y no hacen nada, no nos obligaran a quedarnos calladas

nosotros debemos de alzar la voz y gritar.






(San Cristóbal de las Casas)






Tayde Herrera López


Anónima



Estoy frente a mi cuerpo. Desnuda y rígida. Observo en mi rostro la última mueca del horror de la noche, o el ¿día? No recuerdo. He perdido la memoria. ¿Qué hago?, ¿lloro? Pero no tengo ganas de llorar, ni de interpretar el papel de plañidera. A mi alrededor hay cuatro cuerpos más que me acompañan. Y está ella, con su sombrero, su estola, una sombrilla y su vestido largo adornado con flores, se ve tan elegante. Se acerca a mí, delicadamente decora mi desnudez con una flor, su presencia da color al cuarto laminado y sangriento. Alguien más llega. Sus lamentos traspasan las paredes, no comprendo sus palabras, son sonidos intensos que se contraen, se alargan y resuenan en este frio lugar. Con guantes y bata blanca, Elías se acerca a un hombre mutilado, vienen por él. Me pregunto. ¿Alguien vendrá por mí?

Un día más. Espero, ella está a mi lado, no distingo su rostro, pero si veo su parsimonia al caminar y al acercarse a los cuerpos que continúan llegando. Acomoda su estola y, paciente, aguarda.

Me llaman la desconocida, la olvidada, porque nadie ha venido a reclamar mi cuerpo verdeazulado y de ojos hundidos.

Desde hace dos días Elías es quien me revisa, con cuidado levanta mi mano, observa mi cuello, mira mis uñas. No habla, sólo escribe. Gritan su nombre, coloca los papeles sobre la mesa. Intento leer su contenido: veinte años de edad, piel morena, cara redonda, complexión delgada, labios gruesos, nariz recta, tatuaje en el hombro izquierdo, cabello largo y negro, moretones en el cuerpo, rasguños en el cuello, falleció a las siete de la noche. ¿Así fui? Ahora soy materia de descripción sin un nombre.

Elías regresa con Javier. Entre los dos hombres me mueven, tratan de alinearme para colocar más camillas. Javier manipula con desgaire los cuerpos: Hay que aligerar la documentación, porque se nos amontonan, y no tenemos espacio. Elías sólo mueve la cabeza. El doctor fue contundente: Si no son reclamados a las cuarenta y ocho horas, a la fosa común.

Nadie llega. Mi tiempo venció. Camino junto a Elías y Javier entre tumbas sin nombres, fosas abiertas y flores marchitas, a mi lado camina ella, con su vestido que resplandece con el sol.

Cubierta con una bolsa blanca mi cuerpo cae dentro de una fosa en un terreno árido que dificulta mover la tierra. Al final, colocan una placa con el número 1,287. En lugar de un nombre, soy un número. Si alguna vez tuve uno, no lo recuerdo. Ahora soy una de tantas, desconocida y olvidada en el archivero del limbo.



SEMBLANZA

Tayde Herrera López. Estudia la Maestría en Estudios Culturales en la UNACH. Participa en el taller literario del maestro Alejandro Aldana Sellschopp. En Chiapa de Corzo coordina una Sala de Lectura para niños de 6 a 13 años. Integrante de la organización cultural “Abriendo Caminos” José Antonio Reyes Matamoros y del Colectivo de Promoción Lectora





Irma Méndez Sánchez


Ser mujer en la vida y en la escuela. La historia de Rosita


Todo sucede cuando una maestra nueva llega a la comunidad y observa que cerca de la escuela vive una familia con cinco hijos; tres niñas y dos niños.

La maestra, al percatarse que ninguna de las niñas asistía a clases, se preguntó -¿Por qué estas niñas no asisten a la escuela?- Su inquietud la llevó a indagar tal situación, por lo que decidió visitar la casa de la familia. Al llegar a la casa los perros ladraron fuertemente -¡wow,wow,wow!- Doña Panchita salió prontamente y espantó a los perros, la maestra dijo -buenos días Doña Panchita ¿cómo está usted?-, en eso apareció Don Alonso que con una mirada de molestia expresó -¿¡Qué paso maestra!? ¿¡Que la trae por aquí!?-, la maestra correspondió diciendo -buenos días Don Alonso, fíjese que estoy realizando visitas para invitar a los padres de familia a que inscriban a sus hijos y asistan a la escuela-, Don Alonso respondió -¡ah, ya entiendo!, pues… la verdad no me importa la escuela, porque Martha y María ya están grandecitas y aquí ayudan muy bien a su mamá y a su abuelita, sin tanta escuela están aprendiendo a tejer, a hacer tortillas y ya pronto se casaran así que no hay necesidad de escuela, si en este momento las mando a la escuela, pueden agarrar marido, solo yo sé cuándo y quienes serán los maridos de mis hijas y en cuanto a Rosita, ella tiene 3 años, aún es muy pequeña, pues todavía toma su biberón-

La maestra respondió -precisamente Don Alonso, los alumnos que están en mi escuela tienen tres, cuatro y cinco años, son de educación preescolar, después pasarán a la primaria- a ello, Don Alonso respondió -¡Ah bueno, pero yo no quiero que vayan mis hijas, ande, siga en otras casas pero yo no mandaré a Rosita! – La maestra suplicó –pero por que no Don Alonso, por favor inscríbala y ya vera que aprenderá muchas cosas. De nuevo Don Alonso contestó -No maestra, no es posible que Rosita vaya, está muy chiquita, además es mujer, de nada le servirá la escuela, en cambio mi hijo Panchito podría ir, nada más que él tiene apenas dos añitos y todavía mama, el sí podría ir, pero Rosita tiene que cuidar a su hermanito, además podría aprender la pereza, no, no puede ir, así que ¡váyase ya!-

La maestra nuevamente muy insistente le dijo: -Don Alonso, no le niegue la oportunidad de que vaya a la escuela, ande déme la oportunidad de servir a usted y su hijita-, Doña Panchita, la mamá de Rosita miraba con ojos de que sí quería que su hija estudiara por eso dijo –Alonso, sería mejor que Rosita vaya uno días, total es de niños pequeños, allí no encontrará marido. Alonso miró desafiantemente a Panchita, y ella ya no dijo ni una sola palabra, solo suspiró hondamente porque le tenía temor a su esposo.

Después de la insistencia de la maestra, por fin Rosita pudo entrar al primer grado de preescolar. Rosita participaba, era muy inquieta. Doña Panchita miraba el avance de su hija, se sentía muy gozosa, procuraba mandarla bien arreglada, le compraba su cuaderno y su lápiz. Un día Doña Panchita platicó con la maestra y le dijo -ay maestra yo hubiera querido ir a la escuela, pero mi papá, así como Alonso no me dejó ir, si yo hubiera estudiado, tal vez sabría leer, escribir, defenderme y conociera la ciudad, pero hoy me da miedo ir porque no se hablar con el caxlan (mestizo), por eso deseo que mi hija estudie y quizá ella pudiese tener mejor suerte-.

Rosita terminó el primer grado de preescolar y al siguiente entró a la escuela Panchito, su hermano menor. Ella llevaba y cuidaba pacientemente a Panchito.

En educación preescolar, podían dibujar, hablar de lo que les gustaba, escenificaban cuentos y elaboraban manualidades. Y para desarrollar el lenguaje, los niños aprendían poesía, formulaban adivinanzas, se les motivaba a reconocerse como niños únicos, con una identidad y autonomía propia. Los tres años pasaron rápidamente y Rosita culminó preescolar, su abuelo, Don Antonio intercedió para que su nieta continuará su primaria. A Don Alonso no le quedó más remedio que aceptar, pues no podía desobedecer el mandato de su padre, así era la costumbre.

Rosita iba creciendo muy bonita, con una larga cabellera, con una mirada de inocencia, y eso sí, con un gran deseo de aprender, así pasaron los años y terminó el sexto grado de primaria. En esta etapa, Rosita ya contaba con algunos pretendientes, pero ella no se fijaba en eso, solo pensaba en estudiar, por eso suplicó a su padre que la dejara estudiar la secundaria, y Alonso accedió a dicha petición.

Al terminar la secundaria, Don Alonso le dijo a Rosita que ya no podía seguir estudiando porque tenía que casarse, pues los años pasarían y después ya no podría exigir tanto para darla en matrimonio, sin embargo, Doña panchita dijo: - es mejor que vaya a la escuela, sería bueno que continúe y así dirán que tienes una hija “muy chingona”- Don Alonso dijo –¡No, yo no quiero eso, te lo dejo a ti si puedes con los gastos, allá tú, yo no ayudaré en nada!-, Doña Panchita, asumió el reto, se dedicó arduamente a la venta de tortillas, tamal de frijol, al bordado de blusas, venta de comida para los maestros de la comunidad para ayudar a su hija.

Rosita estudió bachillerato, fueron tres años de arduo trabajo, estudiaba y trabajaba como empleada doméstica para poder sufragar los gastos que requería su educación. Pasaron los 3 años, pocas mujeres lograron terminar sus estudios, algunas se embarazaron y tuvieron que casarse, otras quedaron como madres solteras y Rosita pudo concluir. Pensando que con sus estudios obtenidos podría encontrar un empleo mejor remunerado, buscó y buscó sin encontrar nada, pues exigían estudios de licenciatura. Tenía muchos deseos de continuar sus estudios universitarios, sabía que requeriría mayor dinero y más tiempo, por lo que no le quedó otra alternativa que regresar a su comunidad.

Con gran semblante de tristeza, Rosita llegó a su casa, su papá le dijo: -ahora sí, dame la razón, la escuela no sirve para comer, mira como tú con tu estudio no pudiste buscar trabajo, en cambio, tus hermanas ya están casadas y con hijos, les va muy bien, pero tú ya eres grande, estás vieja, has cumplido 18 años, quien sabe quién se quiera casar contigo, tendrás que esperar algún viejo, viudo o dejado para que se fije en ti y yo no podré ser exigente en pedir la dote de la boda, pues ya pasó tu tiempo-. Rosita y Doña Panchita lloraron amargamente, pero Rosita dijo en su corazón –no se acaba el mundo, aún tengo esperanzas, buscaré a mi maestra de preescolar, seguramente ella me ayudará-. Rosita suspiró hondamente, se limpió las lágrimas, luego sonrió con una gran expresión y se dijo –No pasa nada, aún tengo camino que recorrer, pues escasamente tengo 18 años, la vida sigue, nada me detendrá-…


SEMBLANZA

Irma Méndez Sánchez, nació en Tsontealja’, Oxchuc, Chiapas. Es hablante de la lengua Maya-Tseltal, supervisora de Educación Preescolar indígena, cuenta con estudios de maestría en Educación y Diversidad Cultural y es miembro de la asociación de escritores “xmuxuk’ balumilal”.





Luz Helena Horita



Luna Menguante



Recostada en la cama observo la sombra escurridiza de ma’ Chayo, desde pequeña me gusta delinear su silueta sobre la tela que separa el cuarto de la sala, adivinar su gesto concentrado en la costura y pasar el tiempo inventando historias como en una función de marionetas. Llueve, el viento se cuela por la ventana y agita las cortinas, gruesas gotas de sudor resbalan por mi rostro hasta perderse entre las sábanas. ¿Recuerdas cómo es la lluvia aquí en la costa? El aire caliente se revuelve y parece abalanzarse sobre uno, es animal que acecha, sofoca bajo el escándalo de agua contra las láminas del techo. El dolor vuelve, mi mente repara en la clínica al otro lado del puente, estamos solas. Abro la boca pero sigo sin aliento. Se tensa mi cuerpo, algo me desgarra partiéndome en dos. Soy una hoja desprendiéndose al tiempo que un relámpago ilumina la pared escarapelada del cuarto. Los espasmos cada vez son más intensos y frecuentes. Me pregunto si donde estás también hay temporal. La tempestad arrecia como si adivinara mis pensamientos, cae con furia sobre la casa mientras escucho el asustado aullido de los perros.

Ma’ Chayo recorre la cortina, entra en silencio. Es inútil cualquier intento de escuchar nuestras voces con los truenos y el rugir del río más allá de la alambrada. Nunca había oído el golpe sordo de las piedras arrancadas por la corriente. Recuerdo el día de tu partida, desde el vado me quedé viendo cómo agarrabas rumbo para tomar el carro a Tapachula. No te quise acompañar, no me gustan las despedidas, así me quedé mirando tu espalda hecha fantasma, delineada apenas por la madrugada. Hubiera querido convencerte para que no te fueras, pero aquí no queda mucho por hacer, trabajar la tierra ya no rinde y la bananera no paga como antes. En otro tiempo la siembra de plátano era buen negocio, dos veces a la semana barcos repletos de fruta salían hacia el extranjero desde Puerto Madero. Entonces el futuro parecía bueno, tendríamos lo necesario y quizá algo de más para comprar nuestra casa y llevarnos a la abuela a Tapachula; pero los cachucos y salvadoreños llegaron. Son la plaga de la desgracia en nuestras tierras. Ahora sólo los contratan a ellos, pagar a los de aquí sale muy caro. La vida empeora cada día. Ahogadas en ruido de lluvia llegan a la memoria imágenes de mi infancia, correrías entre matas de algodón en flor, avionetas cruzando el cielo y el aire enrarecido, irrespirable como el de agua revuelta.

Los truenos se escuchan cada vez más fuertes, la luz del cuarto vacila. Siento crecer la contracción de mi vientre mientras la abuela extiende su mano para sostenerme. La rigidez se apodera de mi cuerpo y mi cadera es una punzada creciente, me abarca, algo se mueve buscando la salida, abre mis huesos, pierdo la vista en la imagen de la virgen que me observa imperturbable. Maldigo en silencio tu ausencia, la tierra inservible, los cachucos, los patrones, los ruegos inútiles ante la desgracia.

Mamá Chayo aprieta fuerte mi brazo, con la mirada me exige un esfuerzo más. Sé que también le crece el miedo, este se aferra a la incertidumbre y me hace pensar en ti, te fuiste sin saber de tu hijo y quizá nunca te enteres de su existencia. Silba el viento a través de los árboles, se escucha un crujir de ramas seguido de un golpe seco en medio del patio donde hasta hoy había un naranjo. Respiro una y otra vez en espera del siguiente espasmo, el ruido crece al otro lado de la puerta, es un monstruo amenazante multiplicado en la confusión de bramidos y fragores; me rompo, el agua brota de mí mezclada con la que descarga el cielo. Esperábamos la luna nueva pero es menguante el signo que diluye los sueños.

Siento como si un pez surgiera de mi vientre, resbalara entre mis piernas ahora hechas guiñapos mientras un fluido tibio escurre de mi sexo vaciándome por completo. Mis sentidos se recuperan, dejo de escuchar la tormenta como a través de un túnel. En medio del desconcierto pesa el silencio de mamá Chayo. El ruido del río crece con un tronar de piedras y árboles desgajados, avanza hasta la casa, golpea. Inclinada sobre el pequeño cuerpo la abuela permanece ausente ante el torrente de rocas y plantas que se abre paso en el hueco de la puerta vencida, inunda, arrastra todo lo que encuentra en su camino. Me descubro en un remolino de líquido frío y oscuro, mi cuerpo es un rastrojo más entre raíces, muebles, trapos y ma’Chayo que se aferra a nuestro hijo. Lo último que veo es su rostro triste que intento descifrar, segundos antes de que la oscuridad nos trague.



SEMBLANZA


Luz Helena Horita Pérez. Tapachula, Chiapas. 1973. Ingeniera Química con estudios de Maestría en Ciencias Bioquímicas y doctorante en Educación. Becaria del PECDA con el proyecto Ley Fuga en la emisión 2005-20006. Egresada del Diplomado en Creación Literaria del el Espacio Jaime Sabines. Participante del Taller Literario “José Antonio Reyes Matamoros”. Miembro de la Organización Cultural “Abriendo Caminos: JARM”, así como de Fomento y Promoción de la Cultura.






Lyz Saenz



Tierra








Äjn naka kujpyäre y ajpyäre

te’ wo’kyajpapä myapasyäjyajpa suksuramnte

tantanis kyomäyajpa wyit yo’m’unese

matzase mäjtzäyajpa


En mi piel de corteza y hojas,

los capullos se sueñan colibrís,

y las mariposas niñas con alas

juegan a ser estrellas.



Ja’tzyuku najs kenera’mpä

¿Mij ntäjkomo ja’irä kyijpkuy?


Hormiga color de tierra

¿Verdad que en tu casa

no cabe la guerra?



Tzinupä su’kuy te’ suksusnye’,

najs konu’kskuy nyä’yäyajpa,

najs pajkjin tzyä’kyaju,

jäyä’sepä tzamejin ijtpa tzajpomo.


Besos de miel colibrí,

la tierra te nombra,

en huesos de arcilla,

corolas de versos en alto cielo.




SEMBLANZA


LYZ SAENZ Nació en la comunidad Valtierra, Chapultenango, Chiapas, México. Hablante de la lengua originaria Ore tzame (zoque). Fue becaria del FONCA en Letras en Lenguas en lenguas indígenas 2014 – 2015. Integrante de la organización cultural Abriendo Caminos: José Antonio Reyes Matamoros.

Los poemas forman parte del poemario Ts’unun: Los sueños del colibrí. Editorial Abriendo Caminos - PACMyC 2016.





Rebeca Ruiz Riverol



GAVIOTA




Hay días que no tienes ganas de peinarte, ni de bañarte, ni levantarte de la cama. Te sientes como un volcán con lava a punto de gritar y sacar lo que guardas en tu interior. Así se sentía Mildred. Cada día, se veía al espejo y deseaba convertirse en gaviota e irse volando a un lugar tranquilo donde tuviera una familia… irse a volar sobre el mar. Ella a sus doce años debía trabajar ¡muy duro!

Mónica a quién la gente conocía como “la Mona” había encontrado a Mildred fuera del bar: Se topó con “su minita de oro”. La Mona al verla se percato que era una niña de la calle y enseguida aparentó darle cariño y comida. Pasando tres meses a Mónica le salió lo “Mona” y arrebatándole la niñez a Mildred la obligaba en silencio a vender besos, caricias, fantasías negras que muchos supieron pagar.

Mildred no tenía muñecas pero sí vestidos, muchos vestidos que al caer la noche brillaban y provocaban las perversiones de los hombres. Nunca manejó una bicicleta, tampoco comió chocolates sólo imaginaba su sabor dulzón.

Una noche de tantas, estando paradita en la esquina, un hombre con barba, moreno, ojos grandes no pasaba de los cincuenta años, llegó sin aviso y agarrándola de la cintura, le pregunto cuánto cobraba, ella le dijo su tarifa y a los pocos minutos ambos estaban desnudos sobre la cama. Mildred pasada la hora se vistió y salió del Motel para volver a su esquina. El hombre no hizo el intento por detenerla sólo le dio su pagó y espero a que se fuera.

Mildred al llegar a casa siempre encontraba a la Mona toda ebria, recostada a pierna suelta en el sillón del “intento de sala”: dos sillones con el tapiz deshilachado que en algún tiempo fueron de color azul. Intentaba taparla con la sábana pero era inútil porque los agujeros eran tantos que no alcanzaban a cubrir su cuerpo. Siempre debía colocarle bajo el brasier el dinero que aquéllos hombres le habían dado. Mona lo llamaba: el pago por sus alimentos, los cuales eran invisibles, pues el refrigerador sólo tenía cervezas y jitomates podridos.

Gracias a Charito, la niña no había muerto de hambre. Ella le llevaba comida dos veces al día: por las mañanas y las madrugadas. Charito y Mildred vivían en la misma vecindad y también eran vecinas de esquinas. Ambas intentaban cuidarse hasta convertirse en gaviotas.

Charito, una mañana, le llevaba la merienda a Mildred y al tocar la puerta, escucho como la Mona le reclamaba a Mildred: ―Y ahora qué voy hacer, así no sirves para trabajar. Tenías que salir con tu gracia―

Charito toco con más fuerza y la Mona le abrió la puerta diciéndole: ―ahora traerás comida para dos―

y señalando el vientre de Mildred dijo: ―pero ya verás te haré un tecito y ambas saldremos de este problema―

Charito le dio el desayuno a su amiga, mientras la Mona preparaba la fusión de yerbas…

―ándale, bébelo todo―dijo, con voz impaciente, la Mona

―sí Mildred, bébelo― insistió Charito

―no quiero, sabe amargo―

―Ay chamaca mal agradecida, después que te levante de la calle. Ándale entre más rápido mejor―

Charito acariciándole la cabeza le dijo: ―mira si te lo tomas, prometo conseguirte chocolates―

Y haciendo mil gestos lo bebió hasta el fondo.

―Bueno yo me voy al bar pero ahí te la encargo, en cuanto despierte, la bañas… hoy esta chamaca no sirve para algo―

Mildred, sintió mucho frío en el cuerpo, tomo la mano de Charito y le dijo: ―me siento muy mal, me duele mucho―

De entre las piernas de Mildred, al igual que un volcán, broto un líquido parecido a la lava: rojo con pedacitos de algo que no eran rocas.

―Qué me pasa, qué es esto― le pregunto a Charito

―te acuerdas lo que me contaste aquél día, cuando querías convertirte en gaviota―

―sí…― y cerrando los ojos voló.



SEMBLANZA
Creyente de la letra sagrada y de los cuentos de Mario Benedetti, ama la complejidad del hombre y detesta la soledad. Nace en la tierra donde florece la ceiba, Tuxtla Gutiérrez; Chiapas en 1982. Por convicción comienza a estudiar Lengua y Literatura en la UNACH y finaliza sus estudios en la Universidad Veracruzana. En el 2016 publicó su libro de cuentos “De nuevo soy atea”.





Norma Vargas Macosay



El valle de las lunas sumergidas



Recargados en el mostrador del doctor Bradbury; mi creador levanta inusitadamente la manga corta de mi vestido y examina el brazo izquierdo.

Explora el persistente dolor que remito hace más de tres años en la parte izquierda del cuerpo; desde el hombro hasta la planta del pie.

Una aguda luxación en las terminaciones nerviosas, se desplaza hacia la espalda, cadera, rodilla y pierna.

Ausculta la cámara de combustión de mi brazo, cuyo hombro está provisto de cavidad hemisférica de treinta centímetros cuadrados, cubierta de plástico rígido. A manera de visor transparente; exhibe el pleno funcionamiento de músculos, inyectores, venas, cilindros, huesos y bovina de ignición.

Revisa motores del miembro posterior, húmero, mano, cuello y … sin mayor preámbulo; como abriendo el soporte para almacenar carnes frías en la puerta del refrigerador; retira de mi hombro el visor de plástico. Toma el compás de la lapicera e inserta, a manera de bisturí, la punta del metal.

Un corte fino y preciso penetra el forro texturizado que recubre mi brazo, imitando la piel. Brota sangre y pus a borbollones, hasta vaciar el depósito; expulsando armalcolita, silicato y polvo cósmico.

. Durante la virtual cirugía, introduce sus dedos en la cavidad, extrayendo al pequeño y rojo camarón que se ha averiado e implanta otro. Vivo, saludable.

“¡Nada grave!, el camarón es de agua dulce y de buena calidad. Pertenece al valle de las lunas sumergidas; donde se expande la corteza helada”; asiente el sosegado médico y vuelve a colocar el visor en su lugar, dejando la maloliente quisquilla sobre el mueble; como se suelta un bolígrafo

“El crustáceo ocluía la articulación del hombro y, esa parte es la que tiene mayor variedad y amplitud de movimientos en el cuerpo, evitando así las luxaciones”; expone su diagnóstico clínico y de improviso, entra por la ventana un enorme gato de color verde pálido; postrándose a sus pies.

Mi inventor, muy ufano, tira al suelo la esquila de tres centímetros de longitud que ha removido de mi hombro. De inmediato, el minino se abalanza sobre el encorvado y estrecho cuerpo; olfateando cautelosamente las antenas largas.

En un rito de placer, el felino lame la coraza, las pequeñas patas y las fibrosas mandíbulas; deglutiendo al camarón entre sus fauces.

Con ojos fijos y afilados punzones, el gato emite sonidos de alta potencia; devorando mi hombro izquierdo; seguida de toda mi humanidad.

Aquel valle de lunas sumergidas, sepulta mis restos en sus hendiduras; transformándolos en brillante montaña de oscuras ígneas.





SEMBLANZA



Norma Vargas Macossay nació San Cristóbal de Las Casas, Chiapas. Estudió Comunicación en la UDLAP y egresó de la Escuela de Escritores de San Cristóbal, perteneciente a la SOGEM. Durante diez años trabajó como reportera de noticias en radio y tv en la CDMX, destacando como enviada especial durante el Levantamiento del EZLN en 1994. Ha realizado documentales independientes y exposiciones fotográficas de autor. Actualmente cursa talleres de Creación literaria y preside una organización para el fomento y promoción de la cultura. Escribe narrativa y notas culturales en diversos diarios estatales.






Chary Gumeta



Reconozco Que No Naci




Reconozco que no nací

Para ser una sedentaria

No se echar raíces

Porque tengo el sudor del mundo

En la piel y en los pies.

Tengo miedo de convertirme en fantasma

Y deambular por los ríos de mi pueblo.

Ser parte de una lista con nombre de desaparecida.

No quiero ser una mujer desangrada

Por la mano de la miseria

Y de la maldad de mi país.

Debo quemar la ropa vieja

Y seguir este sendero

Donde matar el tiempo te convierte en asesino

Y lo contrario en sobreviviente.

Andar descalza es andar desnuda

Y yo quiero caminar con zapatillas.






Desconocida




Llueve





Y su rostro recibe el llanto del cielo.


Sus ojos miran fijamente hacia el sur

Buscando una señal

Un regreso.


Semidesnuda

Permanece inerte en aquel lodazal.


Su cuerpo

Cubierto con señales de violencia

Muestran unas piernas blancas

De gélida belleza;

Sus manos delgadas como alas de mariposa

Del color de las violetas.



En aquella soledad

Solo  se escucha el murmullo del día en el día

Y el de la noche en la noche.


¿Cómo se llama?


No tiene nombre,

Se pierde entre todas las historias de desaparecidas.






SEMBLANZA

Chary Gumeta (María del Rosario Velázquez Gumeta) Chiapas, México. Cursó estudios de Letras Latinoamericanas, Licenciatura y Maestría enfocados a la Educación, Promotora Cultural de arte y la Literatura. Ha publicado en antologías, en diversos medios de difusión y los siguientes libros: VENENO PARA LA AUSENCIA (Public Pervert, 2013, México; 2ª Edición, Argot Editores, Guatemala, C.A.), PERLAS DE OBSIDIANA (Espantapájaros Edit. 2014, México), POEMAS MUY VIOLETAS (Edit. Metáfora, 2016, Guatemala, C.A.) COMO QUIEN MIRA POR PRIMERA VEZ UN UNICORNIO (Edit. La Chifurnia, 2016, El Salvador, C.A.) COMO PLUMAS DE PAJAROS (Antología Poética) (CONECULTA-CHIAPAS, SC., 2016, México), entre otros. A participado en Festivales de Poesía y Ferias de Libros Nacionales e Internacionales. A través de la antología VOCES DE AMERICA LATINA (Edit. MediaIsla, E.U.), sus textos son parte de la cátedra de Literatura en la Universidad Hunter College of New York. Actualmente es coordinadora del Festival Internacional de Poesía Contemporánea SCLC y de Literatura en el Festival Multidisciplinario Proyecto Posh.

















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